No hay diálogo, únicamente haz los ejercicios. En profundidad.
EJERCICIO 1
Imagínate que vas a realizar un viaje. Es el viaje soñado por ti. Toda tu vida haciendo volar tu imaginación por esos parajes, y es tu única oportunidad de vivirlo. Llénate de luz e inunda tu espíritu de gozo.
Debido a lo extraño de esta experiencia tú no decides la compañía, ni el medio, todo es tan sorpresivo, tan inaudito… Tu alma viajera, aventurera y sedienta, se abre como nunca a todo…
Llegas al punto de encuentro, en el reparto de compañeros para el viaje, que durará muchas horas, y te adjudican a una persona que te resulta profundamente antipática, desagradable. Esa persona que nunca querrías tener cerca de ti, por su físico, su sentido del humor, su forma de hablar… en fin, por lo que sea para ti incómodo.
Pierdes la paz. Ahora tienes que decidir si continúas en el viaje o rompes tu sueño.
Antes, mira que es lo que te molesta, déjate llevar por la sensación de desagrado y anota qué es.
Descansa, relájate y busca dentro de ti eso mismo. No dudes que está.
Tu vida puede pararse o continuar en el disfrute de tu mundo dorado y lleno de alegría. Sólo tienes que acometer este momento, manejar esta situación y volar.
Si decides cambiarla, enfrentarte a ella, recréate en cómo hacerlo. No te asustes. Sólo tienes que darle lo que quieres recibir.
Sé valiente. Eres lo mejor y más fantástico que yo he encontrado en mi vida. Vívelo y disfruta de ti y todos.
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EJERCICIO 2
Estás en la cama. Estás agonizando. No tienes ningún dolor, nada físico te sucede, pero sabes que tu vida ha concluido.
Notas la paz de este momento.
Tu madre está a los pies de tu cama. Hay tanto por decir… Date cuenta de todo lo que te has callado, de todo lo que jamás la has dicho, de todos los pensamientos y sentimientos que nunca habéis compartido.
Esta es la mejor ocasión de tu vida para comprender a tu madre, y para que ella te escuche todo lo que tengas que decirla.
¡Háblala! ¡Díselo!
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EJERCICIO 3
Estás en tu habitación. Delante todo un equipaje por hacer. Las cosas se amontonan, los libros, los trajes, las maletas…
En el dintel de la puerta está tu padre. Su mirada oscura, lejana… no parece estar, pero sabes que está ahí. No dice nada, pero sabes qué decir. ¡Habla! Dentro de ti se forma un nudo que sube a la garganta.
Cierra los ojos, es un instante, decide y abre tus labios.
¡Háblale! ¡Dile todo! Tus miedos, tus sensaciones, tus momentos de soledad… todo lo que hasta ahora has vivido y no has podido contarle.
Dentro de poco pasarás por esa puerta y ya no la volverás a cruzar igual. El está ahí. Está abierto. ¡Háblale! No dejes nada por decir. La vida, el movimiento de tu futuro está ahí ante los dos. Pasado y futuro mirándose. Habla. No calles.
¡Vacíate de todo el contenido!