Jon: ¿Qué piensas que es seducir? Moverse desde la autenticidad, conquistar, atraer, gustar, persuadir, influir…
Joaquina: Seducir es embriagador, una sensación que va mucho más allá que el bienestar. El problema es que a veces para la seducción buscamos elementos muy ajenos a lo que es la seducción, buscamos elementos muy externos.
Jon: Me imagino que hay que diferenciar una actitud de seducción, de ser una persona que seduce, lo cual es más complicado.
Joaquina: Lo cierto es que la seducción es imprescindible en nuestras vidas. La primera seducción es a nosotros mismos, y después a los demás. Hay que limpiar el pensamiento de que la seducción es manipulación, es un engaño, es una perversión del poder y la fuerza. Hay dos conceptos que tenemos que eliminar: Que las buenas formas son manipulación, y que las malas formas son sinceridad.
Jon: ¿Y cómo quitamos la idea de que seducir es engañar?
Joaquina: Para eso debemos darnos cuenta de que casi todas las personas que son bruscas y poco delicadas han surgido de un engaño de seducción. Creen que alguien les sedujo y les engañó. Sin embargo, lo que sucedió es todo lo contrario. Esas personas tenían una expectativa que no se cumplió, un interés que no se cumplió, y no tiene nada que ver con el otro. Lo primero a quitar de la cabeza es que se puede seducir mintiendo. Se puede engañar, y puede durar un tiempo, pero no se puede seducir mintiendo.
Jon: ¿Cómo es eso de que no se cumplen expectativas?
Joaquina: Generamos un lenguaje de anti-seducción cuando hemos sido seducidos en el pasado por alguien que nos engañó. Nos engañaron otros o nos engañamos nosotros mismos, no importa, pero abrirnos a estar en disposición de ser seducidos o seducir supone un riesgo que no queremos acometer.
Jon: ¿Qué es lo que ha pasado dentro de nosotros que no sabemos manejar la lejanía y la distancia personal?
Joaquina: La seducción es una energía que nosotros lanzamos fuera. No es solamente una energía que el otro ve. La seducción auténtica tiene que ver con nuestras cualidades innatas. Aprendemos a seducir de dentro a fuera.
Jon: Entonces, deberíamos preguntarnos qué tipo de interés o motivación tenemos en nuestra vida.
Joaquina: Así es, y pueden ser de varios tipos: Intereses físicos, que son lo que está fuera, lo que es tangible, lo que plausible, lo que es medible, los valores, las cosas que se pueden ver, la belleza, el poder. Cosas inmanentes y tangibles. Luego estarían los Intereses emotivos. Cosas con glamur, interés color, prestigio, cosas atractivas, elegancia, formas, el movimiento. Están los intereses por el conocimiento, queremos saber y mover el conocimiento y nos resultan atractivas las personas que lo tienen. También están los intereses por movilizar a la acción y los intereses en el poder espiritual.
Jon: Imagino que cada uno de ellos va a generar una forma distinta de seducción.
Joaquina: La seducción es el arte de compartir, es con personas y es un bienestar, pero también es una tensión de qué va a pasar ahora. Esa tensión es importante que permanezca en el tiempo. Si no nos gusta compartir tenemos un problema con la seducción.
Jon: Si la clave de la seducción es el deseo, aquello que deseemos es lo que nos va a seducir.
Joaquina: Lo que tu deseas te seduce a ti. Lo que a ti te entusiasma (lo que vives, lo que está en ti de verdad) seduce al otro. El deseo te hace caer en la trampa del otro y el entusiasmo hace que los demás caigan en la tuya.
Jon: Me dices que el deseo es el que convierte la seducción en una falacia, pero en ningún momento la propia seducción es una falacia. La solución es vivir desde el entusiasmo y no desde el deseo.
Joaquina: Lo que necesitamos para vivir la seducción sanamente es amarnos a nosotros mismos. Entusiasmarnos con lo que somos y no pretender acercarnos al otro desde él y no desde nosotros. El poder de la seducción está en la autenticidad. El problema está en el movimiento expectante: me muevo para esperar algo que en realidad no voy a lograr nunca. La separación entre el seductor y el seducido es que nos entusiasmamos con lo que es el otro, no con lo que somos nosotros.
Jon: Eso explicaría por qué las relaciones no duran mucho cuando se trabajan desde el deseo y no desde el entusiasmo, de tal manera que la relación dura hasta que la otra persona se da cuenta de que ha sido engañada. Empiezan las pequeñas discusiones, las pequeñas evidencias y a partir de ahí el desencanto.
Joaquina: Debemos aprender a trabajar desde el entusiasmo, no desde el deseo. Entendiendo que el deseo lo mostramos y que la persona nos va a dar aquello que nosotros mostramos que deseamos. Con el deseo, al estar fuera de ti, destruyes el entusiasmo. Lo importante es que tanto el deseo como el entusiasmo estén dentro, y que tu ames tu seducción.
Jon: La situación sería que hay un deseo que nos debería llevar al entusiasmo y desde ahí deberíamos amarnos.
Joaquina: Sí, pero lo que hacemos normalmente es: El deseo lo ponemos fuera, lo cual quiere decir que yo no puedo; el entusiasmo es nuestro, por conseguir eso, o porque nos hagan caso. Conclusión, siempre estamos fuera de nosotros, buscando algo que nos tiene que dar alguien. Ese estado de ser seducido por lo que me tienen que dar es lo que me destruye.
Jon: Me imagino que al igual que hay cinco tipos de seducción hay también otros cinco de deseos.
Joaquina: 5 deseos: Deseo de poder. Deseos de una vida emocional muy completa. Deseos de saber y conocimiento. Deseo de liderar vuestra vida y la de otros. Deseo de vida trascendente. El deseo siempre está fuera “Yo deseo tener algo” lo que ya tienes no lo deseas. Si yo me sintiera completo no estaría buscando cosas fuera. Las relaciones fuera del entusiasmo están avocadas al fracaso. Si las dos personas están fuera de su entusiasmo, la relación va a estallar. Las relaciones por deseo duran dos meses, tres como mucho; el entusiasmo dura 10 meses, 12 como mucho. A partir de ahí aparece el apego, y el apego es la destrucción de la relación: Me apego a lo que yo soy. Quiero que tú cambies. Empiezan las discusiones. Vamos a estar aquí porque tenemos costumbre. El seductor está en el entusiasmo, el seducido en el deseo. Hay que ir hacia ser uno suavemente, para que no se rompa el encantamiento. Los deseos son efímeros, los entusiasmos duran más, y si se trabajan pueden ser eternos. El entusiasmo es contagioso, sin embargo, el deseo no lo podemos compartir ya que nos sentimos carentes y lo que queremos es tener, no compartir. El entusiasmo es dativo, lo puedes compartir, siempre estás hacia fuera, lo vives, eres feliz.
Jon: Lo ideal sería que las personas estemos seduciendo siempre, y para hacerlo debemos estar en el entusiasmo.
Joaquina: Pero el juego de la seducción es el deseo. De lo que se trata es de la autenticidad de la seducción. Que puedas hablar de lo que quieras, que el otro sea tan importante como para poder escucharle, y es tan importante lo tuyo como para poder hablarlo. Tiene que haber un juego permanente de escucha porque al final la seducción ¿qué es sino una escucha, un compartir, un estar? Y cuando nosotros estamos jugando al rol de hablar solo de lo que le interesa al otro, al final entra el aburrimiento, la ruptura de intereses, la desnaturalización. Mas allá de cualquier pretensión, vivir en el entusiasmo te hace permear la sociedad más allá de tus intereses y poder vivir los intereses del otro. En el mundo no hay solo un 5% de seductores, lo que hay es un 5% de defensores de su entusiasmo, y el resto no. El resto impone o declina su entusiasmo. Si hay una lucha de poder ya no puede haber seducción, de la misma manera que si hay dependencias. Son juegos de rol que al final acabarán haciendo daño a alguien. Todos nos dejamos seducir por aquello que creemos que nos va a dar el amor que nos falta. Cuando nos dejamos seducir, hay un recuerdo escondido dentro de una mirada, un momento o algo que nos ha seducido.