179 Cómo perdonar a los demás

El gesto fue breve, pero llegó hondo. La cara de desprecio que fugazmente asomó en el rostro de la mujer no pasó desapercibida para el camarero que acababa de derramar cerveza sobre su precioso vestido rosa. Tampoco para nosotros.

Jon: Y… ¿Cómo perdonamos a los demás?

Joaquina: Independiente mente de que yo vea a todas las personas perfectas, tengo claro que el mundo entero rezuma mucha culpabilidad, dolor y malestar. Sitúate en el primer día de una persona a la que hayas amado profundamente. No importa que ha pasado luego con el amor, piensa en el primer día. Lo que viste ese primer día fue un maestro. Un maestro lleno de luz, lo cual no quiere decir que esa persona fuera perfecta. Quiere decir que lo que tú estés pidiendo de aprendizaje en ese momento, esa persona tiene las cualidades de ser tu maestro. No analices lo que la persona es, porque la persona no es, es lo que tú has puesto sobre ella.

Jon: Es cuando noté que la persona tenía unas características que yo necesitaba para crecer.

Joaquina: Sí, y ten en cuenta que cada uno crece como quiere. Unos crecen sufriendo mucho y otros divirtiéndose. Es tu decisión de crecimiento. Lo que es cierto es que esa persona, ante tus ojos, tenía unas características absolutamente maravillosas.

Jon: Así es.

Joaquina: Pero esa persona tiene su vida, que no es la tuya. Esa vida tiene comportamientos que están unidos a su vida personal. Unidos a su padre, a su madre, dónde pone y no las culpas… qué pasa en su vida. Cuando esa persona tiene comportamientos, tú te olvidas de la persona y le colocas el nombre de los comportamientos. Los personalizas. Es decir, te olvidas de diferenciar persona de comportamiento. La persona sigue siendo la misma, los comportamientos son los suyos. Cuando pasa un poco de tiempo, puede ser un mes, un día, o unas horas, empiezas a llamar a la persona por sus comportamientos: impaciente, egoísta, egocéntrico, no me quiere, no me hace caso, etc.

Jon: Efectivamente, no estamos hablando de la persona sino de sus comportamientos.

Joaquina:  Y, los comportamientos son universales, lo cual quiere decir que estás hablando de ti mismo.

Jon: Quieres decir que cada vez que personalizo en el otro, y digo que es impaciente, en realidad estoy hablando de que yo soy impaciente.

Joaquina: Y lo que estás haciendo con ello es echar fuera la culpa. Así que para liberar de la culpa a todas las personas que tienes cerca, solo lo puedes hacer aprendiendo la diferencia entre un pensamiento descriptivo, y un pensamiento personalista. Ahora tienes que descubrir cuál es el comportamiento que personalizas permanentemente. Cuál es el comportamiento que lanzas fuera continuamente, cuál es el comportamiento que aquella persona maravillosa, cuando lo tuvo, lo echaste fuera. Cuál es ese comportamiento con el que etiquetaste a la persona y en vez de respetarla, la llamaste con la etiqueta que tú llevas colgada en la espalda.

Jon: Me cuesta mucho aguantar el ritmo de los demás. O son demasiado lentos o alocados.

Joaquina: Te he visto conducir, y estás continuamente juzgando la pachorra de los que van delante. Pero ese es un comportamiento, la persona al volante es una persona. Los comportamientos son actitudes que tienen que ver con el devenir de nuestras propias actuaciones. Esa persona no es lenta, es lenta ¿comparada con quién? Haces todo el rato valoraciones personalistas de lo que deberías estar describiendo. Si a tu pareja le dijeses: “Yo hago las cosas en este ritmo, y cuando estoy contigo pienso que las hago más lentas, y a veces me enfado” no habría ninguna posibilidad de enfado.

Jon: Sin embargo, lo que hacemos es ir metiendo y metiendo, y un día saltamos: “Eres una lenta, una pachorra…”

Joaquina: Así acabas de convertir actuaciones en “ser”. Y el “ser” nunca actúa, el “ser” es. Esa es la diferencia. El amor no actúa, el amor es. Y cuando creemos que el amor tiene que hacer cosas concretas, estamos hablando de nuestras necesidades. El amor es amor y no está nunca fuera. La culpa es porque creemos que el amor está fuera. O lo tenemos nosotros o el que tienen los demás no lo podemos pulsar. No tiene materia, no tiene cuerpo, es absolutamente intangible, es espiritual, no se puede hacer cuerpo. Cada vez que queremos que nos amen de alguna manera estamos destruyendo el amor, porque estamos pidiendo algo que se llama comportamiento.

Jon: Sí, la persona se comporta a través de lo que siente, y no a través de lo que yo quiero que sea.

Joaquina: Estamos destruyendo el mundo porque no miramos ni por un instante lo que hay dentro de nosotros. Qué amor hay dentro de nosotros, y estamos todo el día que si nos quieren, que si no nos quieren, que si me hacen, que si no me hace… Haz tú lo que sientes. El amor no se puede compartir, solo se puede vivir. La experiencia de Dios no se puede compartir, solo se puede vivir. Puedes hablar de ella si quieres, pero el otro nunca la va a sentir como tú.

Jon: Pero es un poco frustrante no poder hablar de ello.

Joaquina: Puedes hablar de ello si quieres, pero el otro nunca la puede sentir como tú. Si buscas el amor dentro, y lo describes como tu lo entiendes está bien, pero no busques que el otro haga las cosas como tú estás esperando. Porque la forma de amarnos nuestro padre y nuestra madre, la forma de vivir nuestro entorno y nuestra vida no tiene nada que ver con la del otro. Te invito a que hagas una reflexión, con mucha humildad, para ver cómo quieres que el otro te quiera, cómo quieres que el otro se comporte contigo.

Jon: Me doy cuenta de que estoy poniendo tanta intención en que la pareja no sea ella, que es imposible que la pueda amar. Ha dejado de ser ella en aras de dar algo que no es suyo, que no es su estilo, ni su forma…

Joaquina: El caso es que vamos dando consejos a los demás, que además no nos aplicamos nosotros, de cómo vivir, comer, respirar… Y si no nos hace caso volvemos otra vez a personalizar: “Ésta es un poco torpe, no se entera de lo que tiene que hacer” Consejos que aplicamos siempre al otro y nunca a nosotros.

Jon: Entonces…

Joaquina: Entonces debemos hacer dos miradas profundas: Una para comprobar cuál es el comportamiento que nos pone de los pelos y, viendo que es nuestro, trabajar en cómo podemos hablar con las personas desde la descripción y no desde el personalismo. Así comprobarás que la culpa se va en horas. Luego ver a la persona, no familiar, a la que más culpas, para que te des cuenta de que estás lanzando un concepto personalista cuando debería ser descriptivo. Por ejemplo, la persona que te dejó, el jefe que no te atendió, el cliente que te robó… lo que sea. Si describes nada mas vivirlo nunca habrá culpa, si lo describes 5 minutos después ya habrá culpa.

Jon: Entonces en el momento que la cabeza empiece a pensar algo de alguien debo describirlo.

Joaquina: Sí, porque cuando piensas algo de alguien estás pensando algo de ti. Cuando lo sacas y lo describes, tu cabeza queda limpia. Busca cuál es la cualidad de la que más trabajo te cuesta describir.

Jon: Por ejemplo, mi impaciencia. Me cuesta mucho aceptar el ritmo de los demás. Pienso en la persona más lenta y soy incapaz de sacar la descripción de su persona.

Joaquina: Comprueba que si dices en el momento las cosas y las describes, no habrá posibilidad de rencor. Si la guardas, no hay posibilidad de perdón. Lo que hay en la cabeza, el cerebro piensa que es para ti, y cuanto más daño te haces a ti más crees que te lo ha hecho el otro. Es tan bonito, cuando describes, la cantidad de belleza que hay a tu alrededor, y sin embargo cuando personalizas la cantidad de miseria que ves es enorme. Es tan diferente la situación. Los estados descriptivos aíslan a la persona de hacer algo bueno o malo.

Jon: ¿Y en algo tan duro como una violación? ¿Cómo lo describes?

Joaquina: Puedes decir que esta persona ha hecho un acto de violación de la fuerza de otra persona. Le llamas violador, y tu cerebro adquiere la forma de un violador a los dos segundos. El cerebro no entiende que hables de algo que no eres. Cuando personalizas, el cerebro te llevará a que reconozcas que has violentado a alguien, de una manera diferente. Porque tampoco entiende de cuerpo, de emoción… Solo entiende de razón, es decir, de aprendizaje, y de expresión. Lo que dices cree que lo has aprendido. La dificultad es que creemos que somos cuerpo y emoción, pero no lo somos. El cuerpo es la vasija y la emoción es el movimiento de nuestra presencia divina. Ni el cuerpo ni el movimiento son divinos, son lo que yo utilizo para estar aquí. La voz, el movimiento y el cuerpo forman parte de la experiencia para estar con personas, mientras que la “mirada” forma parte de la experiencia para estar con Dios. Esa es la gran diferencia. A partir de ahí te das cuenta de la diferencia que existe entre estar mirando y aprendiendo, a estar mirando y personalizando. Has decidido que el comportamiento de una persona, que es algo físico, que es algo actitudinal, se convierta en el espíritu de la persona. Eso es inviable.

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