154 Lo que aprendí de mi padre

Con un caminar tranquilo y la mirada puesta en la mar, paseamos de vuelta al coche tras comer unas parrochas en Cudillero.

Jon: He asistido a muchos de tus cursos y siempre me impresionan tus conocimientos y los muchos libros y maestros que has tenido. Caminando ahora por tu tierra me viene la siguiente pregunta a la cabeza: ¿Qué aprendiste de tu padre?

Joaquina: Un día caminando por Gijón, mi lugar de nacimiento, sabiendo, que mi relación hacía aguas y estaba a punto de naufragar, me habló de su pensamiento sobre las cosas entre hombres y mujeres, las diferentes actitudes, la superficialidad con la que vamos de unos a otros sin medir la repercusión sobre los pequeños, que como el decía no habían pedido venir al mundo y eran nuestra única y máxima responsabilidad. Decía: “Todos los seres somos iguales, llenos de defectos y virtudes. Parece que lo nuevo es diferente, más pasional, interesante, carismático. Sin embargo, pasados los primeros días, aquello que dificultaba tu anterior relación vuelve a repetirse inexorablemente. Por que, no olvides esto”

Su voz se espesó y un grado de emoción extraña le inundó

La persona con la que estás es como cuando la conociste.  Han sido tus expectativas, tu deseo de cambiar al otro, el que hace que la relación no funcione. Lo que amaste al principio permanece, y lo que tú tenías como defectos también. Enfréntate a cambios profundos sobre ti misma, porque vayas donde vayas y estés con quien estés tus defectos te acompañarán y no te permitirán ser feliz” 

El momento se había hecho muy denso. El aire alrededor casi no se sentía y yo en mi pequeño corazón notaba las pulsaciones temiendo que él las oyera. Siguió. Igual de conciso, explícito e intenso:

Tu madre es como cuando la conocí. No es que ahora presente diferencias notables que puedan haberme desencantado. Las cosas que ahora me molestan de ella son las mismas de siempre, sin embargo, yo podría caer en la tentación de culparla a ella en lugar de vencerme a mi mismo. Si yo erradico mis actitudes erróneas de la relación en vez de esperar que ella realice el trabajo, nuestra relación volvería a ser tan apasionante como fue. Yo sé eso. ¿Qué me podría aportar otra mujer que ella no me dé? Posiblemente un cuerpo nuevo. Vivir durante unos días una pasión física desbordada. Pero, la vida, lo creas o no, no es eso. La vida es lo cotidiano, pasear al lado del mar, comer, defecar, sufrir, notar carencias, reír, soñar. Ver que tus hijos se hacen mayores y no son como esperabas. La vida es sufrimiento y alegría, todo junto. Y lo uno y lo otro, se acompañan de lo que tú cambies y crezcas para ti misma”

Respiré y noté que él también lo hacía. Resultó como una sentencia que aún escucho en los días de noches oscuras. Busco cambiar lo que me hace sufrir, lo doliente de mi personalidad entendiendo que los demás son siempre como el primer día que les vi. Posiblemente mejores, nunca peores. Sin embargo, siendo su mensaje profundo y con un contenido esplendoroso. Fue un monólogo y eso indicaba que no había espacio para el otro, que no había la posibilidad de redefinir partes que tenían mucho sentido.

4 comentarios en “154 Lo que aprendí de mi padre

  1. Que buenos recuerdos. Tanto mi güelo como mi madre, Joaquina, tenían el don de hacerte creer grande, hasta especial.
    Recuerdo la primera vez que mi güelo me dejó su amado coche, un Renault 8 color hueso. Yo tenía 8 años y tenía que mirar a través del volante para alcanzar los pedales. Como cada día en nuestra tierrina, la hierba estaba mojada y no había forma de llevar aquel coche derecho, se iba de atrás, derrapaba sin remedio y mi güelo permanecía a mi lado sin pestañear, ni una sola vez mostró miedo o sobresalto, tengo aquel día como el más significativo de nuestra relación.
    A Joaquina nunca la perdoné por dejarme con sus padres, la condené con mi odio, pero ella lo entendía, no la afectaba, porque como ahora sé, no podía estar en un sitio mejor y lo sabía.
    Ellos te transmitían la confianza y determinación notables como para hacer a voluntad con tu vida.
    Gracias Jon, menuda alegría me he llevado.

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