177 Liberarse de la culpa

Joaquina: El sueño de las personas que queremos avanzar es no estar todos los días dándole vueltas a cosas que no tienen solución. La culpa es una de esas cosas que miramos sin darle una solución.

Jon: Recuerdo del taller de Las Culpas que el primer problema con la culpa es con Dios, es decir nosotros mismos, el segundo con los padres, es decir, con nosotros mismos, y el tercero con los hermanos, es decir, también con nosotros mismos.

(Ver posts de 160, 161, 163 y 164 “Culpar”)

Joaquina: Imagínate un cuadro donde, en la parte superior está el Amor. Justo debajo está la gran duda sobre el amor de Dios.

Jon: ¿Dudamos de si Dios nos ama o de si nosotros amamos a Dios?

Joaquina: Ambas cosas. De lo que culpamos a Dios es de la experiencia corporal. Ahí está la culpa que compartimos con Dios y con nosotros. Por un lado, le echamos la culpa a Él, pero nos damos cuenta de que los que hemos dudado hemos sido nosotros. Como la culpa es insoportable, siempre necesitamos sacarla fuera, necesitamos buscar una justificación.

Jon: Una dis-culpa.

Joaquina: Entonces llegamos a la conclusión de que hemos sido encarnados porque nuestros padres nos han hecho. La culpa es de nuestros padres, y solemos balancear la culpa más a uno que a otro. Generalmente a uno le disculpamos, que es lo mismo que culparle, pero no lo parece, y al otro le culpamos directamente. A uno le tenemos inquina y a otro un poco menos.

Jon: Claro, pero a nada que miremos nos damos cuenta de que el follón lo estamos organizando nosotros…

Joaquina: Por eso, abrimos otra vez la puerta y decimos: “la culpa, en realidad, es de todos los demás” y lo centramos en los hermanos. Pero es muy paradójico, porque como crees que un padre es más culpable que el otro, al hermano que se parece a ese padre le tenemos crucificado ya totalmente.

Jon: Y los hermanos son como las parejas ¿no? Vale, y para librarnos de todo este batiburrillo ¿qué tenemos que hacer?

Joaquina: Lo primero es ir a la parte superior del cuadro, al Amor, y ver en qué fallamos en el Amor. Ver cuál es la partícula de nuestro amor que falla. Pero no hacia los demás, sino hacia nosotros mismos. Imagínate que donde fallas al Amor es “X”. Luego, con mucha tranquilidad dices que lo has aprendido de tus padres. Y les echas la culpa. Pero, en realidad, la culpa de todo esto la tiene este hermano, o esta pareja, o este amigo, o el gobierno… Trabaja en el Amor, ahí es donde está la solución. Me separo del Amor porque sentía que no era querido, no era completo, que alguien no te dio la sonrisa, no te dio la delgadez, la inteligencia, la dulzura… cualquier cosa por la que le reclamas a Dios no haberte hecho perfecto.

Jon: Así es ¿Por qué no puso la dosis de perfección en todos? ¿Por qué puso un trocito a cada uno?

Joaquina: Todo eso es lo que va construyendo la culpa y tenemos que quitarla de los tres planos, para lo cual simplemente nos tenemos que quedar en el Amor. El ejercicio es darnos cuenta de que toda la historia que tenemos con la culpa, en realidad es por no sentirnos plenos.

Jon: Por no serlo y por no ver a los demás que lo sean ¿no?

Joaquina: Piensa en los cuatro planos: El físico, el emotivo, el racional y el experiencial. La primera revisión es preguntarte en qué no te sientes pleno con tu cuerpo físico. Una palabra. Luego en qué no te sientes pleno en tu cuerpo emotivo. En qué no te sientes pleno en tu cuerpo racional, y en qué no te sientes pleno cuando te experimentas o te expresas. La primera parte tiene que ver con el “hacer” Te empiezas a dar cuenta de que hay personas que tienen una capacidad para hacer cosas, que les resulta fácil, y a otras personas les resulta más difícil.

Jon: Esta parte del hacer deberíamos considerarla en el plano del cuerpo.

Joaquina: También nos damos cuenta de que hay personas que tienen una capacidad innata de tener una economía rica. También en ese plano está todo lo que tiene que ver con la economía. Por último, vemos la complexión corporal: si somos altos, bajos, rubios o morenos.

Jon: Esta sería la primera parte de la culpa. Culpamos a personas que tiene facilidad para hacer cosas. No es mi caso, yo tengo una habilidad manual bastante desarrollada.

Joaquina: Sí, he visto tus maquetas. Luego está la fuerza, cuando somos pequeños, que de mayores es el dinero. Y esto empieza cuando somos pequeños y nos comparan con otros hermanos: eres más o menos fuerte, hábil, guapo… En ese momento miras a tus padres, ves el que es como tu hermano que hace bien las cosas, y le señalas culpándole de haber pasado algo a tu hermano y a ti no. Por último, en el plano físico, está la configuración corporal. Cuando tu cuerpo físico no funciona en una de estas tres cosas, mira a ver a quién culpas.

Jon: Pes seguro que si lo que no te gusta de tu cuerpo lo tiene uno de tus padres. A ése es al que culpamos de haberlo transmitido genéticamente.

Joaquina: Cuando hablamos de emociones, está la capacidad de mantener los sentidos despiertos. Tenemos que darnos cuenta de que, a veces, venimos con lesiones o dificultades, necesidad de gafas, sentido del oído mal… En segundo lugar, en este plano está la aceptación de las emociones, si las nuestras son o no más entendidas o reconocidas que las de otros. Por último, cómo se reparte el afecto en la familia: cómo tratas a uno o al otro.

Jon: ¿Podemos decir que en el plano físico es cómo hemos sido reconocidos y en el plano emotivo se refleja cómo hemos sido aceptados?

Joaquina: Así es. En el primero están los comportamientos, y en el segundo la marca personal. Muchísimos de nosotros no perdonamos que no tenemos el carisma de uno de nuestros padres. La realidad es que muchos de nosotros hemos perdido el carisma por compararnos con algo que nunca podríamos llegar a ser. Como adultos que somos debemos analizar si culpamos a los demás de comportamientos que hemos aprendido, o nos sentimos bajos de carisma y vemos que alguien de la familia lo tienen y nosotros no.

Jon: Me imagino que cuando hablas de carisma te refieres a la cualidad de conectar con la gente, de hacer rápidamente un montón de amigos, de relacionarse muy bien… Yo con mi timidez me costaba la vida hacer amigos y mi hermano tenía a patadas.

Joaquina: Pues el sentimiento de culpa con el carisma anula nuestro prestigio personal, con los celos, la comparación, ese estado continuo de estar mirándonos en las caras de los demás. Entrando ya en el plano racional el dilema está en el concepto de inteligencia que tenemos unos y otros. Si tenemos problemas de aprendizaje vamos a pensar que le han dado la inteligencia a uno y a otro no. Y hay tres niveles: listo, inteligente y sabio. Hay una gran diferencia entre ser listillo y ser inteligente. El concepto de sabio es interesante. Normalmente los chicos no se suelen liar con las tonterías con las que se lían las niñas. Las mujeres, en general, tenemos cosas muy buenas que nos cuesta mucho aplicarlas, que es aplicar lo que somos, y no estar todo el día revolviendo con lo que es otro. Los hombres suelen ser más prácticos y aplicar más lo que son. El hombre tiene más capacidad de ser más ligero en su razonamiento y no estar enredando en cosas como nosotras. Nuestra sabiduría se queda bastante limitada por esa necesidad de retorcer lo que no es posible retorcer más.

Jon: Ahí es donde echamos la culpa al padre más inteligente, y creemos que no nos ha pasado el virus de la inteligencia.

Joaquina: El último plano es el expresivo. Este campo tiene que ver con tres niveles de expresión: La expresión de acciones, la expresión de decisiones, y la expresión comunicativa.

Jon: ¿Es lo mismo hacer que actuar?

Joaquina: No, esto no es hacer, es tener un proyecto y actuar sobre él, tomar decisiones de gran contenido y la capacidad de comunicar lo que se piensa, de decirlo sin problemas. En el plano racional está la capacidad de aprendizaje y en este la capacidad de cambio.

Jon: ¿Para qué hacemos todo esto?

Joaquina: Para ser muy conscientes de que la culpa está soterrada en estas variables a las que hemos dado cuatrocientas vueltas para enredar y pensar que el Padre no nos ha dado las cosas que nos merecemos. Y tenemos que descubrir en qué lado de todos estos enredamos. De verdad, de verdad, enredamos en una sola cosa, las demás son aleatorias. La mayoría de la gente que yo trato enreda en la soberbia de querer ser inteligente pero no querer hacer el esfuerzo de la inteligencia. La inteligencia es la reflexión, es el estudio, es el análisis, es ir más allá de lo obvio, son muchísimas cosas. Pero la persona prefiere estar en las emociones que meterse en el mundo del análisis, y cuando ven a una persona que aplica, que tiene resultados más rápidos, aparece el desprecio personal. Estos dos campos son los más duros con los que me encuentro y en los que más e culpa a los padres por no haber hecho una transmisión de inteligencia, y de no haber dado el concepto de la seguridad personal, del poder expresarse, etc. ¿Cuál de los cuatro campos está destrozando tu vida?

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