234 No hay nada que hacer

Joaquina: Hay algo que nunca has hecho: jamás te has olvidado completamente del cuerpo… No se te pide que eso ocurra por más de un instante, sin embargo, en ese instante es cuando se produce el milagro. Después verás el cuerpo de nuevo, pero nunca como lo veías antes… Si quieres avivar tu camino, sentir que todo el proceso de esta vida es sencillo y delicado, puedes recurrir a este escrito amoroso en el capítulo 18 de Un curso de milagros: El final del sueño.

Jon: Romper nuestro sueño, vencer las pesadillas, parece un ejercicio doloroso…

Joaquina: Al final comprobarás que nada es real. Que todo lo que hemos construido como una realidad desaparece con una dulzura y delicadeza maravillosa. Una construcción que nació de nuestro recuerdo, al que tenemos que acudir para liberarnos de su pesado lastre y abrirnos a la luz del presente, del aquí y ahora. Evidentemente todo aquello que para nosotros ha sido de gran significado hasta el presente, forma parte de nuestros hábitos y nos parece difícil y hasta imposible poder reducirlo a la sencillez de no tengo que hacer nada.

Jon: Estas palabras en sí mismas encierran una agresión a nuestra creencia constante de lo mucho que hacemos, del gran esfuerzo realizado y que todos nos tienen que agradecer,

Joaquina: Sí, pero a partir de este momento van a tener un significado de liberación y aceptación que nos resultará tan grato como el sonido mágico del violín o los fragantes aromas de las flores en el jardín de nuestros sueños más dorados.

Jon: Has dicho alguna vez que venimos a este mundo a aprender, como que hemos repetido curso y nos dan otra oportunidad.

Joaquina: El Ser ha venido con una intención de aprendizaje que parece como una asignatura pendiente, sin aprobar en algún tiempo desconocido, en una etapa anterior, en la que en si misma no se define como propia, pero que la has hecho tuya. Su única intención es, efectivamente, aprender, y después de ese aprendizaje abrirse a la entrega. La condición de esa entrega está únicamente en la integridad, un elemento que nos parece terrible de conseguir y sin embargo sólo tiene la condición de pensar, sentir y hacer coherentemente lo que aprendemos. 

Jon: En sí mismos los principios de lo normal se nos hacen abigarrados e insufribles y por lo tanto sumamos a nuestros esfuerzos diarios lo que es asequible de forma natural en la propia existencia.

Joaquina: El hombre se siente culpable de su separación y va fabricando nuevos culpables para liberarse de la limitación que él se pone a sí mismo. En esa andadura, va fortaleciendo su misión en la tierra con el orgullo, los complejos y los miles de deseos que alimenta y le alimentan como limitaciones donde surge el apego al cuerpo, al tener que hacer y a la complejidad de una existencia que en si misma es fácil y fluida llena de elementos de felicidad, paz y serenidad.

Jon: ¿Cuál dirías que es la dificultad para trascender y abrirnos a aprender?

Joaquina: La primera dificultad es el orgullo. Se rompe el uno y aparece la separación. Pensamos que hemos venido con una limitación al observar que tenemos algo que aprender y que ese aprendizaje nos aporta una serie de dificultades que nacen más de nuestra negación al aprendizaje que de cualquier posible limitación.

Jon: Sí, y eso nos hace mirar a los demás sintiendo que ellos traen esa cualidad que nos falta y culpamos a Dios de ser un Padre Injusto y Castigador.

Joaquina: La segunda dificultad son los complejos. Al mirar a los demás hemos comparado las cualidades invadiéndonos de complejos y soberbia. Un sentimiento de inferioridad o superioridad ante los valores de los demás. Esto nos impide hacernos uno con el otro.

Jon: Entiendo que el complejo de superioridad es cuando sientes que es una cualidad que tienes por encima de los demás o al menos del otro más próximo y con el que atacas para sentirte seguro y alejado de la posibilidad de sucumbir a la igualdad o unidad. Y el complejo de inferioridad es cuando sientes que es una cualidad que no tienes y te hace vivirte por debajo de los demás, o al menos del otro más próximo al que permites que te ataque con el fin de señalar un culpable y diluir en él tu disculpa para acentuar la separación.

Joaquina: La tercera dificultad son los deseos. Ser uno separado de la Unidad, sentir que tienes valores por encima o debajo de los demás, te lleva a desear hacer, poseer, tener cosas o elementos que te refuercen en ese triste caminar hacia los apegos de los valores de la tierra.

Jon: El objetivo de esto es la aceptación de que todo lo que necesitamos para procesar nuestro aprendizaje en esta etapa está dentro de nosotros y convive de una forma armónica con nuestro vivir diario.

Joaquina: Imagínate un niño pequeño que llora desconsoladamente porque tiene que acudir al colegio. Su estado de ansiedad, su profunda alteración conmueve tanto a su mente no recta que acaba provocándole algún desajuste físico con el que justificar la ausencia.  La madre buscará la forma de aliviarle todo este proceso hasta conseguir que venza su rechazo a la responsabilidad. Posiblemente ambos creerán que han hecho algo. Simplemente ahora empieza un proceso que se alteró por la no aceptación de aprender.

Jon: Utilizando el símil del niño, nuestros espíritus que son como bebés que se niegan a obedecer van buscando disculpas para un proceso que tarde o temprano tendrán que acometer.

Joaquina: Buscamos soluciones a un descenso provocado libremente por nosotros, comprometiéndonos en el inicio de este proceso que nada de lo que vamos a hacer es real, que solo es nuestra mente “no Uno” provocando una separación que tiene que restaurarse en su única verdad y desde ahí caminar. El miedo a enfrentarse a nuestra pequeñez, a lo sencillo de la felicidad y el logro de la paz, hace que todos nosotros deambulemos por la vida alejados de nuestro Padre, que siendo amoroso lo miramos como un gran castigador, frío y desdeñoso que nos espera con un deseo de dañarnos y recriminarnos nuestra huida. Bendito sea el momento en que cerrando nuestros ojos dejemos fluir nuestro Ser hasta los brazos de nuestro amado Espíritu que reconvertirá esta situación en un Instante Santo donde cada uno de nosotros será un “Uno” grandioso y armónico.

Jon: ¿Cuál sería el trabajo?

Joaquina: Antes de plantearte hacer un trabajo innecesario, mira con suavidad a tu hermano, al que tienes en frente de ti e intenta librarte de tu orgullo, deja que todo tú vuele hasta la Unidad, un solo pensamiento, Dios, una sola imagen unirte a Él, un solo maestro el Espíritu Santo, déjate ir, nota como la fragilidad de tus ideas se hace cada vez más intensa, nota como el ser es leve, sutil, no está. Nota como no tienes que hacer nada. No obstante, si no lo consigues, si ves que el orgullo te atenaza, te disculpas detrás de los complejos, y los deseos de especialidad te inundan vamos a buscar una fórmula para salir de todo ello y elevarnos a Él desde pensar que tenemos algo que hacer, desde nuestra pequeña pataleta a la puerta de la casa de Dios sin querer entrar.

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