151 La supervivencia

Hay pocas cosas tan entretenidas como sentarse en un parque y ver interactuar a los niños. Y también cómo se relacionan con sus padres… los que piden ayuda constantemente, los que les huyen, los desobedientes… Puedo comprender porqué soy como soy y ver mi rol actual reflejado en un pequeño de apenas 6 años.

Joaquina: La misión de los padres es enseñar a sus hijos a manejar su mente dentro de la forma de cuerpo que han elegido, masculina o femenina, siendo ese cuerpo la “carrocería” que acelera o ralentiza el proceso de crecimiento y transcendencia. Cuando un niño nace, lo hace a una idealibre y única, viniendo a la vida para desarrollar una misión específica. El cuerpo no es sino el medio para hacerla operativa.

Jon: ¿Cuándo somos conscientes de eso?

Joaquina: De 0 a 12 años es cuando esa idea mira lo que es y las capacidades dentro del mundo íntimo, mundo familiar. Tenemos como maestros, para fortalecer esta idea, a nuestros padres, y a posteriori a los educadores en la etapa escolar, y a todos aquellos familiares que participan de nuestro mundo cercano y de formación. De niños absorbemos toda la información que precisamos para aprender en lo referente a nuestro yo íntimo sin mediar lo desconocido, más por lo que somos capaces de observar que por el medio en el que nos movemos.

Jon: Entonces, los valores referenciales que observamos siempre están directamente ligados a los maestros padre y madre y a nuestra actitud ante los demás miembros de la familia empezando lógicamente por nuestros hermanos.

Joaquina: El proceso de adecuación mente – cuerpo es el siguiente: De 0 a 4 años aprendemos a sobrevivir, a ubicarnos en una realidad firme. De 4 a 8 años aprendemos a ubicarnos en una realidad emocional resultado de la convivencia con nuestros padres. De 8 a 12 años aprendemos a ubicarnos en nosotros mismos.

Jon: Los padres somos pues los encargados de enseñar a nuestros hijos, y al niño en general, que solo existe la mente y que el cuerpo es el medio para lograr aprender lo que necesita.

Joaquina: Somos responsables de enseñarles que hemos venido a esta vida a aprender desde lo que somos. Y eso que somos es lo único que podemos enseñar. Solo desde la coherencia y la integridad podemos enseñar las formas de actuar, sentir y pensar que estén en la misma sintonía. Tenemos primero que aprender para luego enseñar con amor. Son los hijos los que nos enseñan donde no somos íntegros, usando ellos esa falta de integridad como excusa para pararse y no aprender. Ellos ponen en evidencia nuestra falta de amor, entrega y paciencia.

Jon: Los niños conocen a sus padres no por lo que dicen si no por lo que son. No escuchan lo que hablan si no lo que piensan. Y todos esos pensamientos están en el cerebro, un órgano tremendamente complejo…

Joaquina: El cerebro se compone de diferentes partes que deben de estar en comunicación. El neurofisiólogo Paul McLean lo ha dividido en tres partes y cada una de ellas tiene su inteligencia específica, su propia memoria y su propio lenguaje. Así que los padres, como todo ser humano, observan el mundo en tres niveles mentales diferentes. El cerebro reptil: tronco cerebral, ganglio, Corpus Striatum y Globus Pallidus. El cerebro de los primeros mamíferos: sistema límbico. El cerebro de los mamíferos recientes: neocortex. En los dos primeros cerebros no existen los mecanismos de comunicación verbal, pero tienen una comunicación no verbal, como señales acústicas, mímicas, etc.

Jon: Háblame en detalle de cada uno de ellos y qué puedo aprender ahora sobre su evolución. ¿Empezamos por el cerebro reptil?

Joaquina: Es el cerebro que desarrolla la capacidad de sobrevivir, de estar sano y en armonía. Con este cerebro el niño aprende inmediatamente todo y al cumplir los 4 años tiene que ser capaz de hacer las cosas solo, sin ayuda. Es importante darse cuenta de que en esta etapa el niño solo aprende de los adultos y no necesita ir a la guardería ni aprender nada de otros niños. La experiencia en la tierra es para aprender del entorno, del medio. Ya sabe hacer las cosas y es capaz de manejar su cuerpo y está preparado para entrar en interacción con el mundo. Con este cerebro cree que sus instructores le tienen que enseñar y si no es así se altera. Les tomarán el pulso probándoles para comprobar hasta donde llegan.

Jon: Estos instructores son los padres ¿no?

Joaquina: Los padres son los primeros que deben incorporar el modelo a seguir en la adecuación al comer, dormir, higiene, etc., efectuando los cambios suavemente para que luego se vayan extendiendo al resto. Esto se hace sin mostrar inseguridad y miedos a través de gritos o malas formas. Las cosas hay que hacerlas con disciplina amorosa. Lo que ellos nos hacen como confrontación: pegar, empujar, preguntar sobre cosas que él ya sabe, etc. se lo debemos hacer nosotros con la misma intensidad, no sintiendo ninguna tensión interior, para que se den cuenta de lo que están haciendo.

Jon: ¿Qué sería importante tener en cuenta?

Joaquina: Primero, tener una actitud no invasora. Debemos tener en cuenta que, al ser un cerebro básico, en el encuentro siempre se pone a la defensiva. Así, por ejemplo, cuando el padre/madre llega a casa, el niño se pone en alerta para averiguar cómo viene su progenitor (es el mismo mecanismo que se activa de adultos cuando entramos en un sitio o entra el jefe en nuestro trabajo y tratamos de averiguar su humor o estado anímico). Por eso es muy importante no provocar esa alerta, dejando el espacio y tiempo suficiente de que sea el niño el que tome la iniciativa de ir al encuentro con el padre, no asaltándole tampoco con una batería de preguntas sino esperamos a que nos cuenten o nosotros le contamos algo. En general la aproximación debe realizarse con firmeza, pero con amor.

Lo segundo, No aliviarle cuando se enfrenta a una situación de supervivencia. Es decir, una situación relacionada con el comer, el dormir o la higiene. Él utiliza sus propios mecanismos para tranquilizarse chupándose el dedo, acariciándose el pelo, la oreja, se mece o acuna, y no necesita ningún mecanismo creado por nosotros. Tenemos que acostumbrarle a conseguir sus cosas. Por ejemplo, si está tomando el biberón, suavemente ir dejando que él haga el esfuerzo de cogerlo, y lo mismo con el chupete dejándolo cerca para que él acabe el movimiento de ponérselo en la boca. Si tiene que esperar un poco para comer y llora, es preferible oírle llorar a darle el chupete, porque es un mecanismo tranquilizador pero falso. Si tiene frío o hambre y ya hemos hecho todo lo que está en nuestra mano y él sigue llorando, dejamos que llore porque su sensación de hambre o frío es muy real para él. No le distraemos, cantamos, etc. …El niño va a aprender así, cuales son sus sensaciones de supervivencia, sin paliativos y que él puede conseguir las cosas por sí mismo, y es muy importante que sean ellos los que pidan lo que necesitan.

Lo tercero sería no advertirle de los peligros que corre. Si él es capaz de hacer algo, hay que dejarle. Se le supervisa apartando de su entorno de una forma discreta y silenciosa todos los peligros objetivos: enchufes, picos de mesa, escaleras… Una vez apartados los peligros se le deja explorar y experimentar bajo nuestra supervisión. Si coge o hace algo que es peligroso, se le aparta el peligro suavemente, sin decirle que es peligroso ni que tenga cuidado, pues si le asustamos con los peligros o haremos de él un asustadizo, o se dedicará a probar todos los peligros que se le prohíben. En el suelo su espacio es total, nada de corralitos ya con ellos aprenden que su capacidad está limitada en la vida.

El cuarto punto es nunca compararle con nadie. Ni se parece a su padre ni a su madre ni a su tía ni al abuelo. No son más guapos, delgados, listos etc. que sus hermanos ni primos. Los niños son únicos, no especiales, pues realmente todos los niños son iguales. Si le damos una información regresiva sobre él, acaba por esconder su luz y su sombra, comparándose con los demás y creando complejos de inferioridad y superioridad. Cada niño es único y tiene un proceso propio de aprendizaje que debe ser totalmente respetado. Irá aprendiendo las cosas a su medida cuando esté preparado y lo necesite.

El último punto es no resaltar sus atributos físicos, sino su capacidad de tomar conciencia, su energía operativa, su ser. Al niño hay que transmitirle el concepto de que es su idea, su mente, su capacidad de pensar y actuar lo que prevalece sobre su cuerpo. Además, si fomentamos lo guapos, altos, ricos o monos que son, cuando pierdan esa característica creerán que nos han decepcionado.

Jon: Me llega un poco tarde la información, pero me ayuda a comprender como y porqué soy como soy. ¿Qué pautas habría que seguir en casa?

Joaquina: Para que las recuerdes te voy a dar esta lista:

  • No se le critica ni nos quejamos de su aprendizaje, aceptándolo con paciencia.
  • Desaparecen de una forma suave los caprichos. Se pasa a una alimentación sana y austera.
  • Naturalidad ante la comida sin confrontaciones. Si no quiere comerla se le retira el plato sin aspavientos, pero tampoco se le deja comer otra cosa ni comer entre horas.
  • Se le van dando pautas con la higiene, pero más con actitudes que con palabras. Si no tiene una higiene adecuada se le deja para que vaya aprendiendo por sí mismo.
  • La ropa es la que hay y la que se pone. Se debe disponer del tiempo adecuado por las mañanas para que los niños se arreglen. Las prisas de los padres o sus ganas de levantarse mas tarde no deben condicionar el ritmo de los niños en arreglarse ni ablandar la disciplina necesaria en este proceso.
  • Andar todos los días descalzos, sin zapatos ni calcetines.
  • Los niños se deben duchar y no bañarse. Como mucho el baño hasta los dos años. El baño es un juego donde toman más conciencia de su cuerpo y genitalidad que de aprender higiene. En cambio, la ducha es un sinónimo de higiene. La ducha debe ser individual, sin otros niños ni padres. Cada uno tiene su suciedad que debe ir por el desagüe. Por la misma razón cada uno tiene su albornoz y su toalla. Ellos controlan el calor y el frío, dejarles expresarse en ese sentido sin preguntar.
  • Desarrollar jugando la lateralidad y el equilibrio. Los juegos más adecuados son: andar de puntillas y de talones, juegos de coordinación de arriba – abajo e izquierda – derecha.
  • Al niño deberíamos regalarle porque crece y aprende, no porque cumple años. No regalar cosas materiales.
  • Los castigos o recriminaciones deben hacerse en privado, a solas con él.
  • Deben ir siempre con lo adecuado para lo que se va a hacer.

Llega tarde, porque dudo que tenga otro hijo, sin embargo, me resulta fácil imaginar como habría sido mi vida si mis padres hubieran seguido estas pautas. No los culpo ya que ellos no tenían esta información y no me cabe duda de que hicieron lo que mejor sabían hacer en cada momento. Les agradezco eso.

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