266 Respetar el camino del otro

Joaquina: Imagínate que eres el quinto hijo de una familia de clase baja, y que has nacido en último lugar.  Imagínate que por esta circunstancia en casa no te tienen demasiado en cuenta, pero que sin embargo posees una inteligencia que hace que destaques en los estudios, y que un colegio privado te da una beca. En el colegio, por la forma de vestir y de estar, los demás se darán cuenta de que no eres de su nivel económico, y empezarán las risitas. Si piensas que tienes que vencer todo eso y comienzas a batallar con tus armas y finalmente consigues que se te escuche y ser el mejor, batallando al mismo tiempo contra tus enemigos y pensando que en el fondo estás solo,  que tienes que pelear las cosas en soledad y que nadie te va a ayudar jamás porque el mundo es un sálvese quien pueda. Cuando cumplas los 22, acabes tu carrera de económicas y vayas al mundo de la empresa, ¿qué pasará?

Jon: Que voy a luchar por ser el mejor.

Joaquina: Exacto, y vas a creer que eres el mejor, que vas a luchar y a triunfar hasta llegar arriba. Ahora bien, una vez arriba vas a dar por sentado que los de abajo van a hacer lo mismo que has hecho tú, y por lo tanto vas a estar todo el rato sin dejar de batallar ni de desconfiar. Imagínate que junto a ti hay una persona cuyas circunstancias han sido parecidas a las tuyas: último de cinco hermanos, inteligente, se le ha dado bien el estudio, pero con la diferencia de que su familia era pudiente, y por tanto sin que esa persona esté programada para luchar todo el tiempo contra los demás. Si eres su jefe y esta persona que tiene cualidades: es inteligente, ha logrado su puesto con tranquilidad y serenidad… ¿Qué piensas que vas a hacer con esta persona que está a tu cargo, que no ha tenido que luchar y que piensas que le ha sido todo muy fácil y te va a quitar el puesto? 

Jon: Voy a machacarle.

Joaquina: ¿Qué va a pensar la otra persona de ti?

Jon: Que soy un asesino y un trepa ¿Y cuántas personas van a recordar que le estás haciendo al otro lo que te han hecho a ti?

Jon: Ninguna. 

Joaquina: Cada vez que pienses en una persona, es imprescindible que pienses en su recorrido, pues no hay nadie malo en el mundo. Sólo hay personas que han crecido de una manera que los ha llevado a un lugar que no es productivo ni para ellos ni para los demás. Si quieres cambiar el mundo, eso no se hace tocando los ideales de los demás, sino enseñando a compartir cosas diferentes. Debes respetar el camino de todo el mundo, porque todo el mundo ha llegado ahí por algo, ha llegado ahí de una manera, y esa manera no se puede obviar. Cada vez que estemos luchando contra una persona en el terreno de los ideales, habremos olvidado que su estructura se formó y se conformó de 0 a 12 años, y que no fue capaz de hacerlo de otra manera. Y esa manera, si la cambia, lo hará porque se haga consciente, y no porque los demás consideren que es mala o equivocada. La persona que ejerce la autoridad cree que no hay otra forma de vivir, la que se somete cree que no hay otra forma de hacerlo, la que miente cree que no hay otra forma, la persona que mata cree que no hay otra forma.

Jon: ¿Quiere decir eso que tenemos que aceptar el asesinato y la mentira?

Joaquina: No. Quiere decir que hay que encontrar herramientas que permitan que funcionemos con lo mejor, y no con lo que nos destruye a nosotros mismos y a los demás. No tiene ningún sentido que ataquemos lo que no coincide con nosotros, pues de ese modo no solucionaremos nada. Si hemos nacido en Gijón y nos encontramos con alguien que ha nacido en Marruecos, en vano vamos a tratar de que los dos pensemos igual.

Jon: ¿Entonces?

Joaquina: Lo que debemos hacer es trabajarnos individualmente los contraideales y dejar que los ideales se fortalezcan. Debemos saber que hemos nacido con unos ideales, y que estos ideales se van a mantener a lo largo de nuestra vida. Tal vez los ampliaremos con otros nuevos, pero en ningún caso los modificaremos. Hay que respetar la historia personal de cada cual, en la que se han generado sus ideales.  Por ejemplo, pongamos que somos madres y que tenemos un hijo de 16 años, y que todas las tardes merendamos con él.  Le estaremos enseñando que mamá viene las tardes a merendar con él.  Tal vez nuestro hijo tenga un amigo cuya madre jamás merienda con él, e incluso puede ser que nuestro hijo esté hasta el gorro de merendar con nosotros, y que sueñe con tener una madre que le deje merendar solo. Sin embargo, y a pesar de esa circunstancia, lo que es cierto es que le estamos inculcando un valor de protección. Él se lo puede adjudicar como valor o como contravalor, pero el caso es que nosotros estamos ahí y somos responsables de lo que le hemos generado: la maternidad, el apoyo, el amor incondicional, etc. Si nuestro hijo incorpora lo que le enseñamos como ideales, será una persona que tiene el valor del amor incondicional, el valor de estar, de la colaboración, de participar… Y si lo acepta como valor, no lo va a cambiar nunca. Si el día de mañana nuestro hijo se casa con una persona cuya madre jamás iba a merendar con ella, cuando tengan hijos aparecerá el ideal de uno de que hay que estar siempre con los hijos, enfrentado al ideal del otro de dejar a los hijos solos. Y ahí viene la guerra y el divorcio.  Es por ello por lo que conviene poner en común tanto nuestros valores como nuestros contravalores, porque se trata de instancias inmodificables.

Jon: Como todos tenemos muchos valores, ¿cómo elegir el importante?

Joaquina: Efectivamente, todos tenemos muchos valores, pero hay uno que es fundamental, y que es el que nos lleva a que nos crispemos cuando el otro no lo tiene. Cuando vemos amenazado nuestro valor fundamental no cedemos. El “sí” y el “no” tienen que ver con la aceptación de la diversidad. Podemos ser estupendos, y de pronto llega una persona que no nos gusta y nos convertimos en unos seres insoportables. O la persona a la que amamos dice algo que no soportamos y nos convertimos en unos monstruos.  Y aquí lo importante es que sepamos que hay algo que nos impulsa al crecimiento, y algo que nos detiene y nos destruye. Busca un valor que es esencial porque te lleva a crecer, y luego un contravalor que te hace detenerte.

Jon: ¿Cómo encuentro el contravalor?

Joaquina: Examinando los siguientes parámetros: Sin son culturales. Si son reacciones familiares. A veces has de averiguar si el contravalor es una venganza que surge como consecuencia de odiar a uno de los progenitores. Encontrar el contravalor y respetarlo es lo que permite el cambio.

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