Joaquina: Jamás habríamos perdido nuestra misión, es decir, nuestra manera de llevar a cabo nuestra visión, sin entorpecerla o anularla con creencias limitadoras, si alguno de nuestros progenitores no nos hubiera dicho que la manera en cómo llevábamos a cabo nuestra misión no era correcta. Si eso no hubiese acontecido, jamás habríamos caído en la baja autoestima.
Jon: Estás diciendo que la creencia limitadora siempre es una castración familiar. Alguien nos dijo no valíamos, que no podíamos, y nosotros, para no llegar a ese punto, generamos el contravalor.
Joaquina: Sí. Un día, uno de sus padres le dijo a la persona cuyo valor era la inteligencia que las personas inteligentes no tenían emociones (seguramente ese día a esa persona se le ocurrió expresar emociones delante de su progenitor), y ese día esa persona eligió ser inteligente sin emociones.
Jon: Me suena esa indirecta tan directa.
Joaquina: Imagínate que tienes una hija que decide que quiere dedicarse a vestirse con un traje de faralaes y bailar flamenco. Imagina que esa es su visión, y que la tuya es la inteligencia conceptual. Es muy probable, puesto que tu valor es ese tipo de inteligencia, que te horrorices ante la visión de tu hija y que acabes diciéndole que no es propio de niñas inteligentes dedicarse a ser folclóricas. Ahí tu hija va a colocar un contravalor para defenderse de no bailar. Ella va a seguir bailando, pero en su misión tendrá una creencia limitadora.
Jon: Entendido.
Joaquina: Nacemos en un mundo de macroposibilidades que vamos consumiendo, y tenemos un eje central que es la llamada que llevamos interiormente, y que va haciendo que situaciones positivas o negativas nos vayan metiendo en el embudo. Cada una de estas situaciones está pidiendo que se cumpla lo que para nosotros es nuestra visión, esa visión que hemos tenido desde pequeños de nosotros mismos. En la medida que vamos cumpliendo años contra nuestra visión, vamos recibiendo golpes duros que son rupturas, ruinas, hijos que nos desobedecen, pérdidas de trabajo… La vida nos va metiendo en el embudo, y si llegamos a un punto donde la visión no se ha cumplido, viene la crisis vital, que siempre nos hace enfermar gravemente (emocionalmente, psicológicamente, mentalmente, a nivel físico) de lo que es nuestra visión.
Jon: ¿Todas las enfermedades son avisos a una llamada a entrar en nuestra visión?
Joaquina: Sí, pues esta visión está por encima del mundo, de las parejas, de los padres… y está continuamente llamándonos a su cumplimiento. Si no le hacemos caso, nos irá acorralando e iremos viviendo experiencias cada día más dolorosas (dinero, pérdida de hijos, de familia), experiencias que nos piden que salgamos del contravalor y de las creencias negativas. Y nos lo piden poniéndonos trampas, y eso es lo más doloroso de todo, porque nos lo pide llevándonos al terreno negativo (ahora con una operación, mañana con la enfermedad de un hijo, pasado con la pérdida de trabajo).
Jon: Mirando el pasado me doy cuenta de que el ir negando mi visión me ha acarreado pérdidas de personas muy importantes.
Joaquina: Yo a los 29 años perdí a mi padre porque no hubiera sido capaz de hacer nada de lo que he hecho si él hubiera estado vivo. ¿Qué habría sido de mí si después de morirse él yo no hubiera atendido a mi visión? Yo no tenía la capacidad de luchar contra él, no tenía la capacidad de contradecirle, de hacer algo que a él le molestara. Y cuando tenía 29 años y le tuve que enterrar. Me pasé toda la noche con él diciéndole todo lo que le amaba. Mi padre es la persona a la que más he amado en mi vida, y esa noche le dije todo lo que no había hecho por él. No permití que nadie entrara en la habitación, e hice un recuento de todas las cosas que había anulado en mi vida, que eran cosas con las que a partir de ese momento me tenía que comprometer. Yo sabía que ya no podía permitirme no hacerlo, y que su marcha era para mí una liberación. Una liberación para mi gran cobardía. A partir de ese momento ya no podría permitirme no desarrollarme personalmente, cosa que no me atreví a hacer mientras él estuvo vivo. Y a día de hoy ya no dejo nada atrás por ser cobarde.
Jon: Gracias por compartir.
Joaquina: Hay una parte de nosotros que está condenada a que nuestra visión se cumpla, y sería bueno que dedicáramos unos minutos a pensar en la cantidad de experiencias que hemos vivido de daño profesional, de daño espiritual, de daño emocional, y cómo obedecer a nuestro valor o a nuestro contravalor nos ha llevado bien al éxito, bien a la destrucción. A la persona que tenía como contravalor que no se puede ser inteligente con las emociones, la puse a examinar todo lo que había perdido debido a esta creencia, pues la inteligencia nada puede hacer con o contra lo que necesita emoción.
Jon: Es costoso conocernos y aceptar nuestros hándicaps. Incluso el ver nuestra visión cuesta un esfuerzo, pues no estamos acostumbrados a mirarla cara a cara.
Joaquina: Hace ya muchos años que pensé que qué demonios estábamos haciendo en un mundo donde las empresas tienen visiones y misiones y nosotros, que somos los hacedores de la vida, no sabemos hacia dónde vamos. ¿Acaso los señores de Coca-Cola son más importantes que nosotros? ¿Vender coches o palomitas es más importante que nosotros? Cualquier empresa, por pequeña que sea, tiene una visión y unos valores para cumplirla, y a partir de ellos se pone a trabajar. Cuando se da cuenta de que tiene una creencia limitadora, la trabaja para poder salir adelante. Pues bien, o nos planteamos tener esa capacidad de vernos haciendo cosas importantes para nosotros y para el mundo, pero sobre todo para nosotros, o estamos perdidos. Es necesario que nos acerquemos a nuestra pareja con una visión, con un compromiso de mirarnos, y lo mismo con nuestra profesión, con nuestros hijos, con nuestra familia y amigos. Y es que, si no tenemos clara la visión que poseemos nos perderemos en el camino a través de creencias limitadoras, pensando que no valemos, pensando que somos unos inútiles, y eso no nos lo podemos permitir si no queremos malgastar nuestra vida.
Creo que autoconocerse es bueno. Creo que la persona tiene una visión de sí misma y no hace un plan de acción. Si yo quiero cambiar el mundo de las inversiones, tengo que hacer un plan de recorrido, pero sobre todo tengo que ver cuál es mi contravalor, tengo que ver qué trampa me estoy poniendo para no llegar a lo que sea. No hay ninguna persona que no pueda conseguir su visión, como tampoco hay ninguna persona que no tenga un contravalor por miedo a que la dejen de querer. Hay dos elementos que nos llevan al contravalor: el miedo a que no nos reconozcan, y el miedo a que no nos quieran. No decimos “sí” o “no” involuntariamente porque no sepamos lo que realmente queremos, sino por miedo a que no nos quieran o a que no nos reconozcan. Y en la medida en que cumplimos nuestra visión y penetramos en ella, somos mucho más capaces de encontrar nuestra misión, de encontrar nuestro camino de desarrollo.