Talento Femenino fue un programa que impulsó Joaquina Fernández para acompañar a las mujeres en búsqueda de empleo en la crisis de 2008. Esta entrevista la realizó Mariló Jiménez en ese momento y me parece tan apropiada entonces como ahora.
Mariló: En la actual coyuntura social y laboral la mujer ha sido la más perjudicada en el mercado de trabajo. ¿Qué ha pasado para que esto ocurra?
Joaquina: La mujer tiene un concepto general de sacrificio que lo lleva profundamente en su ser. Cuando las sociedades empiezan a tener problemas en el campo laboral parece normal que la mujer vuelva al hogar y el hombre permanezca en el puesto de trabajo. Esto va en contra del principio de libertad humana que las mujeres llevamos tantísimo tiempo desarrollando: hemos salido al mercado laboral con fuerza y también a las universidades, donde los primeros puestos los ocupan muchas veces las mujeres. Desde un posicionamiento profesional, nuestra forma de enfrentarnos al puesto de trabajo a veces hace que seamos menos luchadoras por ese puesto que los hombres. Cuando una mujer se encuentra en una situación donde el compromiso personal y el profesional entran en litigio y no hace la conciliación dentro de ella, todo se complica mucho.
Mariló: ¿Cómo une la mujer la humanidad con los negocios?
Joaquina: Creo que la persona que más difícil lleva a término el concepto de humanidades y negocios es la mujer, entendiendo negocio en cuanto a la eficiencia en los resultados económicos. Los hombres, y sobre todo en España, tienen una tendencia a tener largas reuniones y a no tener tanto en cuenta el tiempo de reincorporación al hogar. En esto la mujer, en vez de aprender a consensuarlo y llevarlo a lugares más afines, marca diferencias y deja en evidencia al hombre, lo que hace que no exista una buena comunión en ciertos conceptos entre el hombre y la mujer en el terreno profesional a la hora de ascender en los puestos de poder. Y ahí sí debemos saber hacer un trabajo, debemos tener unas cualidades muy importantes en comunicación, donde la concreción y la asertividad sean un referente, ayudados de la persuasión para que las cosas vayan por lugares más afines. El “yo soy de una manera y tú eres de otra” no es la mejor combinación en momentos de crisis. En situaciones de crisis el hombre se convierte en un ser de lucha, donde lo importante es llevar comida a casa y lucha por conseguir lo que quiere, mientras que la mujer tiende a defender lo suyo y a pensar que sus cosas no pueden estar en riesgo. Eso, desde mi punto de vista, hace que las crisis saquen fuera a la mujer.
Mariló: ¿Esto que sucede en España es extrapolable a otros países?
Joaquina: No donde la forma de trabajar es más afín entre géneros, como en el norte de Europa donde la mujer funciona muy parecido al hombre: por resultados económicos y proyectos. En España estamos en una sociedad muy paternalista, pensamos que son los demás los que nos tienen que solucionar los problemas y además somos muy compasivos con la pobreza y protegemos al débil en vez de buscar la forma para que se haga fuerte. Tenemos 3 millones de empresas en España y de ellas, entre el 85 y el 90% son pequeñas empresas con menos de 10 empleados, lo que habla de un tejido empresarial muy protector, poco competitivo y con una debilidad de crecimiento grande. Aquí ante un problema la empresa piensa en resolverlo reduciendo plantilla, y no creando proyectos ni generando formas diferentes. A los españoles nos cuesta mucho trabajo desarrollar ideas nuevas, hacer sinergias vitales y reinventarnos. Somos muy agoreros y eso hace que tengamos 6 millones de parados.
Mariló: ¿Qué necesitan integrar las mujeres, tanto las directivas y cuadros como las que ocupan puestos de menor responsabilidad, para volver al mercado laboral? ¿Unas y otras necesitan lo mismo?
Joaquina: Sí, la mujer necesita integrar la innovación, necesita tener ideas rápidas, muy diferentes y que movilicen. No pensar en que los demás deben dárnoslo todo hecho. Tenemos una imaginación muy grande, pero nos cuesta mucho innovar. Y el emprendimiento que normalmente decidimos está muy orientado a cosas familiares, como zapaterías para niños, ropa para niños… Somos otra cosa. Tenemos una cabeza prodigiosa y hay que ir a otras cosas.
Mariló: Según datos facilitados por Hune sólo el 23% de los puestos intermedios o de gestión de las grandes empresas están ocupados por mujeres; sus salarios son hasta un 30% menores en puestos directivos y la cuota de mujeres en los consejos de administración está por debajo del 12%. ¿La paridad en el tejido empresarial es una utopía?
Joaquina: No hay que olvidar que una cualidad que tiene el hombre es que es muy amigo de sus amigos, son una piña, lo que admiro mucho, y si está en los consejos de administración y en puestos de toma de decisiones va a ser más proclive a que los que estén con él sean hombres. Nosotras somos más equilibradas en ese sentido. Cuando una mujer hace un proceso de selección va a primar la cualidad de la persona por encima del género, mientras que el hombre primará que sea amigo a si reúne todas las cualidades.
Mariló: Según eso la situación se va a perpetuar…
Joaquina: Eso sólo lo podemos cambiar nosotras. Cuando vamos a una entrevista de trabajo vamos condicionadas, asustadas, no vamos con concepto de lucha y pensando que voy a lograr ese puesto y si no lo consigo ya conseguiré otro. Si nos dicen que no, el sentimiento nos deja partidas. Al luchador no se le puede vencer si lucha con las armas correctas.
Mariló: ¿En qué tiempo crees que puede ocurrir eso?
Joaquina: Yo voy a intentar en la medida de mis posibilidades que sea lo más rápido posible. Si conseguimos que la sociedad sienta ese pálpito, en muy poco tiempo la mujer va a estar donde le corresponde.
Mariló: ¿Qué tiene la mujer diferente al hombre en la empresa?
Joaquina: Honestidad, entrega ilimitada, fidelidad y mayor eficiencia. También creo que su debilidad más importante es una baja autoestima y que le cuesta trabajar en equipos donde no se sienta aceptada y le generen tensiones, porque maneja peor que el hombre sus emociones.
Mariló: ¿Qué tendría que darse en la empresa española, o en el directivo español, para que una mujer pueda conciliar vida personal y profesional sin detrimento de categoría, éxitos, ascensos o sueldo?
Joaquina: No creo en esa conciliación. Creo que la conciliación no tiene que ser de la mujer, sino que tiene que ser de la familia, del hombre y de la mujer. Cuando la mujer lucha por su conciliación está luchando por permanecer en las épocas del siglo XVI. No es la mujer la que tiene que volver a casa. Los niños no necesitan a la madre; necesitan a la madre y al padre por igual. Cuando la mujer lucha por su conciliación lucha por seguir siendo la que tiene las tareas domésticas, la que lleva su casa, la regente de su familia y, además, la trabajadora. Cuando una mujer llega al trabajo pensando en su familia, en que deja a sus hijos y están poco atendidos, la mente no puede estar bien, está condicionada, no es libre. Si seguimos defendiendo la conciliación de la mujer seguimos perdiendo las posibilidades de verdaderas profesionales.
Mariló: En conferencias, cursos y talleres siempre hablas de tu fe inmensa en las capacidades femeninas. ¿Cuándo se forja en ti esa apuesta por la Mujer?
Joaquina: Cuando en mi familia la persona machista no es el padre sino la madre, surge una guerra interior dentro de mí contra eso. Decidí que la mujer y el hombre están concebidos por Dios de la misma manera y que sólo los intereses de épocas marcan la necesidad de que la mujer ocupe su lugar dentro de la casa. No he podido encontrar ninguna diferencia a nivel de desarrollo intelectual, emocional y físico. Si pienso que somos seres con parte espiritual y parte práctica, para asumir que la mujer ha nacido para cuidar hijos y estar dentro de su casa tendría que pensar que Dios es injusto, o que la Creación es absurda, pues si fuera así sólo habríamos desarrollado la parte que nos lleva al cuidado de nuestros polluelos y no tendríamos un cerebro completo. Mi padre me dijo: “Todo lo que quieras hacer vas a poder hacerlo como cualquier persona. Lo importante es que sepas lo que quieres hacer”. Y esto ha sido lo que ha regido toda mi vida. En estos momentos no creo que exista la mujer y el hombre, existen las ideas, personas, capacidades y competencias. Amo a la mujer, creo que da un toque de belleza, y a mí la estética me encanta.
Mariló: Tu pasión por los jóvenes es otra de tus marcas de identidad y desde 2003 trabajas en entornos universitarios para conseguir que se comuniquen. ¿Los jóvenes no tienen otros intereses e inquietudes más cercanos al “tener para demostrar”?
Joaquina: Todo depende de lo que uno piense y haga. La universidad es una maravilla y no me planteo que tengan ideas diferentes a las que deben tener, son personas y como tales tienen que estar desarrolladas y, además, tienen que saber dónde quieren poner toda su sabiduría.
Mariló: ¿Qué características relevantes encuentras en las mujeres jóvenes y universitarias, el germen de las futuras directivas?
Joaquina: Son muy parecidas a las mujeres mayores. Siguen pensando que son menos, tienen que defender que consiguen las cosas, están muy pendientes de si gustan, muy atentas a lo que piense el que está al lado… La condición en la que tendríamos que trabajar las mujeres de manera profunda y sin dilación sería en sentirnos amadas por nosotras mismas: el autoamor y la autoaceptación serían el plan de desarrollo de la mujer. Y hablo de mujeres de 18 años.
Mariló: ¿Qué nos ‘pierde’ a hombres y mujeres, y qué perdemos ambos en la búsqueda del éxito?
Joaquina: En la búsqueda del éxito hombres y mujeres perdemos lo mismo, los ideales. El éxito es una consecuencia, no hay que ir a buscarlo, pues si sabemos lo que queremos lograr el éxito viene solo. Lo peor es cuando queremos el éxito y pasamos por encima de los intereses de los demás y de los nuestros propios.
Mariló: ¿Algún consejo para la mujer de hoy?
Joaquina: ¡Sí! Que trabaje la gestión de sus emociones y la autoaceptación. Ella se lo merece todo igual que el hombre. Me gustaría, además, que el concepto de mujer no fuera una marca, sino que la marca fuera el concepto de persona, que consiguiéramos salir de la diferenciación de ‘hombre’ y ‘mujer’ en un pensamiento más aristotélico.