Estamos de retiro en un monasterio en el Pirineo Aragonés. Sentados en un banco contemplamos una gran pajarera llena de canarios.
Jon: Leía ayer que podemos clasificar las religiones en tres grandes grupos de acuerdo con la concepción que tienen de Dios, lo cual va a influir en su comunicación. Místicas:
conciben a Dios como un ser Inmanente, algo que está dentro del hombre o del mundo, algo que se posee. Religiones proféticas: Dios es un Ser trascendente, algo que está fuera del hombre y del mundo, algo que se busca. Y primitivas: Dios es un Ser antropomórfico, es decir, con forma humana.
Joaquina: La comunicación con Dios está dada, el virus está en la relación con los que nos rodean. La primera ruptura de la comunicación inmanente es con nuestro padre y con nuestra madre, a los que culpamos tanto como a nuestros hermanos.
Jon: Eso sería la primera incomunicación. ¿Por qué surge?
Joaquina: Porque pensamos que tenemos un defecto dentro de nosotros ¿Qué parte de tu personalidad consideras kármica?
Jon: Seguramente un defecto familiar que arrastra mi padre, abuelo ……
Joaquina: Eso simplemente indica que hay algo que cambiar ¿De qué culpas a tu padre/madre? Eso es lo que tendrías que cambiar ¿De qué culpas a tus hermanos?
Eso indica tu envidia: algo que no quieres hacer el esfuerzo para conseguir. La verdad es una experiencia personal, interna e incomunicable.
Jon: Permíteme leerte esta cita de Un Curso de Milagros: “Es muy posible escuchar la voz de Dios durante todo el día sin que ello interrumpa para nada tus actividades normales. La parte de tu mente donde reside la verdad está en constante comunicación con Dios, tanto si eres consciente de ello como si no. Es la otra parte de tu mente la que opera en el mundo y la que obedece sus leyes”
Joaquina: La comunicación con Dios debe tener la mesura de no esperar nada. El objetivo es hablar con Dios cara a cara, y para ello hay dos formas de comunicar. Inmanente: Yo soy, me conozco y no busco nada fuera, lo que me lleva a entender y saber. Y transcendente: Yo no soy y quiero que me des, surgen los complejos. El no ser te lleva a la trascendencia, a pedir, a sentirte incompleto, lo cual implica que no eres Hijo de Dios, ya que Dios no puede crear a nadie incompleto. Por otro lado, está el Yo soy, que te lleva a la inmanencia donde no buscas nada fuera ya que te reconoces perfecto. Esa es la comunicación perfecta con Dios. Hay un vacío de crítica.
Jon: ¿Cómo lo podríamos hacer de manera práctica?
Joaquina: Primero: Reconoce que tienes un padre con el que te comunicas de forma inmanente y otro con el que lo haces de forma trascendente. Segundo: Ver con cuál de ellos (padre/madre) te comunicamos de cada una de las formas. Tercero, elige al inmanente y nombra la cualidad que tiene: aquello que no está contaminado, abstrayéndote de tus necesidades. Por último, mira al padre sin expectativas, llenándote de la cualidad, aprendiendo de ella y convirtiéndote así en una persona más bondadosa.
Jon: ¿Lo que me dices implica que no puedo comunicarme con Dios si no me comunicado primero con mis padres?
Joaquina: Sí. Vivir el momento inmanente con el padre al que no criticas te permite un pensamiento de amor incondicional y estás recibiendo de él. Del padre que criticas estás esperando algo. Te propongo este ejercicio:
- Piensa en el padre inmanente
- Aprende de él esa cualidad
- Intenta ver en qué eres inmanente tú
- Trabajar sobre la cualidad
Jon: Entonces, en la mirada inmanente nos convertimos en lo que estamos mirando. No hay que mirar deseando ser.
Joaquina: Intenta también tener una comunicación inmanente con el padre trascendente. Para ello, comunica con tu cualidad sin esperar nada a cambio. El principio es no criticar en la trascendencia para aprender de la inmanencia
Jon: Y la crítica se elimina aplicando el conocimiento a mi cualidad. Nuestra cualidad es tal que, aplicándole el conocimiento, elimino totalmente la crítica. Has mencionado también al hermano.
Joaquina: En la relación con nuestro hermano vemos las diferencias que convertimos en guerras en vez de quedarnos con las similitudes. Vivimos la resurrección cuando al que está cerca lo vemos como a nosotros mismos. ¿Qué crees que tiene tu hermano que lo hace diferente a ti?
Jon: Muchas cosas…
Joaquina: ¿Tienes con él una comunicación trascendente, inmanente… o ninguna? Creo que te sientes carente de lo que tus padres necesitan cuando eres primogénito y nace otro hermano. Esto evidencia tu falta de compleción ¿Qué te gustaría tener que lo tiene tu hermano? Aquí nace el primer problema: yo no soy bastante, lo que te impide escuchar a Dios. Crees que le habla a tu hermano y no a ti. Piensas que lo que a Dios le complace es lo que es tu hermano y no lo que eres tú.
Jon: A veces me doy cuenta de que busco en mi pareja eso que tenía mi hermano y yo no. Es como si creyera que Dios no me ha dado algo imprescindible para la vida y a él sí.
Joaquina: Esa cualidad de tu hermano es la que te haría divino. Cres que si tuvieras eso tendrías todo resuelto. ¿Qué envidias de tus hermanos? ¿Qué envidian ellos de ti?
Jon: Más allá de contestar las preguntas, ¿cómo resuelvo esto?
Joaquina: Solo se resuelve si:
- Ves a Dios como Maestro.
- Escuchas al hermano y aceptas que te enseñe esa cualidad.
- Reconoces en ese hermano la cualidad de enseñártela. Solo esa cualidad, sin mácula, no mires otra.
- No exigir que él nos vea como maestros en la cualidad que tenemos y él no.
- Es unidireccional. Él es el maestro y yo el alumno.
- Miro al hermano sin juzgarle y seré el mejor alumno.
- Esa cualidad ¿te interesa o es solo envidia?
- Dios habla a través de todos sus hijos
- Dios habla eternamente y mi hermano le escuchó en lo que él le interesaba y yo le escuché en lo que a mí me interesaba.
- Agradezco que escuché lo que quise y tengo al lado a alguien que experimentó la palabra de Dios y me dejó verla.
La inmanencia en un tren que está marchando hacia Dios. Te puedes entretener dentro con la persona que hay, pero ya estás en el tren.