264 Los contraideales

Jon: Locke decía que dejar de luchar y de discutir por lo que no se puede cambiar es la llave para comenzar a solucionar ciertos conflictos.  A veces es mejor una guerra perdida, pues tratar de ganar lo de que ninguna manera podemos ganar es una empresa absurda.

Joaquina: Si profundizamos en ello te darás cuenta de que el problema de flexibilidad o rigidez no está en el otro, sino en ti, que somos tan rígidos que queremos cambiar el mundo del otro porque no toleramos que no cumpla con nuestro ideal.  Por consiguiente, sería recomendable que tomáramos conciencia de cuánta inflexibilidad o falta de conceptos positivos hacia nosotros mismos tenemos. 

Jon: Pienso que a veces me doy cuenta de que no puedo cambiar algo y sigo luchando creo que se debe a que en el fondo deseo ser vencido.

Joaquina:  Aquí entra otro concepto: el contraideal. Al igual que tenemos ideales, tenemos también en nosotros contraideales. Los ideales son aquello que nos nutre para el desarrollo y el crecimiento, y los contraideales son todos los elementos con los que nos boicoteamos para no cumplir nuestros ideales.  Lo que nosotros mismos usamos contra nosotros como represalia, y que es la consecuencia de tener una creencia negativa sobre nuestro ideal, creencia que también hemos heredado.

Jon: De nuestros padres

Joaquina: Todo lo que somos lo hemos aprendido de nuestros padres, que son nuestros modelos.

Jon: ¿Un ejemplo?

Joaquina: Imagínate una situación en la que un padre nos ha enseñado a tener mucho cuidado con el dinero mientras que el otro nos ha enseñado a gastarlo sin miramientos.  Imagina que has copiado al progenitor que no lo gastaba, es decir, que has convertido esta conducta en uno de tus ideales “Lo mío es administrar bien el dinero”.  Imagina a continuación que te emparejas con una persona cuyo ideal es que el dinero hay que gastarlo sin miramientos. Los primeros meses serán, como en casi todas las parejas, estupendos, pues no te atrevererás a recriminarle al otro nada, y pensarás que ya cambiará con el tiempo. Sin embargo, pasa el tiempo, se celebra la boda, y un día le recriminas su comportamiento con el dinero. El otro te dice que lo va a intentar, pero sigue gastando. ¿En quién te vas a convertir?

Jon: En el padre que me enseñó que no podía gastar y que se pasaba el día discutiendo con mi madre, que sí gastaba.

Joaquina: Acabarás asumiendo ya no sólo el ideal de tu padre, sino también su papel de represor, y haciendo de la convivencia con tu pareja un sinvivir. Y es por tanto altamente probable que acabes arruinado y amargado, a no ser que aprendas que no vas a conseguir cambiar el hábito de gastar de tu cónyuge. Tal vez entonces también te arruines económicamente, pero conseguirás sin embargo no amargarte como pareja.

Jon: Es como si trajéramos una información interna que hemos aprendido en nuestra familia, y que no puede corregirnos nadie de fuera.  Solo la puede corregir el aprendizaje personal.

Joaquina: Por otra parte, en el interior de nosotros mismos libramos una batalla entre nuestros ideales y nuestros contraideales. Un ejemplo de contraideal sería el siguiente: sabes que la hipocondría no es buena, pero de vez en cuando das rienda suelta a tus obsesiones hipocondriacas para no llevar a cabo tus ideales, sean los que sean,  pues la hipocondría te obliga a estar obsesionados todo el día con las enfermedades y los médicos.

Jon: Si tanto los ideales como los contraideales son heredados, ¿piueden modificarse?

Joaquina: No. Es inútil que luchemos contra ellos, ni contra los nuestros, ni contra los de los demás. Pero lo que sí podemos hacer es consensuar para que la rigidez y la laxitud no se apoderen de nosotros. Para que seamos firmes y flexibles debemos conocer tanto nuestros ideales como nuestros contraideales, y te invito a que te pares para localizar cuál es tu contraideal.

Jon: ¿Cómo?

Joaquina: Debes analizar qué es aquello que no puedes dejar de hacer a pesar de que sabes que no es positivo para ti. Otro ejemplo de contraideal: pensar que debemos proteger a nuestra pareja porque si no lo hacemos creemos que nos va a dejar de querer.

Jon: ¿Es eso un contraideal?

Joaquina: Sí, porque en realidad parte de algo negativo, de un miedo, que me impulsa a hacer algo que mi pareja no necesita, y que es que esté todo el día protegiéndola sin necesidad. Ahí no sólo estoy haciendo algo inútil, sino que además tengo todas las papeletas para que mi pareja me deje de querer por pesado. Si no encuentras tu contraideal, no vas a ser capaz de cambiar tu vida.

Jon: ¿Cómo se aplica en el ejemplo que has puesto de la pareja en la que uno gastaba y el otro no?

Joaquina: El que gastaba, y en la medida en que no va a ser capaz de renunciar al despilfarro, va a acabar odiando al que intenta prohibírselo. Tal vez incluso va a acabar deseando que se muera, porque le hace la vida imposible. La persona que despilfarra, que no puede controlarse con el dinero, no puede eliminar su contraideal. Los contraideales, cuya génesis son una suerte de dragón interior que nos  van consumiendo, y aprender a controlarlos depende de nosotros mismos, y no de lo que nos reproche nuestra pareja, pues esos reproches nos devuelven a lo que vivimos de niños en casa, que es el origen de nuestro problema, y que nos afecta tanto que nos deja sin capacidad de reacción.

Jon: No se puede aprender a nadar en un mar encrespado.

Joaquina: La mayor parte de las cosas que hacemos es porque las queremos, y eso incluye no sólo conductas positivas, sino también destructivas. Quien despilfarra, quien se droga, quien come hasta convertirse en un obeso mórbido… la mayor parte de estas personas no dejan lo que les destruye porque en el fondo no quieren. Por tanto, es inútil ir contra esas conductas, porque un alto porcentaje de esas personas no desean en el fondo cambiar nada.  Y lo mejor que podemos hacer es mostrarnos tolerantes. Esas personas, si en algún momento lo desean, podrán cambiar lo que les destruye.

Jon: De alguna manera estás diciendo que detrás de un contraideal hay un profundo deseo de libertad. De ser libres de aquello que nuestros progenitores nos han impuesto, y que además nosotros hemos aprendido, pues nos guste o no, ellos son nuestros modelos, y lo que somos se lo debemos a ello.

Joaquina: Por ello, no es en absoluto extraño que cuanto más rígida sea una madre más disoluto se puede convertir su hijo, que cuanta más pureza haya en la casa más perversión puede aparecer, que cuanto más paciencia aparezca muchísima más tensión, y un largo etcétera. Es decir, que cuanto más haya de algo, más va a haber también de su contrario. De qué adolecemos cada uno de nosotros ha dependido de estos desequilibrios, y si no lo arreglamos, vamos a reproducirlos con nuestras parejas. Para que puedas comprobar que esto que digo no es una afirmación baladí, puedes hacer el siguiente ejercicio: Toma un bolígrafo y un cuaderno, y apunta qué es lo que intentas todo el tiempo que tu pareja modifique, y que no lo logras, y que además cada día va a peor. Si no tienes pareja en la actualidad, puedes pensar en alguna de tus parejas del pasado.

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