Hay días en los que uno no sabe por qué, pero se levanta ya con el pie equivocado. Así amanecí y llegué a la oficina con tensiones en relación conmigo y con el entorno. Mi comportamiento no era el habitual, estaba en desacuerdo con todo, rígido, apegado a mis ideas, contradictorio e insatisfecho. Así era mi cuadro vital de ese martes de noviembre.
Joaquina: ¿Quieres saber la causa real de tu conflicto?
Jon: Una aproximación me bastaría.
Joaquina: Bueno, las causas reales de los conflictos pueden ser variadas: La desconfianza con uno y con los otros, expectativas en la relación, justificación de los errores propios culpando a los de los demás, deseo de admiración por errores que nos parecen inaceptables en otros, visión ilusoria de lo que nos gustaría ser que no somos…
Jon: Al final lo único que me apetece es no hablar con nadie y refunfuñar hacia dentro.
Joaquina: Un conflicto puede estar compuesto de varias cosas: Crítica personal no real con cariz de hipocresía, creencia en valores propios que no son refrendados por los hechos, lo que no aceptamos en el otro es lo que nos permitimos y disculpamos, lo que le exigimos es lo que creemos que somos incapaces de dar, pensamos que el otro no tiene que hacer esfuerzos…
Jon: No sé si me estás ayudando o haciendo que me meta más en mi mismo.
Joaquina: La mayor expectativa está exenta de palabras desconocidas a las que les damos sentido. La actitud ante el silencio es el termómetro de nuestra autoestima. Decimos que no somos, pensamos que sí. Lo que ves en el silencio es la verdad que no te quieres decir.
Jon: ¿Qué puedo hacer para salir de ahí?
Joaquina: Lo primero es reconocer que esperamos que el otro vea algo, y que ese algo es superior o inferior a lo que te dices. Que, en realidad, todos los demás no valen o valen mucho más que tú. Acepta que sientes por la crítica y en qué valor te resuelve la incógnita. Da lo que esperas que el otro dé. Si piensas que puedes hacer algo igual que otro, hazlo. Acepta que si hasta la fecha no has demostrado lo que piensas hay algo que aprender que no quieres. Por último, no pares el ritmo de los otros para no quedarte en evidencia.
Jon: Todo esto me vale para el conflicto personal, sin embargo creo que lo que ahora tengo es un conflicto con la escritura.
Joaquina: La escritura no deja de ser un medio de comunicación, un medio de testimoniar nuestro pensamiento. También es un compromiso con la oralidad, un contrato indestructible de la realidad, aunque no haya sido cierto el escrito.
Jon: ¿Un compromiso?
Joaquina: Las palabras grandilocuentes nos atan a sus significados. La palabra está ligada al hilo de los cambios del individuo, por lo tanto, lo escrito que llega a un receptor es incambiable. La aceptación o no del otro desde la tolerancia. No recuerdo quién dijo: Sólo cuando tú aceptes lo de todos, puedes ofenderte por lo que critiquen de ti. Acepto lo que dicen otros mientras que aprendo a no ofenderme.
Jon: Entonces, ¿la escritura es nuestra amiga o nuestra enemiga?
Joaquina: Es amiga si el sentido de lo escrito permanece válido. Es enemiga en cuanto nos compromete con sentimientos o hechos que ya no queremos recordar o hacer.
Jon: ¿Cómo se si tengo o no un conflicto con la escritura?
Joaquina: Coge un papel y escribe cinco líneas sobre un evento importante y emocional de tu vida.
Jon: Ya.
Joaquina: Guarda el escrito. Ahora busca un grupo reducido de personas a las que les puedas hablar de ese mismo evento. Desarrolla toda tu imaginación. Ponle todo el énfasis. Cuando termines, lee a tus amigos el escrito, y escucha que piensan de ti en relación con las dos formas de expresarte.
Jon: Vale.
Joaquina: Hay un par de conceptos que me gustaría aclarar antes de que vayas a terminar tu ejercicio: Lo concreto y lo abstracto. Cuando concretamos definimos actuaciones posibles. La abstracción nos hace vivir en una emoción no demostrable. Vivimos creyendo que podemos expresar algo que nos parece hermosísimo en nuestra abstracción. Nos sentimos defraudados y agresivos cuando los demás no lo viven o entendemos que no es igual a lo pensado.