Acabamos de salir de una formación en una gran empresa y hemos estado tocando el tema del talento, los valores y las cualidades que todos tenemos, las veamos o no.
Jon: ¿Hay alguna cualidad en las personas que sobresalga de manera sobresaliente sobre las demás?
Joaquina: Sí, tu cualidad Divina está en tu interior. Es silenciosa. No te llama ni te impele a su uso o manifestación, pero no por ello es menos real.
Jon: ¿Cómo puedes encontrarla y estar más o menos seguro de no equivocarte?
Joaquina: Para localizar tu fortaleza necesitas revisar tu infancia y detectar cuáles eran los valores que te emocionaban. ¿Era esta una emoción genuina? Uno de tus padres tocaba una música que te resultaba muy reconocible y muy afín a tu modo de ver las cosas.
Jon: Como muchas veces, acabamos revisando la infancia.
Joaquina: La etapa infantil es un tiempo de aprendizajes inconscientes. Todo lo que te rodea te influye y te impacta. Algunas cosas lo hacen de una forma saludable y casi imperceptible, otras con mayor repercusión y hasta con cierta molestia. Aquello que te resulta grato, que surge de un modo natural, está conectado a los valores que has aprendido en esta etapa. Es un tiempo en el que estás recibiendo mensajes que en el futuro pueden hasta resultarte contradictorios. En el paso de la dependencia a la individuación vas detentando cualidades que han sido modeladas a través de los comportamientos de uno de tus padres.
Jon: Sí, noto que hay actitudes que nos son más fáciles de emular que otras.
Joaquina: Para encontrar tu fortaleza necesitas localizar los valores de cada uno de tus padres y distinguir cuáles te resultan más fáciles. Una pista: los que te son propios son aquellos que no te requieren esfuerzo alguno y a los que, de un modo casi espontáneo, puedes acceder para ejercerlos y disfrutarlos.
Jon: Parece fácil. En mi caso son los de mi padre.
Joaquina: La dificultad estriba en que, con el paso del tiempo, has tendido a descartar tu mayor fortaleza por haberla asociado con otros comportamientos de tu progenitor que desaprobabas.
Jon: Sí, unir la fuerza al autoritarismo, por ejemplo. Entonces, ¿Cómo encuentro mi cualidad divina?
Joaquina: Éstas son algunas pautas para determinarla en alguno de tus padres:
- Es una actitud que se reflejaba de un modo integral, es decir: en sus actos, en sus sentimientos y en su forma de pensar.
- Es el valor que ejercía pese a las circunstancias que le rodeaban. En momentos alegres y divertidos, o en aquellos de crisis o de incertidumbre.
- Es la cualidad que mostraba a todo el mundo, sin hacer distingos entre los seres a los que amaba y a los que no.
- Es aquella cualidad por la que le identificaba todo su entorno y era indiscutible a pesar de sí mismo.
- Es una fortaleza que quizá no haya sido la más importante para ellos, sin embargo, lo es hoy para ti.
- Es aquello que te permite valorar a tu progenitor a pesar de todo lo demás.
Jon: Se me ocurre que puede ser una buena idea escribir en un papel las cualidades que veo en mi padre y en mi madre.
Joaquina: Sí, pero hazlo sin pensar en su relación. Piensa en él y en ella ajenos a su unión, sin que medien los recuerdos de cómo se llevaban. Piensa en cosas que te agradaban de ellos y sopesa cada una de ellas en ti: ¿hasta qué punto las has incorporado? Cuando hayas encontrado las dos más sobresalientes, la de tu padre y la de tu madre, revisa cuál de esas dos tienes tú de una forma activa, de tal modo que podría ser reconocida por aquellos que te conocen mucho y por aquellos con los que te relacionas menos. Piensa en grande. Aléjate de las críticas y de los malos momentos.
Jon: Es mirar a mis padres como maestros de aquello que tengo, y que sé que me haría muy feliz ejercerlo con absoluta libertad.
Joaquina: Tú decides. Sus valores están dentro de ti, y son su relación contigo y con el entorno lo que ha hecho que los aborrezcas o no los tengas en activo. Sus valores eran tuyos antes, venían en tu equipaje. Sus errores son suyos y forman parte de su crecimiento personal.
Jon: Noto que el conocimiento de esta fortaleza lleva implícito un compromiso.
Joaquina: Así es, al aceptarlo, se pone en marcha un progreso y un desarrollo personal imparables. Este proceso abre una puerta a la aceptación y elimina la frustración, lo que a su vez te exige ser consciente de cómo utilizas este talento cuando te relacionas con los más débiles. Para saber dónde estás, cabe preguntarte si pones tu cualidad Divina al servicio de todos, o por el contrario eres selectivo.
Jon: La verdad, un poco selectivo sí soy…
Joaquina: Más allá de lo que has visto hasta ahora, cuando estás en tu cualidad los procesos se van produciendo de una forma natural, con fluidez. Las cosas que pasan a tu alrededor suman, te abren oportunidades y te conducen a vivir las mejores opciones posibles. Dar y recibir es la consecuencia natural de estar en este estado. La fortaleza es el pilar que te permitirá confrontar todos los retos que la vida te depara con la garantía de la mayor eficacia y bienestar.
Jon: ¿Qué pasa cuando surgen retos que me exigen salir de la zona de confort y estar abierto a un nuevo aprendizaje? En mi caso, la Creatividad Conceptual me lleva a la entrega, que deriva en alegría de vivir. Esta última es de mi madre.
Joaquina: En la búsqueda de la actitud fortalecedora analizaste las cualidades o valores positivos del progenitor del que te sentías más afín. ¿Qué ocurrió en la revisión de las cualidades del otro progenitor? Sin duda, encontraste una gran cualidad que para ti era más ajena, y por ello te costó incorporarla con fluidez. Diríamos que esa cualidad precisa de cierto entrenamiento o aprendizaje. La aceptación de este proceso de instrucción te hará mucho más completo y más dúctil al desarrollo pleno de tu persona.
Jon: Si he comprendido bien, primero debo fijarme en lo que es afín a mí y me potencia, para después aprender de lo más ignoto y lejano, las posibilidades de superación son óptimas.
Joaquina: Una verdad indiscutible:
- Traes una cualidad y has venido a aprender otra.
- Piensas que un progenitor está lleno de esta cualidad y que el otro no tiene ninguna.
- Esta equivocación hace que centres tu mirada en los errores, y no en los valores de ambos padres. Principalmente porque sostienes una negación al aprendizaje.
- Tiendes a analizarles como pareja y no de forma individual, transfiriendo los errores del uno al otro.
- Haces una proyección continua del error. De alguna manera piensas que no existe una mente recta.
- Tus valores funcionan dentro de ti individualmente. Es en la conexión con los demás cuando la fortaleza es necesaria. Dentro de la fortaleza está la creencia de que tu cualidad es útil para tu desarrollo y crecimiento personal.
- El valor es una cualidad que está inactiva. La fortaleza es el valor en interacción con los demás de forma propositiva y constructiva, lejos de los posibles errores, para centrarte en todo lo que te da felicidad, paz y bienestar personal.
Jon: Así que hemos venido a aprender aquello que no está en nuestra genética. Un valor, un comportamiento, un pensamiento, una forma de sentir que necesita alguna explicación, algún maestro, alguien que nos conduzca por ese camino para que el final sea el esperado.
Joaquina: Siempre tenemos a nuestro lado al maestro que nos ayudará a determinar qué aprendizajes nos hacen falta para alcanzar una vida plena. Para asomarte a una parte de tu propósito, precisas revisar cómo fue la relación con tus hermanos o con los que tenían una cualidad distinta a la tuya. Puede sonar duro, pero la mayoría vivimos enconados contra el mundo porque en nuestra infancia alguien poseyó cualidades que nosotros no solo no teníamos, sino que además el no tenerlas nos dificultaba la vida, ya que su ausencia hacía que flaqueara nuestra confianza y nuestra seguridad personal. Nos vamos vinculando a personas que se parecen a nuestro maestro familiar. de forma inconsciente, en la siguiente relación cambiarás el modelo, y de forma imperceptible modelarás al progenitor que no eras. En estos cambios de pareja se van procesando comportamientos de un padre y de otro, alternando la situación y comprobando que, si hay una negación a aprender de los modelos de los que hemos partido, inexorablemente repetiremos las relaciones familiares y los errores que hemos visto en ellas.
Jon: La pregunta es ¿Qué he venido a aprender?
Joaquina: Si observas a tu hermano o a uno de tus padres, lo verás rápidamente. Escucha sus palabras, observa sus movimientos, mira su expresión, analiza sus comportamientos, llénate de los colores familiares. Ahí tienes todas las respuestas.
Jon: ¿Hay alguna creencia negativa que me impida hacer este aprendizaje?
Joaquina: Piensa en ti. En cómo eres. Sabes perfectamente que no caerás en esos errores. Tú eres de otra manera. Tú tienes otros valores, otras creencias que te impedirán hacer lo que no te parece correcto. Aísla la cualidad que necesitas aprender de los comportamientos de los demás. Busca modelos que hayan expresado esa cualidad como tú querrías hacerlo. Modela a estas personas sin dilación. Hazte un plan que puedas llevar a cabo. Decídete a no volver a criticar estos comportamientos. Ni a las personas que los hacen. Verás cómo cambia tu forma de mirar y tu forma de entender esta cualidad.
Jon: El freno de mano está en las creencias.
Joaquina: Las creencias son pensamientos arraigados que has unido arbitrariamente a la cualidad, y las utilizas como disculpa para no aprender cualidades que te parecen admirables, pero que requieren eliminar partes del andamiaje tras el que te parapetas. Cuando defines una cualidad acompañada de comportamientos que no le corresponden, estás manipulándola, amparándote en percepciones falsas con el fin justificar el rechazo, el odio, la rabia o cualquier emoción que hayas asociado a esa cualidad. Este hecho se produce únicamente como resultado de no haber querido enfrentarte al aprendizaje. En lugar de aprender, te disculpas criticando las actitudes de la persona que posee la cualidad.