Retomo aquí el profundo análisis que Joaquina hace de distintos fragmentos de “Un curso de milagros” relacionados con el deseo que tenemos de creernos especiales. Mis textos son fragmentos del libro, seguidos de los comentarios de Joaquina. “No olvides que la motivación de este curso es alcanzar y conservar el estado de paz. En ese estado la mente se acalla y se alcanza la condición en la que se recuerda a Dios”
Jon: “Aprender el Curso requiere que estés dispuesto a cuestionar cada uno de los valores que abrigas. Ni uno solo debe quedar oculto y encubierto, pues ello pondría en peligro tu aprendizaje. Ninguna creencia es neutra. Cada una de ellas tiene el poder de dictar cada decisión que tomas. Pues una decisión es una conclusión basada en todo lo que crees. Es el resultado de lo que se cree y emana de ello tal como el sufrimiento es la consecuencia inevitable de la culpabilidad, y la libertad, de la falta de pecado. La paz no tiene sustitutos”
Joaquina: El Curso busca que se alcance la paz, porque es la única forma de recordar a Dios, de romper la creencia en la separación por un tiempo, porque es esta creencia y no otra la que nos hace perder la paz. Ese recuerdo el Padre quien parece habernos dejado y abandonado, recorriendo nosotros un desierto interminable creyendo que así podremos volver a El. Recordar al Padre es encontrar la Paz y para ello tenemos que disolver cualquier sombra que nos separe, cualquier idea que nos someta a esa distancia insondable de la que parece que no podemos salir. El Curso nos ofrece un camino, que no el único, para recordar al Padre, porque esa es la Voluntad Divina y sólo esa se cumplirá. Para encontrar ese camino antes, debemos estar dispuestos a cuestionar cada uno de los valores que se abrigan, porque sólo así se podrá decidir. Tomar decisiones sin conocer todos los valores referenciales es estar abonados al error, siendo ésta una de las causas que nos impiden vivir en la Paz. Todas y cada una de nuestras decisiones y acciones se derivan de nuestras creencias. Quizá sea este un apartado difícil de aceptar. Parece que cada decisión está influenciada por algo ajeno o externo a nosotros. Si vemos con detenimiento el párrafo anterior nos daremos cuenta de que es la creencia en la influencia del exterior quien le da el poder de interferir.
Jon: “El amor es extensión. Negarte a dar un regalo –por insignificante que sea – es no conocer el propósito del amor. El amor lo da todo eternamente. Si retienes una sola creencia, una sola ofrenda, el amor desaparece, pues has pedido que un substituto ocupe su lugar”
Joaquina: Reflexionemos, dejemos nuestra mente vacía y lleguemos al reconocimiento de que parte de nosotros no estamos dispuestos a dar. Ese valor y no otro es el que consideramos especial. Aligeremos nuestra carga y empecemos a trabajar con humildad la aceptación de nuestra necesidad de especialismo para poder decidir si nos da o nos quita paz y más tarde saber si queremos o no continuar así. Demos gracias a Dios porque nos facilita esta visión renovadora.
Jon: “Mas una creencia que no se haya reconocido es una decisión de batallar en secreto, en la que los resultados del conflicto se mantienen ocultos y nunca se llevan ante la razón para ver si son sensatos o no”
Joaquina: El ego impone la ley del silencio. Su poder radica en la oscuridad, en que no te enfrentes a lo que tanto daño te hace. Reflexionemos sobre la creencia que no queremos revisar y aceptemos el beneficio que pensamos nos aporta la falta de entrega de esa parte nuestra que consideramos o deseamos mantener como especial. Seamos abiertos a mirar de frente el miedo que nos da quedarnos sin esta defensa ante los demás. Nada puede ser peor que la oscuridad. Abrirnos al reconocimiento es abrirnos a decidir sin que la batalla, que de todas formas tienes que lidiar, pueda ser o tener enemigos ocultos. La transparencia será el final de cualquier situación. Pregunta: ¿por qué deseas que sea con dolor?
Jon: “Solo los que se creen especiales pueden tener enemigos, pues creen ser diferentes y no iguales. Y cualquier clase de diferencia impone diferentes órdenes de realidad y una ineludible necesidad de juzgar”
Joaquina:La constante comparación con el otro, el juicio que nos invade ante la presencia de cualquiera, toda esa visión de lo que puede ser válido, de cómo habría que hacer las cosas, nace realmente de sentirnos especiales. Mejores o peores, no importa, diferentes. Ante cada particularidad podemos decir que cada uno de nosotros vive en la enemistad con los otros, siendo irrefutable que esas marcadas diferencias provocan siempre el ataque. El juicio, la comparación y el anuncio de ser diferentes, que no siempre mejores es el pan nuestro de cada día. Si queremos cambiarlo por encima de todo debemos romper nuestra especialidad.
Jon: “¿Podrías odiar a tu hermano si fueses igual que él? ¿Podrías atacarlo si te dieses cuenta de que caminas con él hacia una misma meta? ¿Non harías todo lo posible por ayudarlo a alcanzarla si percibieses que su triunfo es el tuyo propio? Tu deseo de ser especial te convierte en su enemigo; pero en un propósito compartido eres su amigo. Ser especial jamás se puede compartir, pues depende de metas que sólo tú puedes alcanzar. Y él jamás debe alcanzarlas, pues de otro modo tu meta se vería en peligro”
Joaquina: Qué absoluta soledad se siente cuando comprendes que el deseo de ser especial hace que todo lo que te rodea sea oscuro y feo. Qué absoluta pobreza y miseria se presiente en el alma cuando notas que eres incapaz de ver la bondad, cuando comprendes que tu competencia te hace relacionarte con los demás asegurándote tu victoria. Y qué mediocre puede ser todo cuando a demás detrás de palabras dulces no aceptas que eso es así. Reflexionemos sobre la relación que hemos mantenido con nuestros hermanos; ese deseo de ser únicos para nuestros padres. Los mejores o en su defecto los peores, el caso es ser diferentes. Reflexionemos sobre la imposibilidad de vivir estas competencias en el marco de la paz, la angustia nos invade y la necesidad de sobrevivir aparece como única forma de relación. Competir ha sido el primer punto de fracaso de nuestra vida en familia. Competir ha sido la forma engañosa que ha fomentado nuestra relación, simbolizando la lucha por ser únicos Hijos de Dios, que es la única batalla que realmente llevamos dentro.
Jon: “Tu hermano es tu amigo porque su Padre lo creó semejante a ti. No hay diferencia alguna entre vosotros. Se te ha dado tu hermano para que el amor se pueda extender, no para que se lo niegues. Lo que no das, lo pierdes. Dios se dio a Sí Mismo a vosotros dos, y recordar esto es el único propósito que compartís ahora. Por lo tanto es el único propósito que tenéis”
Joaquina: Dios creó a Su Hijo y el Hijo se extendió, y la extensión dudó de ser tan Divino como el Hijo. Esta es la base de todo principio de la creencia en la separación. El Padre creó a sus hijos semejantes a Él. Reflexionemos sobre si Dios es limitador o su Amor se extiende en la plenitud de todo lo que El es. Reconocer esto, y aceptar la semejanza con tu hermano te liberará de la necesidad de atacar. Que así sea.
Jon: “Los que se creen especiales se ven obligados a defender las ilusiones contra la verdad, pues ¿qué otra cosa es el deseo de ser especial sino un ataque contra la Voluntad de Dios? No amas a tu hermano mientras sea eso lo que defiendes en contra suya. Esto es lo que él ataca y lo que tú proteges. He aquí el motivo de la batalla que libras contra él. Aquí él no puede sino ser tu enemigo, no tu amigo. Jamás podrá haber paz entre los que son diferentes. Mas él es tu amigo precisamente porque sois lo mismo”
Joaquina: La sensación de ser especial nos lleva a una lucha interminable donde nunca se puede producir una victoria. Los dos bandos de la contienda salen a morir o a matar, acabando muertos los dos en el campo de batalla, porque jamás podrá haber paz entre los que se consideran diferentes. Esa creencia en las diferencias hace que cada bando se disculpe en su lucha, creyéndose el único que posee la razón. Sea atacando, o aceptando que somos iguales, la realidad es que las diferencias las percibimos nosotros. Mirando la situación desde fuera, cada uno es igual al otro, aunque les duela o les pase por el deseo de ser especiales o les agrade porque se viven en el Padre. No obstante, todos somos y vivimos la misma realidad seamos capaces o no de percibirla. Nadie esta separado del Padre. La especialidad es un estado perceptivo. Somos Uno, aceptemos esta realidad y llenemos nuestra vida de PAZ.
Gracias Jon
Por compartir este mensaje
Me queda claro el especialísimo que vivo
Ahora me toca hacer propuestas diarias para salir de el y entrar en el camino de la Resurreccion
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Gracias Catalina, mañana uno muy bueno sobre la resurrección. Un abrazo
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