Estoy leyendo el capítulo 19 de UCDM (p.454): El primer obstáculo: El deseo de deshacerte de la paz. 1 y 2. p.454. Levanto la cabeza y sin ningún pudor interrumpo el frenético teclear de Joaquina en el portátil
Jon: Cuando quieres perder la paz y deshacerte de ella, ¿de qué deseo no quieres deshacerte?
Joaquina: Del que va unido a tu detractor. Cuando te deshaces de la paz y entras en la tensión, el que está mandando sobre ti es el detractor. Si ves que pierdes la paz ya sabes que tienes un deseo. No buscas las cosas que son inherentes, sino las que se superponen. Los detractores van unidos a deseos. Para dejar espacio a la paz debes desalojar el deseo que va unido a tu detractor. No tienes que hacer nada, las cosas se propician. Conectas y todo se va propiciando. Ciertamente si quieres estar en el dar y recibir tienes que estar en un estado que no sea invasivo. Esa conciencia hace el movimiento.
Jon: Parece como si hubiera un costo que nos resistimos a pagar ¿Cuál es?
Joaquina: Seguro que dejarte llevar por la no paz lo haces con facilidad, y estar en la paz parece ser que tiene un coste. El coste que no quieres pagar es estar en la consciencia permanente. Esto ocurre porque crees que si estás en la consciencia de lo Divino perderás el cuerpo, la vida. El coste que no quieres pagar es el coste del cuerpo. Crees que estar en la conciencia, estar en ese espacio de privilegio de paz, de una manera u otra, te va a quitar del cuerpo.
Jon: Tiene lógica. Si estoy en la paz, si estoy en la Divinidad, si estoy en la conciencia, si estoy conectado, ¿para qué quiero el cuerpo?
Joaquina: Como tienes la sensación de que pierdes el cuerpo lo que haces es meter un poquito de maldad para reafirmarlo. ¿Para qué necesitarías estar aquí si ya estás consumado en Dios? Jesús quiere llevar la paz a todos sitios y te necesita a ti para hacerlo. Lo que se interpone es la superación del hermano, o mejor dicho, la superación del rencor que tienes a tu hermano.
Jon: Y la pregunta que surge es: si me desprendiera de ese rencor, ¿qué pasaría con la persona que me hizo daño?
Joaquina: Te parece que aquel que crees que te ha dañado, queda impune y libre de tu rencor sin esfuerzo. Aquel que durante tantos años te torturó ahora debes eximirle de toda culpa. No te das cuenta de que en realidad te estás castigando a ti mismo, ya que él ni percibe tu rencor.
Jon: Decía Chesterton que odiar a alguien es como tomar veneno y esperar que el enemigo se muera.
Joaquina: El deseo de atacar al hermano es en realidad el recuerdo del dolor o el recuerdo de haber sido atacado. Lo que dices es: “No estoy dispuesto a dar la paz porque hay alguien que tiene que pagar por ello”. Si ahora te desprendieras de ese recuerdo rencoroso, ¿qué pasaría con la persona que te hizo daño? Sería feliz, y, ¿quieres eso?
Jon: No, si me hizo daño que pague por ello con la infelicidad. No la perdono.
Joaquina: Pues te equivocas, la persona va a ser feliz la tengas tu rencor o no, pues su felicidad es independiente de tu estado. El que no va a ser feliz con todo ese rencor eres tú. Tu pequeñez piensa que porque tu te estés acordando de la persona a la que tienes rencor, él o ella se van a acordarse de ti para algo. El que vive de tu rencor eres tú, el otro vive su vida y ni se acuerda de que existes. La visión la puedes compartir, pero no la experiencia, y la persona está en su experiencia. Si quieres llevarte una gran sorpresa siéntate delante de la persona a la que tengas rencor y cuéntale por qué. Casi seguro ni se acuerda del hecho. Ocurre lo mismo cuando tienes una amiga enferma y piensas que sufres por ella. Sufres siempre por ti misma. La pérdida de paz que tengas ante la enfermedad de un amigo o de quien sea, está conectada a ti mismo, nunca a los demás. Ese es uno de los daños más grandes que haces a la humanidad: cuando te quedas prendado del dolor de otro en vez de quedarte prendido a la paz que podrías proporcionarle para que se cure.
Jon: ¿Por qué?
Joaquina: Porque lo que tiene que curar es el alma, y no el cuerpo. Si el cuerpo no se cura quiere decir que llegó su momento. Pero si le llenas de esa paz permanente cuando estás cerca, cuando le miras… Si cuando estás enfermo no transmites la enfermedad sino que te llenas de una paz infinita, y no haces copartícipe a los demás ni de las muertes ni del dolor, sino que tu te llenas de una paz infinita. ¿Por qué quieres ser transmisor del sufrimiento? Teniendo en cuenta que no puedes transmitir la experiencia, que es lo que quieres, lo que haces es una visión dañina al otro de la circunstancia.
Jon: ¿Independientemente de cuál haya sido el daño?
Joaquina: Hicieren lo que hicieren, nunca puedes transmitir el rencor al otro si el otro no quiere recibirlo. La paz mora en ti solo que tú no la conectas pues estás en el ataque a tu hermano.
Jon: Hace un rato leía: “Este pequeño mundo de odio todavía quiere oponerse a la voluntad de Dios y mantenerla limitada”
Joaquina: El deseo que vas a trabajar es la diminuta parte de la agresión. ¿Cuál crees que es el primer deseo que necesitas localizar?
Jon: El diminuto odio que todavía tienes dentro.
Joaquina: Los deseos son placeres terrenales que debes desalojar para que la paz esté contigo. Es un propósito negativo y tiene un plan de acción. Los detractores van unidos a los deseos. Vas a partir del detractor y a construir la frase del deseo del detractor.
Jon: ¿Una frase?
Joaquina: El deseo siempre es una frase concreta, no una palabra: “yo deseo que…”. Por ejemplo, si el detractor es la Gula: la frase sería: “yo deseo vivir los placeres toda mi vida”. Otros ejemplos:
- Yo quiero ser único
- Yo no quiero aprender nada
- Yo quiero disfrutar libremente del sexo
- Yo quiero ser el único que tiene poder
- Yo no quiero que mis hermanos crezcan
En realidad el deseo es un propósito negativo. El deseo genera los eslabones de dolor que vas viviendo aunque los mezcla con gotas de placer. Esa es la diferencia con el gozo, que solo se disfruta entre lo Divino y el aprendizaje, y los placeres que se disfrutan desde la negación al aprendizaje y el detractor. Es lo que más te separa de tus hermanos destruyéndote a ti.
Jon: Entonces, debo hacer la frase con el deseo, para ver que le doy propósito, que hay un plan de acción escondido detrás de ese deseo y que todos los días trabajo a favor de él sin darme cuenta.
Joaquina: Tienes que ver cómo el deseo ha destruido todo lo que has construido hasta ahora. No das y recibes, tienes grupos de simpatía y grupos de antipatía, y difícilmente la empatía. El detractor da o recibe, pero no hace las dos cosas. Te cuesta desde aquí mucho trabajo la empatía. Puede que la tengas, pero sin paz interior. Puedes hacer el siguiente ejercicio y contestarte a la pregunta: ¿Para qué quiero vivir los deseos?
- Recuerda tu cualidad de más luz
- Recuerda el deseo del detractor
- ¿Para qué quieres ese deseo?
- ¿Qué consigues con ello?
- ¿Cómo es su estela?
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