Se sentó delante de mi con cierto decaimiento. Me miró con esa mirada ausente que tienen los que sufren y no quieren asumirlo.
Los médicos le habían desahuciado. A través de los resultados de las últimas pruebas los especialistas comunicaron a su familia que, en unos días, quizá alguna semana fallecería.
La madre todas las noches se levanta y acude a su habitación para comprobar que sigue respirando.
Él, sin embargo, vive sin querer conocer su gravedad, ni siquiera asume la importancia de lo que pasa a su alrededor.
Es muy joven. Mucho más aún su mente que su cuerpo.
Cuando empezó a hablar su voz era lejana. Casi imperceptible. Alguien le dijo que quizá le haría bien conversar conmigo.
Allí estaba ante un hombre-niño sintiendo la vida y la muerte a la vez. Notando su respiración, su piel blanquecina, su conversación entrecortada sabiendo que el hoy quizá no tenga mañana.
Era importante que emergiera en su mente la conciencia y que durante unos momentos se cuestionara el significado de su vida hasta ese momento.
Poco a poco fue desgranando su quehacer actual y comprendió que en realidad esperaba algo sin tan siquiera comprender qué era.
Le pregunté y fue contestando una y otra vez.
Me pregunté yo misma qué significado tiene la vida de cada uno de nosotros. Qué importancia le damos a la maravillosa oportunidad de estar aquí y darle un sentido a nuestra presencia.
El decidió cambiar ciertas cosas con sus padres, con su pareja, con sus hermanos, con los que le rodean. Mirarse y entenderse y sobre todo afrontar que es más duro vivir sin ser que morir siendo.
Quiero ser. Quiero llenar de significado cada instante y a la vez que mi amigo doliente va modificando su comportamiento yo le doy sentido a mi propia vida.
Pensé en cada uno de los seres que se fueron de mi vida, en cada momento en los que el dolor me aproxima a la enfermedad y a la marcha.
Tomar conciencia de quien soy y de lo mucho que puedo hacer por mi y por el entorno en el que estoy me parece hoy el mejor regalo a todos los que están sufriendo la vida en las puertas de la muerte.
(Joaquina Fernández, octubre 1950 – agosto 2017)