164 Culpar IV

Joaquina: No hay nada más bello que liberarse de la culpa. No hay posibilidad de que mires a nadie, no hay disculpas, porque no hay culpable, porque no te estás culpando a tí, estás empezando a quererte y te dices las palabras más hermosas: “hoy has hecho, Joaquina, lo mejor que podías hacer hoy»

Jon: La revisión implica analizar qué puedes mejorar para mañana.

Joaquina: Y lo haces mejor. Y te preguntas: ¿Qué ha pasado con esa gran divergencia entre el gozo y el placer? ¿En qué te has extasiado? ¿En qué placer te has detenido? ¿Qué placer has querido? Te voy a pedir que, con un estado de amor muy profundo hacia tí mismo, pienses en ese error que cometes constantemente para vivir en el placer de no ejercer la voluntad, porque el placer siempre es para no ejercer la voluntad. La culpa sólo tiene un amigo: no ejercer la voluntad. Cuando ejercemos nuestra voluntad no hay culpa. Cuando entendemos lo que hemos hecho nosotros desde nuestra voluntad, lo positivo o lo negativo, ya no hay culpa.

Jon: Entonces, sabiendo la cualidad que no ejercemos diariamente, y que la repetimos constantemente, habremos encontrado la culpa.

Joaquina: En realidad, la culpa siempre es una negación a un cambio, que como no se soporta dentro lo que hacemos es liberarlo hacia fuera. Todo este juego diabólico que planteo es para que te des cuenta de que, en nuestro ejercicio de sentirnos simbólicamente separados de Dios, hemos accedido a querer cambiar algo y ver cómo funciona ese algo. Unos quieren trabajar la tolerancia, otros la paciencia, otros quieren trabajar el amor incondicional… lo que sea. Entonces, cuando te das cuenta de que esto es algo que te quema, empiezas a decir que no lo aprendes porque está fuera. Cuando te das cuenta de que es tuyo, de que en realidad es un ejercicio personal, desaparece la culpa inmediatamente porque no podemos eludir nuestra realidad. Todo lo que hacemos en todo momento es lo mejor que podemos hacer.

Jon: ¿Qué ocurre cuando ves en los demás ira, intolerancia, mal humor…?

Joaquina: Cuando estás viendo eso en los demás te conviertes en hacedor de esa historia. No existen historias, nosotros no formamos parte de la historia de nadie. La historia de un ser humano se acaba con Dios, se acaba consigo mismo, con sus padres y con sus amigos, ahí se acabó la historia. Todo lo demás son sustituciones. Cada vez que yo me encuentro con alguien nos hacemos sustituciones. Cuando un padre no me ha entendido busco a alguien que me entienda. Lo que estoy haciendo es huir de que no he comprendido la historia de mi padre tampoco.

Jon: Entonces, cada relación que tenemos, cada historia que vivimos en realidad va enriqueciéndote o empobreciéndote, dependiendo de que hayamos liberado culpa o de que hayamos echado culpa. Si hemos liberado culpa la historia se enriquece, si estamos más empobrecidos porque sentimos más culpa, la historia se enrarece muchísimo más.

Joaquina: Imagínate esta historia, ¿de acuerdo? Imagínala con un amor infinito. Laura, que ha encontrado un hombre que no desprecia a nadie, por fin, está con Javier, que es una persona amable y la va a fortalecer el amor. Entonce él la ama profundamente y nace Rebeca. Laura tiene su historia personal, y Javier tiene su historia personal. Esto quiere decir que Rebeca, cuando nace, trae dos historias que están ahí. Y además trae su propia historia, porque todo ser humano trae su historia: los velos que ha roto para entrar en este mundo. Javier es una persona muy inteligente, muy intelectual; Laura es una mujer inteligente, pero le atraen más otras cosas. Javier es una persona muy profunda y que estudia; a Laura le gusta salir y pasárselo bien, y han llegado a un acuerdo en el que Laura se va de marcha y lo pasa muy bien y Javier estudia tranquilamente. Entonces la pequeña Rebeca empieza a darse cuenta de que a ella le cuesta muchísimo trabajo deducir las cosas como las deduce su padre, y lo que le apetece es irse a la calle con sus amigas. Eso la haría ser como su madre. Se da cuenta de que le gustaría tener el cerebro de su padre. Pero para tener el cerebro de su padre a cambio debe quedarse en casa y no salir con las amigas. Debe quedarse al lado de él. Entonces, de pronto, se va con las amigas y empieza a a decir: «papá no me pasó su inteligencia», «a papá le pasaron su inteligencia, él la traía ya» Él siempre está con libros, siempre estudiando… y a ella eso le parece absurdo. Cuando Rebeca sale al mundo, ¿qué tipo de hombre va a buscar?

Jon: A su padre, pensando que el intelectual se lo va a pasar…

Joaquina: Pero cuando se dé cuenta de que el intelectual se queda en casa y que ella quiere seguir saliendo, ¿qué va a pasar? que va a seguir saliendo y pensando que el intelectual es un muermo, “¡qué horror! Mi padre era divertidísimo, este otro es un plasta” y ¿qué va a pasar? va a dejar a ese intelectual y va a buscar uno como ella. Pero ese otro tan divertido es infiel, y le gusta la marcha, y la deja colgando porque es más divertido que ella todavía, porque ella también tiene lo del padre. Entonces ¿qué va a buscar después?

Jon: A otro intelectual.

Joaquina: Pero no creas que tiene algo que ver con Rebeca, tiene que ver con esta historia, no con ella. Esto es lo que es importante, aquí es donde tienes que encontrar la base de tu conflicto. Donde hayas puesto el ejercicio de competitividad, donde hayas puesto el ejercicio de revisión, donde hayas decidido que alguien no te da algo, donde hayas decidido que uno de tus padres no te pasó algo. Ahí está la clave, y mirando tus relaciones encontrarás la siguiente clave. Coge tus relaciones y rómpelas en canal, y te darás cuenta de que estabas de aquí para allá.

Jon: Entonces, Rebeca, cuando mira a su padre cree que está mirando a Javier, pero no, no está mirando a Javier, está mirando los cientos de personas o la persona clave de su vida.

Joaquina: Javier no existe en su vida, porque no existe nada en nuestra vida, sólo existe la experiencia, nada más, lo demás son metáforas de aprendizaje y ahí es donde tenemos que aprender. Lo que está aquí es nuestro aprendizaje; Rebeca es la que tiene que pararse y decidir: “yo quiero trabajar lo que es mi padre, y lo quiero trabajar, no lo voy a buscar fuera, voy a buscar mi completud dentro. Ya tengo la maravilla de mi madre, quiero tener la maravilla de mi padre” Lo tiene que trabajar ella y nadie más. Si está con un intelectual tiene que darse cuenta de que el intelectual hace lo que su padre: no sale, entonces no le tiene que echar la culpa “te estoy buscando a ti porque no hice el trabajo aquí”, en esta relación siempre va a ser el esfuerzo, “¿pero necesito ser intelectual?, estas dos personas no tienen nada que ver conmigo, en realidad la vida es ella consigo misma, es ella con lo que ella tiene que aprender.

Todas las cosas que al lado tienen dolor son oscuridad; todas las cosas que al lado tienen una expansión de amor, son luz; y eso es lo que hay que buscar, ella tiene que buscar lo que le da gozo, porque cada vez que busque lo que le da placer se va a encontrar que es efímero. El placer es efímero, el gozo es eterno, y cuando busque lo que le da gozo se dará cuenta de que igual no quiere ser ni como ella ni como él, igual lo que quiere ser claramente es ella con otra esencia diferente, y entonces cuando los mire recogerá lo mejor de los dos.

Desnudemos nuestra relación de nuestros propios padres, desnudemos nuestra relación de cualquier cosa que no sea una mirada hacia lo que queremos realmente conseguir, y puestos ahí nuestra historia personal es otra.

1 comentario en “164 Culpar IV

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