Joaquina: Quedó claro que nosotros decidimos lo que vemos frente a nosotros, y esta decisión es libre, aunque para garantizar que existe una auténtica libertad necesitas revisar tu pasado desde la justicia. Es fácil caer en la negación, o en el rencor o en el resentimiento. Es muy dable dejarse invadir por la rabia ante los recuerdos de la infancia. Ahora bien, si miras con los ojos de la empatía y piensas qué estás haciendo tú en esos casos, quizá tu pasado se convierta en otra realidad y tu proyección puede ser más coherente e íntegra.
Tú decides lo que das. Lo que necesitas conocer es qué ocurre con lo que das. Si miras hacia atrás y analizas tu vida familiar centrándote en los errores que han cometido los otros, lo que estarás haciendo es un sesgo que te llevará a posicionarte en una cadena de destrucción. Una cadena que se retroalimenta de dolor y conduce inefablemente hacía la anulación.
Es difícil detenernos en recuerdos que valoramos como dolorosos o injustos y deshacernos de los sentimientos que surgen ante ello. Podemos imaginarnos que hay una escalera cuyos peldaños nos suben y nos indican nuestro crecimiento y transformación, mientras que hay otra cuyos peldaños bajan y nos conducen hacía la sombra y la oscuridad de nuestros pensamientos. Es posible caminar en una. Nosotros decidimos cuál. Lo que no es posible es que estemos en ambas a la vez.
Para confirmar la certeza de este planteamiento sólo necesitamos conectar con nuestro cuerpo y con sus movimientos para comprender la fuerza que tienen nuestros recuerdos destructivos.
Te propongo que pienses en algo doloroso e injusto que te ha proferido uno de tus padres. No importa si es uno u otro. Recréate en ese momento.
¿Qué sientes? ¿qué pasa en tu interior? Seguramente has vuelto a sentir con igual fuerza el malestar del pasado. Tu mente se ha llenado de rabia o de tristeza. Poco importa qué emoción es la que sientes ahora. Lo que es relevante es que lo estás sintiendo tú. No hay nadie en el otro lado que esté asumiendo tu dolor, tu incomodidad. ¿Qué hace que ese dolor se recrudezca nuevamente? ¿Has logrado que tus emociones se transmitan a otro receptor? Si esto no es posible analiza por qué es. Quizá sólo tú puedas cambiar tu mundo. Quizá sólo tú puedas valorar quién eres y qué quieres sentir, pensar o hacer.