274 Conversaciones V

Me parece increíble a la velocidad que pasa el tiempo. 5 años y 272 post me llevan a este inicio de primavera donde, como cada año, unifico todas las entradas del año anterior dándoles forma en un libro. Sin darme cuenta estoy creando una suerte de enciclopedia del conocimiento de Joaquina Fernández en tan diversos temas como la seducción, el perdón, los biotipos, o el sustituto del amor.

Si tienes ya los 5 volúmenes, mi agradecimiento y enhorabuena por tu fidelidad a través de los años hacia el pensamiento de una maravillosa persona que a lo mejor tuviste la fortuna de conocer. Si no fue así puedes leer estos escritos o ver sus conferencias en su canal de youtube.

Muchas gracias por estar ahí.

Puedes adquirirlo en Amazon pinchando en este enlace

273 ¿Qué significa la primavera?

Cuenta Homero que en el sureste de Europa hubo un tiempo en el que reinaba la eterna primavera. La hierba siempre era verde y espesa y las flores nunca marchitaban. No existía el invierno, ni la tierra yerma, ni el hambre. La artífice de tanta maravilla era Deméter, la cuarta esposa de Zeus. De este matrimonio nació Perséfone, una hermosa joven adorada por su madre que solía acercarse a un campo repleto de flores a jugar. Un día, pasó por allí Hades, dios de los infiernos; se encandiló con Perséfone y la raptó llevándosela al mundo de los muertos, su territorio. Deméter, al no encontrar a su hija emprendió una peregrinación de nueve días y nueve noches. Al décimo día el Sol, que todo lo ve, se atrevió a confesarle quién se había llevado a su hija. Irritada por la ofensa, Deméter decidió abandonar sus funciones y el Olimpo, viviendo y viajando por la tierra. Esta, privada de su mano fecunda, se quedó desolada y sin ningún fruto. Ante este desastre Zeus se vio obligado a intervenir, pero no pudo devolverle la hija a su madre. Como Perséfone ya había probado el fruto de los infiernos (la granada) le era imposible abandonar las profundidades y regresar al mundo de los vivos. Sin embargo, se pudo llegar a un acuerdo: una parte del año Perséfone lo pasaría con su esposo y la otra parte con su madre. Cuando Perséfone regresa con su madre, Deméter muestra su alegría haciendo reverdecer la tierra, con flores y frutos. Por el contrario, cuando la joven desciende al submundo, el descontento de su madre se muestra en la tristeza del otoño y el invierno.

Joaquina: El viento de la primavera nos exige crecimiento, nos aparta de las necesidades, tan primarias y de supervivencia, del invierno para sumergirnos en el más sofisticado mundo emocional. Nos enseña que hay otros valores más elevados que tenemos que acometer: colores, olores, sensaciones y percepciones se abren con la primavera. Es sin duda la estación de la creatividad lúdica que debemos manejar bajo dos parámetros importantes para que no nos desborde: La firmeza para no dejarnos ir por esta avalancha de emociones; y la flexibilidad que nos permitirá disfrutarlas.

Jon: ¿De qué van a depender las personas nacidas en los meses de marzo, abril y mayo?

Joaquina: Ten en cuenta que la primavera nace del autoconocimiento sobre las capacidades prácticas que has adquirido durante el invierno. Desde ahí, el viento la mueve para que aprendas a regular tus valores y te relaciones con los otros. Debe ser una relación en la que la competitividad queda eliminada, ya que con ella se mueven los complejos que siempre son delicados de ver cuando nos relacionamos con otros.

Jon: ¿Qué necesidades tiene la personalidad primavera?

Joaquina: Las personas “primavera” necesitan del amor de la madre. Del grado de aceptación que ésta le muestre va a depender su felicidad y autoestima personal. Las preguntas que se hace son: ¿Qué ha sentido mi madre por mí? ¿Me siento aceptado por mi madre? La persona primavera sana se debe plantear como se siente y buscar los momentos donde, efectivamente, ha sido aceptada. Debe aceptar la diversidad de la madre cuya decisión por ejemplo, de tener más hijos, ha podido ser interpretada por nuestra mente infantil como una falta de aceptación hacia nosotros, como si no hubiésemos sido lo suficientemente buenos y ha tenido la necesidad de traer más hijos al mundo. El perdón a la madre nos va a permitir relacionarnos con los demás sin complejos.

Jon: ¿Y la relación con el padre?

Joaquina: La persona primavera también va a depender de la relación que haya tenido con el padre, y el espacio emocional que éste le haya dado. La aceptación del padre se traduce en el manejo y trascendencia que vamos a hacer nosotros de ese espacio emocional. Es importante trabajar las figuras paternas y maternas ya que en esta estación se va a remover mucho el recuerdo familiar

Jon: Entiendo, sin embargo, no veo porqué esto tiene relación con la primavera y no con cualquier época del año.

Joaquina: El impacto del clima estimula y frena comportamientos que a veces nos sorprenden aflorando lo mejor o peor de nosotros mismos. La primavera sacude con sus vientos la necesidad de salir al exterior, olvidarse de los fríos del invierno y relacionarse con el entorno. Resurge la energía y la vitalidad de la naturaleza toca con su dedo mágico el alma de los individuos llamándoles a crecer y empezar nuevos proyectos. Los brotes de los árboles traen consigo el sentimiento de cierta prosperidad y el ánimo se revuelve buscando diversiones y placeres. A veces sin límites.

Jon: ¿Esto nos pasa a todos o solo a las personas nacidas en primavera?

Joaquina: La estación de nacimiento influye tan profunda y sutilmente que crecemos creyendo que “las cosas son así” A esto podríamos llamarlo inconsciente estacional. LA primavera nos enseña a todos a manejar nuestras emociones, de dos formas: Mediante la regulación de los impulsos y poniendo límites, normas y reduciendo la superficialidad. Esto es para todos, pero afecta especialmente a los nacidos en estos meses. Por ejemplo, en los niños primavera, es imprescindible que desarrollen sus habilidades creativas. Los padres debemos permitir que expresen su contento y descontento ayudándoles a regularlo ya que cuando llega esta estación tienden a estar muy tensos e inquietos.

Jon: Y los adultos primavera, ¿en qué se distinguen?

Joaquina: La habilidad más interesante de la primavera es su capacidad de innovar, de resurgir de las situaciones más extremas. Es la que da un aire nuevo a lo conocido y permite que el crecimiento pueda producirse. Su fuerza creadora es un impulso para la humanidad y ponen la semilla a todo lo que ha de venir después. Esta es la naturaleza, en las personas suelo oír más: “Todo me desborda, he perdido el control de las cosas. Siento que hay algo que me domina. Sé que me hace daño, pero no puedo dejarlo. En realidad no entiendo nada”

Jon: Eso habla de una personalidad negativa o mejor dicho, inestable de los nacidos en la estación.

Joaquina: Como te dije, todos tenemos esa tendencia en la estación, y los que han nacido en ella es más poderosa. Son personas que muestran mucho o poco entusiasmo por la vida, extrovertidos y proclives a imponer su fuerza, necesitan que sus obras sean aprobadas, tienen una gran exigencia de libertad unida a una negación a crecer, les altera la seriedad y el pesimismo.

Jon: Entonces en realidad son personas que tienen necesidad de crecer, de aceptar sus raíces, aceptar su independencia, su casa y su familia. Pero los que yo conozco luchan contra las normas, los límites, la normalidad, lo profundo y la pérdida de espacio.

Joaquina: Cada persona es un mundo, pero su clasificación por estación de nacimiento nos ayuda a ver las necesidades generales, las que están dentro de lo que anteriormente llamamos Arquetipo Estacional. En el caso de la primavera, necesita aceptar, casa, y familia. Las cualidades que debe tener operativa son la innovación y no ser tan revolucionario. Debe aprender a respetar las normas y vencer la indolencia.

Jon: Uniendo todo esto con la reina de las enfermedades primaverales, ¿ocurre precisamente por una rebeldía a este crecer?

Joaquina: Los vientos de primavera revuelven los apetitos y los deseos se descontrolan. Ese sería el primer punto de diagnóstico. La voluntad para cuidar el cuerpo es el primer paso para la tranquilidad que necesita la primavera.

Jon: Y me imagino que esa falta de voluntad unida a los deseos se muestra con fuerza en la alimentación.

Joaquina: Sí, y es una manera de saber si estás caminando hacia un equilibrio o un desequilibrio. Por ejemplo, si te atraen estos alimentos: Mantequilla, aceite, manzana amarga, frutos secos crudos, alcachofa, limón y naranja, lechuga… vas hacia el equilibrio constructivo. Sin embargo, si los alimentos que te atraen son: Grasas animales, chocolate, mahonesa, nata y helados, fritos, huevos, panificaciones aceitosas o alcohol, quiere decir que vas hacia un desequilibrio destructivo.

Jon: Y de ahí vamos a las enfermedades directamente…

Joaquina: La primavera presenta enfermedades psicosomáticas que son el resultado del ajuste de las relaciones con otros. Son una búsqueda de volver a la soledad o pedir aceptación.

Jon: ¿Qué tipo de enfermedades?

Joaquina: Los primavera propician las enfermedades del hígado por desmedida: demasiada comida, bebida, sexo, etc. Estas expansiones excesivas originan problemas de valorización y aprovechamiento. Es la estación más proclive a los problemas de alergias y astenia primaveral. A eso le tenemos que sumar que la tendencia al exceso de grasa en la alimentación provoca alto colesterol.

Jon: Has dicho que eran enfermedades psicosomáticas, entonces, ¿qué está causando todas estas actitudes destructivas?

Joaquina: Principalmente la intolerancia y la impaciencia, la volubilidad de las emociones y el extremismo: ser impulsivo o disciplinado en exceso. Ser demasiado autocomplaciente o autoexigente. Esto suele llevar al abuso de estimulantes y sedantes.

Jon: Ya se que las enfermedades psicosomáticas se acometen desde saber las causas, pero… ¿alguna ayudita natural?

Joaquina: Pues… El ginseng, que incrementa la vitalidad, la actividad mental, y fortalece el estado físico. El cardo Mariano y la achicoria para la intoxicación del hígado. Boldo, Diente de León y Cardo Mariano para los cálculos biliares. Y por último, Jalea Real, Cu Au Ag y Polen a la 30 CH, para tratar la astenia primaveral con homeopatía.

Jon: Te he oído decir alguna vez que, si la alimentación era el pilar para conseguir la voluntad, la salud primaveral es la que permite el éxito en el trabajo.

Joaquina: Vencer la pereza y astenia primaveral posiciona al hombre en su potencial creativo. A mayor astenia mayor rechazo al esfuerzo creativo. Si en el invierno se necesitaba estabilidad, en la primavera hay cierta inquietud por el cambio. Los intereses son creativos y de disfrute más que de logros económicos. Hay más sensibilidad a las normas y a la rigidez. A veces, incluso se desea un despido para volar a otras tierras, fronteras o posibilidades.

Jon: Lo del trabajo me parece importante, ¿cómo se trabaja el trabajo?

Joaquina: Es imprescindible en el trabajo reconocer las jerarquías, reducir los intereses económicos, aceptar cambios de puesto y de lugar de trabajo, y en ningún caso crear tensiones ni crear relaciones afectivas. Los trabajadores primavera son: seguros, valientes, ambiciosos, competitivos, poderosos, francos, comprometidos y decididos. Sin embargo, en su lado oscuro son: arrogantes, temerarios, vehementes, tiranos, provocadores, compulsivos, agresivos e inestables. De un primavera siempre puedes esperar innovación, pero ni que se te plantee que vaya a aceptar las normas

“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”

272 Escuchar las incoherencias

Jon: ¿Cuáles son, entonces, las pautas que debemos seguir con nosotros mismos y con los demás respecto a las creencias?

Joaquina: Lo primero es que tengamos claro nuestra visión y nuestro valor. A continuación, formular nuestra creencia limitadora. Pero no vamos a entrar, porque aquí es donde se discute. Lo que vamos a hacer es entender por qué hemos llegado ahí. Si estamos trabajando con otra persona, no contradecirla. Por último, ver, o que la persona cuente su contravalor.

Jon: Y todo eso sin tratar de razonar en contra de esa creencia.

Joaquina: Hay que hacer que la persona cuente cómo ha llegado a esa creencia, y no debemos razonarle, porque en el momento que intentamos tocar eso, se genera un estado de crispación.  El mundo lo destrozamos porque no aceptamos que haya opiniones diferentes. ¿Qué le vamos a decir a la persona que creía que siendo bondadosa no iba a respetar sus ideales? ¿que conocemos a millones de seres humanos que siendo bondadosos consiguen respetar sus ideales y no traicionarse? Se trata de no juzgar, no analizar, vayamos con el corazón abierto para que esa persona aprenda, no para enseñarle yo. No existe una persona, no existe una sociedad, existe un mundo, y el mundo está unido, está conformado desde los millones de creencias, valores y contravalores de todos.

Jon: ¿Dónde debemos entrar para que una persona, o nosotros mismos, cambiemos?

Joaquina: Si queremos que una persona cambie, entremos en el terreno de sus vivencias y abrámonos a aprender de ellas, porque la experiencia del otro no es la nuestra, y por eso mismo acceder a ellas nos abre un mundo nuevo. Esto es neurocoaching, que es entender desde un ángulo diferente lo que le pasa al otro.  Entenderlo desde el lugar donde está la persona, no desde el nuestro.

Jon: La verdad es que somos una contradicción con patas ¿Cómo voy a ser bondadoso y a estar pensando que alguien me está traicionando al mismo tiempo? Eso no es posible, eso no existe en la cabeza. Sin embargo, por ejemplo, mi madre me ha dicho siempre que soy como mi padre, y a partir de que se divorciaron echaba pestes de él. ¿Qué voy a hacer yo si quiero que me quiera?

Joaquina: Lógicamente, tratarás de no parecerte a tu padre. Lo ignorarás como modelo de crecimiento. Y el día en que te des cuenta de que hipotecabas todo tu poder para que ella te quisiera, de que no has sido capaz ni un solo minuto de sacar el poder de tu padre delante de ella, ese es el día en que te darás cuenta de que a quien amabas profundamente era a ella, y maldecirás el día en que no te diste cuenta de que lo que tenías que hacer era ser tú.

Jon: La conclusión es que debemos ser lo que somos y no discutir con el otro, pues el otro siempre va a tener bazas para decir que somos incoherentes y que no sabemos nada.

Joaquina: En nuestro camino de lucha hemos construido una personalidad que es nuestra y de nadie más, y esa personalidad está en nuestro corazón y no la vamos a poder sacar digan lo que digan los demás.  Las incoherencias solo se resuelven escuchándolas. Si el mundo entero escuchara las incoherencias, éstas se habrían esfumado.  Las incoherencias existen porque nos gritamos los unos a los otros, porque queremos convencer con nuestras ideas al otro. El daño que se hace en coaching y en otros sitios es que queremos que el otro piense de forma diferente a como llegó a sus conclusiones. Tengamos la capacidad y el oído para escuchar lo que no nos gusta, tengamos la capacidad para escuchar a un mundo que se contradice, y demos nuestra vida por aquellos que dicen lo contrario de lo que nosotros pensamos.

Jon: ¿Aunque sea algo muy duro?

Joaquina: Yo quiero escuchar al que mata para no matar yo, quiero escuchar al que miente para no mentir yo, al que flagela al niño para no hacerlo yo jamás, porque si no entiendo al que lo hace, lo haré yo también. Quiero un mundo donde nos escuchemos decir lo que realmente creemos que no vamos a hacer, pues cuando busquemos pareja vamos a elegir a la persona que hace lo que nosotros creemos que no vamos a hacer, y al final acabamos cediendo al lado de la persona que creemos que no va a hacer lo que nosotros no vamos a hacer, y convertimos las relaciones en una auténtica basura. Si tuviéramos una visión antes de tener pareja, antes de tener un hijo, si cumpliéramos nuestra misión, no habría nadie sufriendo. No tratemos de tener la razón. Todo el mundo tiene una experiencia que necesita ser escuchada, y desde ahí aprenderemos a decir “sí” y “no” desde nuestro interior. 

271 Escuchar las creencias

Joaquina: Debemos escuchar hasta el final nuestros propios razonamientos sobre aquello que creemos que es malo y sobre lo que pensamos que no lo es, y también debemos escuchar los de los demás, porque si lo hacemos, incorporaremos la semilla para el cambio. Me gustaría que hicieras el ejercicio de averiguar tu valor o visión de vida, tu creencia y tu contravalor.

M: Mi visión de la vida es la bondad.

Joaquina: Ahora vamos a ver tu creencia limitadora con respecto a la bondad, y para ello ponte en otro lado, porque el valor y el contravalor lo tenemos en zonas diferentes del cerebro que funcionan a la vez. El valor está en una parte del cerebro, y la creencia limitadora se pone en el otro lado para trabajar. Ahora, piensa en un momento donde hayas visto una persona muy bondadosa a la que le hayan hecho daño. Normalmente es en la familia.  Es muy probable que hayas visto a una persona muy buena maltratada por otra, aunque fuera sin mala intención.

[La génesis de la creencia limitadora está muy marcada en la biografía y, escarbando un poco más, se puede llevar a las personas a que nos digan en qué momento la creencia se inoculó en ellas.]  

Joaquina: Piensa en ese momento en el que has visto a esa persona muy bondadosa en la que la bondad le haya dado alguna dificultad, y eso ha generado en ti la creencia limitadora. ¿Cuál es?

M: Quizá esa persona es mi padre.

Joaquina: No me interesa desnudarte. Sólo quiero que sepas qué ha pasado. Yo daría mi vida porque ningún niño se encontrara en una situación de tener que elegir. Si has elegido la bondad, hay una parte de ti que no has elegido. Esa elección es buenísima, pero junto a ella ha habido una sensación negativa, y es que la gente que no es bondadosa hace daño a los bondadosos, porque no se saben defender. Esto es un ejemplo, y lo que me interesa es que aprendas que la autoestima es un proceso muy interesante de encuentro con nuestra visión infantil. Debemos averiguar qué pasó ahí, qué nos limitó.  Tenemos un padre y una madre que no piensan ni se expresan igual, y nosotros tomamos partido quedándonos con algo y excluyendo algo. Tú has tomado la bondad, y al lado hay algo que no quieres vivir porque te parece que no es bondadoso. Dime, ¿qué creencia tienes en relación con que una persona es muy bondadosa y no se sabe defender?

M: Mi bondad excesiva me puede llevar a perder mis ideales.  A estar en contra de ellos.

Joaquina: Tenemos, por tanto, que tú eres bondad y que tu bondad excesiva te puede llevar a perder tus ideales, a estar en contra de ellos. Algo ha pasado en tu vida para que hayas incorporado una creencia negativa, y me gustaría que lo recordaras.  Uno no pasa de la bondad a creer que pierdes los ideales si eres bondadoso. Ahí ha pasado algo. Por favor, busca dentro de ti algo que realmente repites continuamente y que va contra ti. Y que no sea una creencia sino algo que es como un valor, aunque no sea positivo para ti. Pasa siempre y lo tienes siempre. Cambia de sitio y cuéntamelo.

M: ¿El contravalor? ¿Puede ser huir de conflictos?

Joaquina: Puede que seas una persona que necesitas estar siempre siendo bueno, no generar conflictos, no confrontar. Ahora cambia de sitio y siente la bondad.  Lo que tú vives en la vida es la bondad y la creencia de que la bondad te lleva en muchos casos a perder tus ideales. Eso no sería posible si no hubiera habido un gran bloqueo generado por la creencia de que, si te confrontas, no te van a querer, van a pensar que no eres bondadoso y esta falta de confrontación te está llevando a perder y a creer que no vas a defender tus ideales.  Pues bien, yo quiero decirte algo. Somos personas que funcionamos con un cerebro que hace un trasvase de información. Por un lado, está lo que el cerebro ve, y por otro lo que cree. Lo que ve es real, y lo que cree es perceptivo. Cada vez que pasamos de lo que vemos a lo que creemos, recibimos un golpe que es el que va haciendo que tú decidas no confrontar, porque cada vez que lo hacías alguien te decía que eras malo, y como no quieres ser malo decides que mejor no confrontas. La vida te va a llevar a un momento donde la confrontación se va a producir de forma inevitable, tal vez después de muchos momentos de no confrontar. Tu batalla en la vida es la bondad. Has dejado de luchar con las cosas que te parecían que no eran interesantes y decidiste que la bondad era tu batalla personal y que eso no lo querías cambiar. En tu camino de ir buscando más allá de las cosas, decidiste que confrontar podía ser un riesgo importante, y te has quedado con una creencia de que si eres una persona buena al final tus ideales no los vas a poder defender. Me gustaría que me hablaras sobre esto, porque mi intención es escuchar todas las cosas que te han llevado a ello. Cuéntanos qué ha pasado o cómo has construido esta realidad en la que piensas que la bondad te lleva a perder tus ideales

M: Quizá no he tenido la fuerza necesaria para defender la bondad frente a otros que si la tenían. No sé; no lo tengo muy claro.

Joaquina: Bien; es obvio que hay un discurso interno porque, si no, no habrías llegado a esas conclusiones. Cuéntame alguna situación donde hayas notado que una persona bondadosa de pronto haya estado contra sus ideales y que tú hayas notado que eso era así.

M: En una relación sentimental, por ejemplo.

Joaquina: De acuerdo. Entonces, tú te has traicionado a ti mismo y esa traición ha ocurrido en ese ejercicio bondadoso donde estabas dando lo mejor de ti, pensando que eso abonaba una situación diferente, y te diste cuenta de que en esa situación lo único que hacías era traicionarte a ti mismo. Cuéntame cómo ha sido tu bondad en esos momentos. ¿Cómo has desarrollado esa bondad que tienes?  Me gusta oírlo porque yo no habría llegado nunca a esta conclusión, posiblemente porque la bondad no sea mi planteamiento de vida, pero tengo interés en saber cómo llegas tú a esa conclusión, qué te ha llevado a ella, para poder entender lo que me estas queriendo decir ¿Cómo te sentías en ese momento? ¿Te sentías bondadoso?

M: Sí.

Joaquina: ¿Y qué notabas en ese sentimiento?

M: Que me llenaba.

Joaquina: Muy bien, me voy a quedar con lo que me has dicho, que eres muy bondadoso lo noto, y que estando de alguna manera traicionando tus intereses te sentías bien, feliz y bondadoso, y eso es para mí un dato importante.

Jon: ¿Para qué me cuentas este caso?

Joaquina: Para que nos demos cuenta de que lo importante es que la persona encuentre y exprese, y nosotros reconozcamos y reforcemos su valor y su camino. Trabajar el “sí” y el “no” es un proceso de incorporación de lo que la persona aprendió. Si cuando empezamos una relación con alguien y nos parece que lo que nos está diciendo es de locos y empezamos a querer ganar esa guerra, ¿cómo se va a sentir el otro? Desde luego, no muy bien. Si en cambio nos limitamos a estar cerca y a tratar de aprender de sus creencias, es probable que esa persona empiece a modificar su creencia limitadora. M ha reconocido que era feliz dándose, y eso es lo importante. 

Jon: Entonces, el trabajo es hablar hasta el final de nuestras creencias limitadoras, y dejar que los demás nos hablen hasta el final de las suyas.

Joaquina: En ese camino de búsqueda vamos ciegos, lo hacemos peor o mejor, y desgraciadamente alguien nos golpea, alguien nos dice que no es así, y surge una creencia sobre la que nunca más volvemos a hablar porque la gente nos la quiere quitar. “Pero ¿de qué vas ““eres tonto” “¿cómo puedes decir que la emoción no existe?” “¿cómo puedes decir que te traicionas?” … En las creencias estamos todo el día discutiendo. Y es por ello por lo que no debemos tratar de quitarle sus creencias a los demás. Lo que debemos hacer ahí es escuchar, aceptar y reconocer. Debemos escuchar con toda la atención y reconocer que se ha llegado ahí por una decisión. Hemos llegado después de estar ciegos y decidiendo que queremos contarle al mundo lo que creemos, y entonces el mundo entero se vuelve contra nosotros: “¿Cómo es posible que digas que no vales?”, “Es que estás tonta ¿cómo es posible que digas que no tienes poder?”. Nos encontramos todo el día con que alguien nos dice que lo que estamos diciendo que creemos es mentira. Cuántas veces nos habrán dicho que sí valemos, o que las emociones sí valen, o que no hace falta demostrar que somos bondadosos… ¿y de qué ha servido? De nada. Por tanto, no vale tratar de llevar al otro a tu terreno, lo único válido es escuchar cómo el otro ha llegado ahí. Qué le ha hecho a la persona llegar ahí, para que de ese modo la persona entienda la génesis de su creencia limitadora. Hay que escuchar a la persona, dejar que diga cómo llegó ahí sin contradecirla, sin poner nuestra creencia encima de la suya. Si la persona dice “me voy a arruinar” debemos escucharla, pues sólo si escuchamos y la persona dice su verdad y no se la contradecimos se puede empezar a cambiar, a asimilar nuevos aprendizajes. 

270 ¿Somos idiotas?

Joaquina: Nos levantamos por la mañana con una visión, y acto seguido aparece una creencia limitadora: “No voy a poder, me voy a encontrar con bloqueos” O bien queremos llegar pronto a la oficina, e inmediatamente pensamos: “Va a haber caravana” ¿Cómo puede decirse alguien por la mañana “Hoy quiero pasármelo bien” y luego no puede hacerlo? ¿Cómo podemos decirnos: “Te quiero para toda mi vida, pero no sé si podremos estar toda la vida juntos” o “Quiero ser rico, ¿pero sé que no voy a conseguir el trabajo que necesito”? ¿Acaso somos idiotas? ¿Cómo podemos estar diciéndonos todo el tiempo quiero y no puedo? 

Jon: La verdad es que es una tortura.

Joaquina: Sí, porque no hay ninguna mente lógica que lo pueda soportar. Los animales no lo hacen. Pero nosotros cercenamos media parte de nuestro cerebro. Machacamos el centro calloso, que es el lugar por donde pasan todos nuestros sistemas.  Si quiero llegar pronto a la oficina, ¿voy a salir a la hora de la caravana? ¿Cuál sería aquí el contravalor?

Jon: Que soy un perezoso y que no me levanto porque creo que va a haber caravana. 

Joaquina: ¿Y con qué nos quedamos?

Jon: Con las dos cosas, con el “sí” y el “no”: “Quiero ir pronto y hay caravana”

Joaquina: Eso es lo que estoy viendo todo el día. Ahora bien, si me levanto dos horas antes, no hay caravana, así que, si quiero llegar temprano, tengo la solución.

Jon: Y, sin embargo, preferimos quedarnos en esa contradicción. ¿Por qué?

Joaquina: Nuestra misión no se cumple porque no encontramos la solución. Y no la encontramos debido a que estamos en el contravalor, que es lo que no trabajamos. “Quiero que mi hija me quiera mucho”, y luego nos pasamos el día machacándola y no dejándole hacer lo que quiere. ¿Qué hay aquí? Lo que hay es un “No confío en mi hija”.  ¿Pero nos decimos eso? No, lo que nos decimos es: “Es que no me hace caso, no entiendo lo que pasa”. Y sin embargo no nos trabajamos la desconfianza.  No nos trabajamos el meollo de la cuestión, pues “Quiero a mi hija y desconfío de ella” no pueden estar juntos por más que una madre no lo crea.

Jon: Deduzco entonces que deberíamos trabajar las creencias, y jamás el contravalor.

Joaquina: Hay un elemento que debemos descubrir, que es el que destruye nuestra visión, y que hemos colocado ahí porque nos aterroriza todo el trabajo que conlleva llegar pronto a la oficina, ser estupendos, etcétera. Imagínate que tu contravalor es tener que ser bueno. Si es así, ¿pensarías que eres bueno?

Jon: No.

Joaquina: Imagina también que tu valor es la bondad. Y te pregunto: ¿Qué creencia limitadora tienes ahí? ¿Qué crees que pasa con la gente bondadosa? ¿Qué mal piensas que le puede suceder a la gente muy buena?

Jon: Los bondadosos no están a su servicio, sino al de los demás.

Joaquina: Analiza tu vida. ¿Es así?

Jon: Sí. Siempre acabo traicionando mis intereses personales…

Joaquina: ¿Qué pasaría si no estuvieras al servicio de los demás? ¿Qué perderías?

Jon: El buen concepto sobre mí mismo.

Joaquina: Lo cual quiere decir que cercenas el 50 % de tus posibilidades en el mundo, que son saber decir “no”. Estás hipotecando tu vida en aras de ser aceptado, de que los demás te vean bueno. ¿Estás de acuerdo?

Jon: Es duro.

Joaquina: Llevamos toda una vida diciendo “no” a cosas que queremos decir “sí” y “sí” a cosas que queremos decir “no”, y normalmente pensamos que es el espacio de fuera el que nos lleva al conflicto. Sin embargo, no son los demás los culpables, somos nosotros, y por eso yo lo que quiero en esta vida es que sepamos que el autoconocimiento son mil canciones sonando en el corazón, porque no hay nada más liberador que darnos cuenta de eso. Sólo si entendemos este circuito vamos a ser capaces de cambiarlo. Y si hemos visto que el valor y el contravalor no se pueden cambiar, tendremos que empezar a trabajar en el terreno de las creencias descubriendo la verdadera creencia que hay detrás, y qué apoya esa creencia.

Jon: Yo pienso que el mundo se cambia con la inteligencia, y ese es mi valor. ¿Cómo trabajarías conmigo?

Joaquina: Ese valor no lo puedo tocar, tan sólo lo puedo reconocer y disfrutarlo para afianzarlo. Por tu parte, el contravalor solo lo podemos reconocer y aceptar, pero tampoco podemos tocarlo.  La creencia que tienes sí la puedo trabajar. ¿Cuál es esa creencia?

Jon: Que si me pongo emocional me volvía torpe.

Joaquina: Esa creencia la trabajaría no obligándote a aprender de los demás, porque eso sería tocarte el contravalor. Y si te abordo desde el coaching tradicional seguro que te enrocas. No te puedo tratar desde el conflicto, sino desde la solución. No puedo decirte tampoco que razones, es decir, no puedo abordarte con un planteamiento del tipo: “¿Conoces a alguien emocional que sea inteligente?”, porque no te interesa saber si la gente emocional es inteligente. No te interesa porque si es inteligente entonces pensarás que no eres emocional. Ese es tu esquema mental, y siempre vas a razonar desde ahí, por tanto, no hay que tocarlo.

Jon: Échame a los leones, soy un caso perdido.

Joaquina: Estás ahora en un mundo de búsqueda, con los ojos tapados, buscas tu verdad y no puedo destaparte los ojos. Te los tiene que destapar tú.  Me parece muy bien tu creencia, pues seguramente responde a tu decisión de no combatir contra lo que no puedes. Cuéntame cómo has llegado a esa conclusión.

Jon: Creo que la inteligencia, las facultades cognitivas y la razón pueden cambiar el mundo primero porque históricamente nadie lo ha hecho desde ningún otro lado, y los que lo han hecho desde otro lado lo han hecho manipulando las emociones. Creo que el mundo y los grandes líderes, cuando han sido emocionales, sí que han conseguido cambios, pero no han sido nunca cambios duraderos. Esto en la parte social. Personalmente, creo que las personas solo podemos cambiar con la intención de cambiar. Se puede jugar, pero al final hay un proceso lógico, y debemos llevar ahí nuestra inteligencia para que ese proceso lo entendamos y lo podamos aplicar. Obviamente, muchas veces me doy cuenta de que la inteligencia puramente conceptual no es efectiva desde el punto de vista comunicativo, y por eso la emoción puede ser interesante para apoyar esa inteligencia, pero sin inteligencia sería un proceso vacío.  Un orador puede subirse a un estrado y hacer que la gente se emocione y llore, pero si sólo hay emoción al día siguiente nos despertaremos como si nada hubiera ocurrido, sin que se haya producido ningún cambio. Pero si el orador explica un proceso inteligente que entra en nuestra parte inteligente y nosotros comprendemos el concepto que hay detrás y entendemos la lógica, entendemos las ideas, ahí es cuando vamos a cambiar.

Joaquina: -Te agradezco mucho tus palabras.  Quiero retomar lo que acabas de decir porque me ha parecido muy inteligente.  He entendido, y espero no estar equivocada, que tu conclusión es que la inteligencia acompañada de la emoción es la que llega a las personas, pero que es la inteligencia la que lo está rigiendo. Con todo, has reconocido que esa emoción es la que está permitiendo que conecte con los demás. ¿He entendido bien?

Jon: Sí.

Joaquina: Estoy totalmente de acuerdo contigo en dos cosas importantes: que tú has llegado a esa conclusión porque la vida te ha llevado a ello, y que yo he llegado a la conclusión de que, si no hay emoción, si no hay un cambio químico, la inteligencia se convierte en árida y solitaria, pero que sin inteligencia y sin emoción no hay transmisión. Te agradezco infinitamente que lo hayas reconocido. 

269 Visión de nosotros mismos

Joaquina: Jamás habríamos perdido nuestra misión, es decir, nuestra manera de llevar a cabo nuestra visión, sin entorpecerla o anularla con creencias limitadoras, si alguno de nuestros progenitores no nos hubiera dicho que la manera en cómo llevábamos a cabo nuestra misión no era correcta. Si eso no hubiese acontecido, jamás habríamos caído en la baja autoestima. 

Jon: Estás diciendo que la creencia limitadora siempre es una castración familiar. Alguien nos dijo no valíamos, que no podíamos, y nosotros, para no llegar a ese punto, generamos el contravalor.

Joaquina: Sí. Un día, uno de sus padres le dijo a la persona cuyo valor era la inteligencia que las personas inteligentes no tenían emociones (seguramente ese día a esa persona se le ocurrió expresar emociones delante de su progenitor), y ese día esa persona eligió ser inteligente sin emociones.

Jon: Me suena esa indirecta tan directa.

Joaquina: Imagínate que tienes una hija que decide que quiere dedicarse a vestirse con un traje de faralaes y bailar flamenco. Imagina que esa es su visión, y que la tuya es la inteligencia conceptual. Es muy probable, puesto que tu valor es ese tipo de inteligencia, que te horrorices ante la visión de tu hija y que acabes diciéndole que no es propio de niñas inteligentes dedicarse a ser folclóricas. Ahí tu hija va a colocar un contravalor para defenderse de no bailar. Ella va a seguir bailando, pero en su misión tendrá una creencia limitadora.

Jon: Entendido.

Joaquina: Nacemos en un mundo de macroposibilidades que vamos consumiendo, y tenemos un eje central que es la llamada que llevamos interiormente, y que va haciendo que situaciones positivas o negativas nos vayan metiendo en el embudo. Cada una de estas situaciones está pidiendo que se cumpla lo que para nosotros es nuestra visión, esa visión que hemos tenido desde pequeños de nosotros mismos. En la medida que vamos cumpliendo años contra nuestra visión, vamos recibiendo golpes duros que son rupturas, ruinas, hijos que nos desobedecen, pérdidas de trabajo… La vida nos va metiendo en el embudo, y si llegamos a un punto donde la visión no se ha cumplido, viene la crisis vital, que siempre nos hace enfermar gravemente (emocionalmente, psicológicamente, mentalmente, a nivel físico) de lo que es nuestra visión.

Jon: ¿Todas las enfermedades son avisos a una llamada a entrar en nuestra visión?

Joaquina: Sí, pues esta visión está por encima del mundo, de las parejas, de los padres…  y está continuamente llamándonos a su cumplimiento. Si no le hacemos caso, nos irá acorralando e iremos viviendo experiencias cada día más dolorosas (dinero, pérdida de hijos, de familia), experiencias que nos piden que salgamos del contravalor y de las creencias negativas. Y nos lo piden poniéndonos trampas, y eso es lo más doloroso de todo, porque nos lo pide llevándonos al terreno negativo (ahora con una operación, mañana con la enfermedad de un hijo, pasado con la pérdida de trabajo).

Jon: Mirando el pasado me doy cuenta de que el ir negando mi visión me ha acarreado pérdidas de personas muy importantes. 

Joaquina: Yo a los 29 años perdí a mi padre porque no hubiera sido capaz de hacer nada de lo que he hecho si él hubiera estado vivo. ¿Qué habría sido de mí si después de morirse él yo no hubiera atendido a mi visión? Yo no tenía la capacidad de luchar contra él, no tenía la capacidad de contradecirle, de hacer algo que a él le molestara. Y cuando tenía 29 años y le tuve que enterrar. Me pasé toda la noche con él diciéndole todo lo que le amaba. Mi padre es la persona a la que más he amado en mi vida, y esa noche le dije todo lo que no había hecho por él. No permití que nadie entrara en la habitación, e hice un recuento de todas las cosas que había anulado en mi vida, que eran cosas con las que a partir de ese momento me tenía que comprometer. Yo sabía que ya no podía permitirme no hacerlo, y que su marcha era para mí una liberación. Una liberación para mi gran cobardía. A partir de ese momento ya no podría permitirme no desarrollarme personalmente, cosa que no me atreví a hacer mientras él estuvo vivo. Y a día de hoy ya no dejo nada atrás por ser cobarde.

Jon: Gracias por compartir.

Joaquina: Hay una parte de nosotros que está condenada a que nuestra visión se cumpla, y sería bueno que dedicáramos unos minutos a pensar en la cantidad de experiencias que hemos vivido de daño profesional, de daño espiritual, de daño emocional, y cómo obedecer a nuestro valor o a nuestro contravalor nos ha llevado bien al éxito, bien a la destrucción.  A la persona que tenía como contravalor que no se puede ser inteligente con las emociones, la puse a examinar todo lo que había perdido debido a esta creencia, pues la inteligencia nada puede hacer con o contra lo que necesita emoción.

Jon: Es costoso conocernos y aceptar nuestros hándicaps. Incluso el ver nuestra visión cuesta un esfuerzo, pues no estamos acostumbrados a mirarla cara a cara.

Joaquina: Hace ya muchos años que pensé que qué demonios estábamos haciendo en un mundo donde las empresas tienen visiones y misiones y nosotros, que somos los hacedores de la vida, no sabemos hacia dónde vamos. ¿Acaso los señores de Coca-Cola son más importantes que nosotros? ¿Vender coches o palomitas es más importante que nosotros? Cualquier empresa, por pequeña que sea, tiene una visión y unos valores para cumplirla, y a partir de ellos se pone a trabajar. Cuando se da cuenta de que tiene una creencia limitadora, la trabaja para poder salir adelante. Pues bien, o nos planteamos tener esa capacidad de vernos haciendo cosas importantes para nosotros y para el mundo, pero sobre todo para nosotros, o estamos perdidos. Es necesario que nos acerquemos a nuestra pareja con una visión, con un compromiso de mirarnos, y lo mismo con nuestra profesión, con nuestros hijos, con nuestra familia y amigos.  Y es que, si no tenemos clara la visión que poseemos nos perderemos en el camino a través de creencias limitadoras, pensando que no valemos, pensando que somos unos inútiles, y eso no nos lo podemos permitir si no queremos malgastar nuestra vida.

Creo que autoconocerse es bueno. Creo que la persona tiene una visión de sí misma y no hace un plan de acción. Si yo quiero cambiar el mundo de las inversiones, tengo que hacer un plan de recorrido, pero sobre todo tengo que ver cuál es mi contravalor, tengo que ver qué trampa me estoy poniendo para no llegar a lo que sea. No hay ninguna persona   que no pueda conseguir su visión, como tampoco hay ninguna persona que no tenga un contravalor por miedo a que la dejen de querer. Hay dos elementos que nos llevan al contravalor: el miedo a que no nos reconozcan, y el miedo a que no nos quieran. No decimos “sí” o “no” involuntariamente porque no sepamos lo que realmente queremos, sino por miedo a que no nos quieran o a que no nos reconozcan.  Y en la medida en que cumplimos nuestra visión y penetramos en ella, somos mucho más capaces de encontrar nuestra misión, de encontrar nuestro camino de desarrollo.

268 Visión y misión

Jon: Se habla mucho, sobre todo en el mundo empresarial de la misión y de la visión. ¿Dónde ves tú las diferencias?

Joaquina: La visión hace referencia a nuestros valores o ideales, la visión que tenemos del mundo, y la misión se refiere a las creencias que poseemos para cumplir nuestra visión.

Jon: Es decir, que vemos el mundo de una manera y queremos hacer realidad esa visión del mundo.

Joaquina: Sí. El término misión aúna dos elementos: el objetivo vital que tenemos, lo que queremos hacer en la vida, y el proceso para lograrlo. Los valores o ideales no podemos modificarlos, pero las creencias sí, y ahí es donde entra nuestro trabajo con nosotros y con los demás. Fíjate en que la misión refleja nuestra visión, el contravalor y la creencia limitadora, creencia que pensamos que si la tocamos estamos perdidos. La creencia limitadora destruye nuestra misión.

Jon: Entonces, la creencia limitadora está relacionada con lo que nosotros pensamos sobre nuestra visión.

Joaquina: Sí, y es muy importante que en la visión no metas ideales ajenos, es decir, cosas que te parecen bien, las típicas ideas bonitas que están en el ambiente, pero que no ejerces. Un valor lo es porque lo llevamos todo el tiempo a la práctica.  

Jon: Así que no vale decir que nuestra visión de vida es, por ejemplo, que la educación cambia el mundo, si no nos dedicamos diariamente a educar, con una vocación que nos surge de dentro y a la que estamos abocados.

Joaquina: Además de ser algo a lo que estamos dedicados, tiene que ser concreta. No vale decir que nuestra visión es estar al servicio, si no sabemos de qué estamos al servicio. Por ejemplo, hace unos días estuve trabajando con una mujer joven, y me dijo que su visión era estar al servicio. Yo le respondí:

            “-Acuérdate de que es una visión que te va a llevar a hacer algo.

-Mi visión es que lo que yo voy aprendiendo lo pongo al servicio a los demás.

– ¿Y cómo lo formularías?

– Mi visión es apoyar al cambio o acompañar en el cambio.

-Tu visión es estar al servicio para apoyar en el cambio. ¿Y cuál es tu creencia limitadora con respecto a eso?

-Pienso que no valgo.

– ¿Y cuál es tu contravalor?

– Ser valorada, gustar.

– Pues dilo todo ahora alto y fuerte

– ¡Yo lo que quiero es estar al servicio para generar cambios!

– Bien, ¿y qué pasa?

– Pues que pierdo la fuerza. Me pierdo cuando necesito me valoren.

– ¿Para qué utilizas tu creencia de que si no gustas no vales para nada?

– Como entre ahí estoy perdida.

– ¿Y cuándo puedes estar al servicio para generar cambios?

– Cuando me doy cuenta de lo que sé.

– ¿Y?

– Y lo pongo al servicio.

– Tu problema es éste: ¡me doy cuenta de lo que sé, pero es que no me lo ha dicho el jefe! ¡soy estupenda, pero no me lo ha dicho mi padre! ¡soy genial, pero no me lo dice mi hermano!… Estás diciéndote sí y no a la vez”

Jon: Esto es lo que genera esta creencia limitadora. Tenemos nuestra visión diciéndonos “sí” y nuestro contraideal diciéndonos “no”, y cuando entramos en esta contradicción se genera la creencia limitadora.

Joaquina: Estamos en todo a la vez, y nuestra misión se aborta por el contravalor.  Cuanto tengamos más claro qué elemento tenemos en el contravalor, más fácil nos será salir. Y desde aquí comprenderemos que no hay nadie fuera que nos haga decir un “sí” o un “no” cuando no queremos, sino que estos se producen dentro de nosotros.  

Jon: ¿Cómo se arregla este entuerto de contradicciones?

Joaquina: Hay que poner valor en el contravalor. Los profesionales del coaching deberían enfocar su trabajo para que la persona encuentre sentido a lo que hace, de tal modo que si se encuentran con alguien que afirma que no vale, sepa que tiene que llevar a esa persona a encontrar situaciones en las que sí ha sido válida y empezar a cambiar a esa persona desde ahí.

Jon: Esto es igual que saber cómo se invierte en bolsa: hay que aprender el proceso para poder manejarlo.

Joaquina: El paso del valor al contravalor no se produce de manera espontánea. Si alguien dice que su valor es tener éxito en todo lo que se proponga y su contravalor es que no vale, eso no ha surgido de un día para otro. Quienes sean maestros sería bueno que aprendieran a sacarles el valor a los niños, y en general todos deberíamos estar atentos a cuándo nuestros amigos, familia y parejas nos dicen que pueden y no pueden hacer algo, cuándo se contradicen.

267 Respeto incondicional

Joaquina: Transformemos el mundo desde el terreno desde donde se puede cambiar. Entremos en el terreno de la conversación, donde es posible el intercambio de ideas, donde todos los ideales son válidos, donde nos acercamos a las creencias de los demás sin devaluarlas desde el prejuicio. Es más: hagamos posible un mundo donde el violador pueda hablar al lado del que no viola, donde el que asesina pueda estar al lado del que no asesina, donde al que le gusta la tecnología pueda estar al lado del que le gusta la música. No expulsemos a nadie, y que eso no signifique que nos veamos obligados a adoptar sus valores y creencias. A lo que apelo es al respeto incondicional. Si queremos que alguien deje de matar, tenemos que entrar en el terreno del consenso y la tolerancia, nunca en el terreno de que nuestro ideal es que no se mate, la no guerra, pues entonces haremos la guerra en nombre de la paz, lo cual no tiene ningún sentido. Lo que sí tiene sentido es dialogar con el ideal del otro y ver qué le llevó a la guerra, o a tapar su rostro, o a comerse a otro ser humano. Yo no puedo entender qué le lleva a alguien a comerse a otra persona, puesto que no me he comido a nadie, y debería tener la humildad de reconocerlo en lugar de censurar una práctica que no sé qué puede procurar.

Jon: Un poco extremos tus ejemplos ¿no?

Joaquina: Lo sé. Vamos a verlo en una situación cotidiana. Si por ejemplo en una pareja uno de los miembros siempre tiene prisa y el otro va muy lento, y ambas actitudes son fuente de conflicto, tendremos que consensuar conversando. Tendremos que partir no de “es que tú tienes más prisa y yo tengo menos”, sino de “si queremos hacer algo juntos, tenemos que plantearnos que la prisa no existe y que la lentitud tampoco; existe el tiempo, y el tiempo hay que manejarlo no como lo entiendes tú ni como lo entiendo yo, sino como se da”. También tendremos que entender ahí nuestros “yo no puedo ir tan rápido” y “yo no puedo ir tan lento”; tal vez alguna de esas dos afirmaciones sea un contravalor, pero debemos empezar por dialogarlo en lugar de por reprocharle al otro su conducta. 

Jon: ¿Cuáles son los grandes contravalores?

Joaquina: El tiempo, el sexo, el dinero, el poder… En realidad, todos los contravalores pueden resumirse en dos: el reconocimiento y la aceptación. El reconocimiento refiere a que reconozcan lo que hacemos porque nosotros no nos reconocemos, y la aceptación es la necesidad de que nos acepten los demás porque nosotros no nos aceptamos. Vivimos en un embudo, en una cárcel que nos hemos fabricado nosotros. Como no nos gusta profundizar, creemos que son las circunstancias de la vida las que nos arrinconan, y cuando queremos darnos cuenta estamos sumidos en una profunda crisis de la que nos cuesta salir, y con la que es posible que nos destruyamos. Si obedecemos a nuestro ideal, nos será más fácil lograr lo que nos proponemos, pero si le abrimos la puerta al contraideal, nos arruinaremos la vida.

Jon: Turgot planteaba retos muy interesantes. Él decía que “el mundo es enigmático, y cuando el hombre comienza a buscar la verdad se encuentra en medio de un laberinto donde entra con los ojos vendados” Turgot nos recuerda que cuando el hombre se empieza a buscar no se ve.

Joaquina: Todos buscamos la verdad con los ojos vendados; ahí somos iguales, si bien no buscamos la misma verdad. Deberíamos darnos cuenta de que el mundo entero está con los ojos vendados porque está buscando la verdad, y no debemos tratar de quitar ninguna venda. Tan sólo debemos acompañar al otro, y ya se quitará él la venda cuando sea oportuno. Sin embargo, normalmente lo que tratamos de hacer es lo contrario: tratar de quitarle la venda a quienes nos rodean; pensar que el otro tiene que ver tal como vemos nosotros, que también llevamos una venda.

Jon: Si nosotros también llevamos una venda, ¿cómo nos permitimos darle las respuestas al otro?  Teniendo además en cuenta que el otro tiene una venda puesta con una intención distinta a la nuestra, y que por tanto la verdad que tiene que encontrar es diferente. 

Joaquina: Cada uno tenemos un camino distinto, y eso se refleja en nuestros ideales y en nuestros contraideales. No buscamos lo mismo, ni nos destruimos del mismo modo. Por tanto, somos nosotros mismos los que debemos descubrir qué nos pasa. No podemos esperar a que otro nos lo diga. Todo lo que yo puedo hacer como profesional de la autoayuda es tratar de hacer más fácil el camino para que el otro descubra su hándicap, pero no puedo decirle qué le pasa, pues eso lo tiene que averiguar cada cual.

Jon: Después Voltaire dio otra vuelta de tuerca a la situación cuando habló sobre la tolerancia sentenciando: “La tolerancia es la panacea de la humanidad, todos los hombres estamos llenos de flaquezas y errores, razón por la cual debemos aprender a perdonarnos recíprocamente. Como dicta la primera ley de la naturaleza, la discordia es la gran calamidad que padece todo el género humano y la tolerancia hoy por hoy es su único remedio” ¿Significa eso que no podemos ser críticos?

Joaquina: Hay que ser crítico, pero si hay algo que no podemos modificar, debemos saber que todo lo que podemos hacer es aproximar posturas. Voltaire dijo que debíamos tener un espacio para decir lo que pensamos, y ese espacio tendría que ser indestructible, pues permite que le demos a los otros la oportunidad de decir aquello en lo que no coincidimos, lo que a su vez abre la puerta del aprendizaje. Poco podemos aprender si sólo atendemos a quienes dicen y piensan lo mismo que nosotros. Te dejo con estas tres preguntas para tu reflexión:

  • ¿Eres de los que están batallando todos los días contra lo que no se puede cambiar?
  • ¿Eres de los que no se da cuenta de que estás en un camino de búsqueda y que el otro está en el mismo laberinto que tú, y quieres imponerle tu verdad como si fuera única?
  • ¿Eres de los que no dejas que los demás te digan lo que piensan?

266 Respetar el camino del otro

Joaquina: Imagínate que eres el quinto hijo de una familia de clase baja, y que has nacido en último lugar.  Imagínate que por esta circunstancia en casa no te tienen demasiado en cuenta, pero que sin embargo posees una inteligencia que hace que destaques en los estudios, y que un colegio privado te da una beca. En el colegio, por la forma de vestir y de estar, los demás se darán cuenta de que no eres de su nivel económico, y empezarán las risitas. Si piensas que tienes que vencer todo eso y comienzas a batallar con tus armas y finalmente consigues que se te escuche y ser el mejor, batallando al mismo tiempo contra tus enemigos y pensando que en el fondo estás solo,  que tienes que pelear las cosas en soledad y que nadie te va a ayudar jamás porque el mundo es un sálvese quien pueda. Cuando cumplas los 22, acabes tu carrera de económicas y vayas al mundo de la empresa, ¿qué pasará?

Jon: Que voy a luchar por ser el mejor.

Joaquina: Exacto, y vas a creer que eres el mejor, que vas a luchar y a triunfar hasta llegar arriba. Ahora bien, una vez arriba vas a dar por sentado que los de abajo van a hacer lo mismo que has hecho tú, y por lo tanto vas a estar todo el rato sin dejar de batallar ni de desconfiar. Imagínate que junto a ti hay una persona cuyas circunstancias han sido parecidas a las tuyas: último de cinco hermanos, inteligente, se le ha dado bien el estudio, pero con la diferencia de que su familia era pudiente, y por tanto sin que esa persona esté programada para luchar todo el tiempo contra los demás. Si eres su jefe y esta persona que tiene cualidades: es inteligente, ha logrado su puesto con tranquilidad y serenidad… ¿Qué piensas que vas a hacer con esta persona que está a tu cargo, que no ha tenido que luchar y que piensas que le ha sido todo muy fácil y te va a quitar el puesto? 

Jon: Voy a machacarle.

Joaquina: ¿Qué va a pensar la otra persona de ti?

Jon: Que soy un asesino y un trepa ¿Y cuántas personas van a recordar que le estás haciendo al otro lo que te han hecho a ti?

Jon: Ninguna. 

Joaquina: Cada vez que pienses en una persona, es imprescindible que pienses en su recorrido, pues no hay nadie malo en el mundo. Sólo hay personas que han crecido de una manera que los ha llevado a un lugar que no es productivo ni para ellos ni para los demás. Si quieres cambiar el mundo, eso no se hace tocando los ideales de los demás, sino enseñando a compartir cosas diferentes. Debes respetar el camino de todo el mundo, porque todo el mundo ha llegado ahí por algo, ha llegado ahí de una manera, y esa manera no se puede obviar. Cada vez que estemos luchando contra una persona en el terreno de los ideales, habremos olvidado que su estructura se formó y se conformó de 0 a 12 años, y que no fue capaz de hacerlo de otra manera. Y esa manera, si la cambia, lo hará porque se haga consciente, y no porque los demás consideren que es mala o equivocada. La persona que ejerce la autoridad cree que no hay otra forma de vivir, la que se somete cree que no hay otra forma de hacerlo, la que miente cree que no hay otra forma, la persona que mata cree que no hay otra forma.

Jon: ¿Quiere decir eso que tenemos que aceptar el asesinato y la mentira?

Joaquina: No. Quiere decir que hay que encontrar herramientas que permitan que funcionemos con lo mejor, y no con lo que nos destruye a nosotros mismos y a los demás. No tiene ningún sentido que ataquemos lo que no coincide con nosotros, pues de ese modo no solucionaremos nada. Si hemos nacido en Gijón y nos encontramos con alguien que ha nacido en Marruecos, en vano vamos a tratar de que los dos pensemos igual.

Jon: ¿Entonces?

Joaquina: Lo que debemos hacer es trabajarnos individualmente los contraideales y dejar que los ideales se fortalezcan. Debemos saber que hemos nacido con unos ideales, y que estos ideales se van a mantener a lo largo de nuestra vida. Tal vez los ampliaremos con otros nuevos, pero en ningún caso los modificaremos. Hay que respetar la historia personal de cada cual, en la que se han generado sus ideales.  Por ejemplo, pongamos que somos madres y que tenemos un hijo de 16 años, y que todas las tardes merendamos con él.  Le estaremos enseñando que mamá viene las tardes a merendar con él.  Tal vez nuestro hijo tenga un amigo cuya madre jamás merienda con él, e incluso puede ser que nuestro hijo esté hasta el gorro de merendar con nosotros, y que sueñe con tener una madre que le deje merendar solo. Sin embargo, y a pesar de esa circunstancia, lo que es cierto es que le estamos inculcando un valor de protección. Él se lo puede adjudicar como valor o como contravalor, pero el caso es que nosotros estamos ahí y somos responsables de lo que le hemos generado: la maternidad, el apoyo, el amor incondicional, etc. Si nuestro hijo incorpora lo que le enseñamos como ideales, será una persona que tiene el valor del amor incondicional, el valor de estar, de la colaboración, de participar… Y si lo acepta como valor, no lo va a cambiar nunca. Si el día de mañana nuestro hijo se casa con una persona cuya madre jamás iba a merendar con ella, cuando tengan hijos aparecerá el ideal de uno de que hay que estar siempre con los hijos, enfrentado al ideal del otro de dejar a los hijos solos. Y ahí viene la guerra y el divorcio.  Es por ello por lo que conviene poner en común tanto nuestros valores como nuestros contravalores, porque se trata de instancias inmodificables.

Jon: Como todos tenemos muchos valores, ¿cómo elegir el importante?

Joaquina: Efectivamente, todos tenemos muchos valores, pero hay uno que es fundamental, y que es el que nos lleva a que nos crispemos cuando el otro no lo tiene. Cuando vemos amenazado nuestro valor fundamental no cedemos. El “sí” y el “no” tienen que ver con la aceptación de la diversidad. Podemos ser estupendos, y de pronto llega una persona que no nos gusta y nos convertimos en unos seres insoportables. O la persona a la que amamos dice algo que no soportamos y nos convertimos en unos monstruos.  Y aquí lo importante es que sepamos que hay algo que nos impulsa al crecimiento, y algo que nos detiene y nos destruye. Busca un valor que es esencial porque te lleva a crecer, y luego un contravalor que te hace detenerte.

Jon: ¿Cómo encuentro el contravalor?

Joaquina: Examinando los siguientes parámetros: Sin son culturales. Si son reacciones familiares. A veces has de averiguar si el contravalor es una venganza que surge como consecuencia de odiar a uno de los progenitores. Encontrar el contravalor y respetarlo es lo que permite el cambio.

265 Ideales y contraideales

Joaquina: Mi madre tenía para mí un contravalor muy grande cuando yo era pequeña. Yo pensaba que la mujer jamás tendría que estar cuidando a un hombre. Me parecía que yo era un ser sublime, y que no había nacido para cuidar a un hombre (hacerle la comida, lavarle la ropa, etc.). Me parecía asimismo que los hombres se debían aprender a cuidar solos. Estas eran las cosas con las que yo fabulaba de pequeña mientras mi madre se consagraba de la mañana a la noche a cuidar a mi padre. Yo detestaba que las mujeres tuviéramos que ser esclavas de los hombres. Llegó un día en el que tuvimos un gran enfrentamiento ella y yo, un enfrentamiento debido a que ella me argumentó que para qué iba a estudiar si mi vida iba a ser cocinar, limpiar y cuidar a un hombre. Yo le respondí que antes prefería estar muerta, que si yo había nacido para cocinar y fregar como ella prefería no vivir. Al final, lo que nos dice nuestro entorno y nuestra familia se acaba convirtiendo en nuestra ley, y es urgente que lo localices para poder cambiarlo, por lo que deberías de nuevo tomar el boli y el cuaderno y hacer una lista de las cosas que se han establecido en tu vida porque así lo aprendiste de tus padres, y no somos capaces de quitártelo.

Jon: ¿Entonces los contraideales son lo mismo que las creencias?

Joaquina: Los ideales y los contraideales no tienen que ver con lo que hacemos, sino con lo que somos. Están antes de la acción, y no son creencias, pues las creencias se pueden modificar. Por ejemplo, mi ideal es el autoconocimiento, y mi contraideal es que yo no tengo poder, y eso, aunque lo parezca, no es una creencia en la medida en que no puedo cambiarlo, puesto que soy esos valores. De nada serviría que alguien me argumentase en contra de ello. Los ideales es lo que somos; las creencias son lo que creemos. Las creencias mutan, podemos discutirlas y argumentar a favor o en contra. Los ideales permanecen inalterables.

Jon: Un ejemplo podría ser un ludópata, que tiene como contravalor que el juego es vida, y de nada servirá que le argumentemos en contra. Es él quien tiene que cambiar ese contravalor.

Joaquina: Exacto. Asimismo, un alcohólico cree que el alcohol es él, y eso tiene que quitárselo él, y no nosotros. No podemos decirle que deje de beber porque el alcohol se ha convertido en él.  Lo mismo ocurre con los hipocondríacos, que piensan que la enfermedad está en ellos. No es que crean que van a enfermar, es que están enfermos y no podemos convencerles de que no lo están. 

Jon: Donde veo que salen mucho a la luz es en pareja, y sobre todo cuando tienen un hijo. Surge un cisma familiar pues, inmediatamente aparecen los ideales y los contraideales de ambas familias, que chocan.

Joaquina: Para poder llegar a decir “sí” o “no” con libertad, para tener autoestima, necesitamos saber cuál es el detractor de nuestro éxito, un detractor que está dentro de nosotros. También debemos averiguar qué es lo que nos ayuda a llegar al éxito, y que también lo llevamos dentro. Si nos permitimos conocer nuestro interior en profundidad y nos damos cuenta de que tenemos algo que nunca nos ha permitido respirar, que no nos deja ser de otra manera a pesar de que nos está haciendo daño, no avanzaremos, pues estaremos cometiendo una y otra vez el mismo error. 

Jon: Y, si te he entendido bien, además tratamos de abordar nuestro contraideal como si fuera una creencia nunca lo vamos a superar. 

Joaquina: Necesitamos trabajarlo como un ideal que hemos adquirido para no avanzar en nuestra vida. En realidad, llevamos en la vida dos parejas: la persona interna, el yo interno que nos hace crecer, y el yo interno que no nos deja crecer. Esos dos yo están con nosotros; el que nos deja avanzar y el que no nos deja hacer. Es imprescindible para aprender a decir si y a decir no que conozcamos cuál es la parte de nosotros que no vamos a poder tocar.  Si no somos capaces de descubrirla y trabajarla, el día menos pensado nuestro detractor estará en nuestros hijos y en nuestras parejas, pues tanto los ideales como los contraideales se generan en la familia, y si no se trabajan, se reproducen en la familia que nosotros formamos.  Por ello, en el momento en que trabajamos la familia y la herencia familiar de una manera concreta, logramos avanzar.  Y es que, cuando hablamos de familia, hablamos de autoestima.  El niño de 0 a 12 años tiene que crear su autoestima a partir de lo que aprende de sus padres; cuando no la genera, luego hay que trabajarla desde la conciencia.

Jon: ¿Cómo trabajamos la autoestima si ya hemos pasado de los 12 años?

Joaquina: Para curar la autoestima, lo primero que necesitamos tener es voluntad, y la segunda cosa imprescindible es tener tolerancia, capacidad para decirnos “sí” y “no”, esto es, dar un paso hacia adelante sabiendo hacia dónde lo damos, y para ello es imprescindible conocernos. Aquel que se ha dicho, por ejemplo, “Yo no puedo ser delicado porque si lo soy no existo” es una persona que se va destruyendo a sí misma. Da igual lo que le digas: si ese es su contravalor, lo va a seguir utilizando hasta que realmente entienda que lo está utilizando para no tener autoestima. 

Jon: Entonces, tenemos a alguien que nos da autoestima y alguien que nos la destruye, y ese alguien está dentro de nosotros.

Joaquina: Nosotros le hemos entregado el poder a esas dos instancias, le hemos dado el poder de construirnos y de destruirnos, y si no localizamos dichas instancias, no vamos a ser capaces de desarrollar la tolerancia. Si en una pareja hay uno cuyo ideal es que hay que vivir muy deprisa, y otro cuyo ideal es la lentitud, si ambos no se dan cuenta que poseen dos formas distintas de ser y que además no son negociables, acabarán rompiendo, porque el ideal y el contraideal no pueden ser tocados.

Jon: ¿Y si cuando analizamos nuestros contraideales nos topamos con varios?

Joaquina: Eso quiere decir que no estamos mirando al contraideal (sólo hay uno), sino a nuestras creencias. El contraideal es aquello que en cualquier circunstancia surge como una forma de separación de los demás y de nosotros mismos. Además, mientras que las creencias cambian, el contravalor permanece. La creencia la podemos cambiar porque ha habido una situación donde se ha dado en positivo, pero el contravalor no se ha dado nunca en positivo.

Jon: ¿Entonces?

Joaquina: El contravalor lo vamos superando en la medida que vamos entendiéndolo, pero no en la medida en que lo estamos contraviniendo.  Una cosa que debemos tener en cuenta es que al contravalor no se le puede contradecir. Si luchamos contra él, nuestro contravalor encontrará otras formas de atacarnos.  Y los valores, estén en positivo o negativo, no pueden ser objeto de una conversación, pues no atienden a razones. Nunca podremos hablar de ellos para luchar contra ellos, podemos hablar sobre ellos para enseñarlos. Recuerda: siempre que luches contra el ideal de alguien, estarás luchando contra su persona. En el momento que nos demos cuenta de que nuestros ideales son los regentes de las ideas, los que hacen que pensemos de una determinada manera y no de otra, nos daremos cuenta de que desde ahí podemos iniciar un diálogo con el otro, pues seremos conscientes de que nuestros ideales son sólo nuestros, y de que el otro tiene los suyos y está determinado por ellos. Si yo soy creyente y mi interlocutor no lo es, escucharé lo que piensa, pero no entraré en discusiones, pues es una pérdida de tiempo discutir con el ideal.

Jon: Entonces, ¿qué podemos hacer con todas aquellas cosas que vienen de nuestros ideales?

Joaquina: Lo único que podemos es compartir nuestros puntos de vista y que el otro haga lo que quiera con ellos. Los ideales son la vida, y aquí no podemos entrar a discutir, pues nos mataríamos. Los ideales nos hacen radicales en la medida en que estamos hablando de nosotros mismos, de lo que es nuestro fundamento de vida. Si hablamos de ello en un terreno de opinión terminaremos creyendo que nuestra opinión es la verdad, y lo único que vamos a conseguir es la guerra. Lo bueno sería que fuéramos capaces de conocer nuestros ideales y nuestros contraideales para entrar en el terreno del consenso y del aprendizaje, pues ahí vamos a poder crecer.