Es Semana Santa, pero esta vez en vez de salir de viaje me atrinchero en casa de Joaquina ya que no se encuentra bien y vamos a pasar toda la semana recluidos. Esto nos invita a una mirada holística sobre el hogar. La casa, igual que nuestro cuerpo, funciona en todos los planos que interactúan entre si y con nosotros.
Joaquina: Jon, hoy me apetece un poco menos hablar. ¿Por qué no me cuentas, desde tu arquitectura, qué es habitar?
Jon: Vale, sacaré mi lado más erudito y si me paso, me avisas.
Joaquina: Vale.
Jon: Primero voy a definir tres términos que usamos a veces indistintamente, pero que son muy diferentes: Vivir, habitar y morar. Vivir: Podemos definir el primero, vivir, como ocupar lo construido. Viene de la inteligencia cautiva y de la cultura nómada cuando el hombre vivía en cuevas y refugios temporales en los que permanecía por un corto espacio de tiempo en su constante devenir, siguiendo a los animales de los que se alimentaba. De esta manera nos referimos al vivir sin una conciencia de permanencia o de pertenencia a un enclave determinado.
Joaquina: Esto me vale para los cursos, cuando hablo del cerebro reptil, cuando la única prioridad del hombre era sobrevivir en el mundo hostil que le rodea.
Jon: Efectivamente. El segundo término es habitar. Cuando tomamos conciencia de la importancia de lo que hemos ocupado. En su carrera evolutiva, hace 15.000 años el hombre pasa de una vida nómada y dependiente de la caza, a una vida sedentaria. Primero aprende a domesticar a los animales, más tarde “domestica” la tierra a través de la agricultura, para finalmente domesticar el territorio construyendo el hábitat adecuado para su supervivencia. El hombre habita en un lugar determinado y fijo, haciendo que la naturaleza trabaje para él y construye las primeras viviendas con un carácter permanente.
Joaquina: ¡Cerebro límbico! ¡Cerebro límbico!
Jon: Jajaja, sí. El tercer término es morar, habitar en el tiempo, con conciencia de hogar. No será hasta mucho más adelante cuando las preocupaciones del hombre pasen del sobrevivir al disfrutar viviendo, a encontrar un sentido mas amplio y profundo a la existencia y en su reflexión se introduce en el mundo de lo habitado para finalmente crear la idea de morada. Para que la vivienda llegue a ser morada ha de usarse como tal de una forma continuada en el tiempo. Esa temporalidad es la que hace que sean posibles los hábitos, el imponerle a la arquitectura unas determinadas formas de vivir que tienen que ver con lo cotidiano. Así, morada ha sido la palabra por excelencia elegida para denominar todo aquello que se considera eterno y ubicuo, los aposentos de los dioses.
Joaquina: La búsqueda interior de esa morada parte del deseo de la propia casa. La habitamos revistiéndola de significantes y de ese modo la hacemos reconocible, familiar.
Jon: Morar significa poder “usar” la casa, poder estar en ella, esto implica tomar una posición subjetiva para que dicho lugar viva en nuestra intimidad. Un famoso arquitecto, Sir John Soane, hablaba a finales del siglo XVII de tres clases de arquitectura, estableciendo una relación entre el tipo de alojamiento y la actividad económica principal de las sociedades primitivas: Las cavernas de los cazadores que desemboca en una arquitectura demasiado pesada e indiferenciada como la egipcia. Las tiendas de los pastores adoptada por chinos y escitas, que desemboca en una arquitectura demasiado ligera y limitada. Y los agricultores, en cabañas propiamente dichas, con un armazón de madera que fue adoptado por los griegos, “que es el único digno de imitación” Oikos es la casa, lugar donde se mora, espacio habitable y habitado.
Joaquina: A mi me gusta ver la casa desde otro prisma. La casa como espejo del yo.
Jon: Ya sabía yo que esto iba por caminos demasiado arquitectónicos.
Joaquina: Mira, podemos decir que nuestra vida empieza bien, arropados, bajo un techo, protegidos por los múltiples caparazones de la casa. Estos caparazones los vamos rompiendo y hallando la seguridad en otros mas amplios que nos permiten crecer, evolucionar, y que marcarán las vivencias fundamentales en nuestra vida de 0 a 12 años. La cuna, el dormitorio, el salón, el jardín, el edificio… son espacios por conquistar donde se enmarcarán nuestros recuerdos y a los que asociaremos hechos muy significativos de nuestra infancia que nos marcarán para siempre: el compartir o no habitación con un hermano, la intimidad sexual del cuarto de baño, el espiar a las visitas que están en el salón. Nuestro crecimiento siempre arropado por el escenario de la casa familiar. La función primordial que podemos asociar a la casa es la de protección. Es otra más de las pieles donde se protege un espíritu que con el tiempo se irá endureciendo lo suficiente como para poder prescindir de ella.
Jon: Gaston Bachelard describe la casa natal como aquella primera morada que determinará luego el modo de habitar las moradas sucesivas de nuestra vida.
Joaquina: Según vamos cambiando y creciendo en la vida, nuestro desarrollo psicológico se va marcando no solo por emociones relacionadas con las personas, también está marcada por relaciones y apegos a lugares concretos, empezando por la casa de la infancia. Son evidentes las diferencias de haber crecido en el campo o en la ciudad, en un apartamento, un piso o una vivienda unifamiliar. El entorno, tamaño, número de hermanos, y muy sensiblemente los cambios que han tenido lugar en los primeros 12 años de vida conforman en gran medida nuestra personalidad.
Jon: Una profesora de arquitectura de la universidad de Berkley, Clare Cooper, llevó a cabo un experimento muy interesante. ¿Te apetece hacerlo?
Joaquina: Bueno.
Jon: Se trata de hacer el dibujo de la casa de la infancia. Primero, cierra los ojos y recuerda emocional y físicamente el hogar familiar: su forma, su color, su luz, su olor. Cuenta hacia atrás hasta los 12 años. Abre los ojos y dibuja esa casa donde creciste.
Joaquina: Dame un segundo.
Jon: Coge el dibujo y colócalo en una silla y tu te sientas enfrente. Tienes que empezar a hablar con el dibujo como si fuera la propia casa, empezando: “casa, mis sentimientos hacia ti son…. Cuando te vacíes de contenido, cambia de posición con el dibujo, ocupando su sitio y viceversa. Ahora tienes que hablarte a ti misma como si fueras tu casa. De esta manera se facilita el diálogo entre tú y la casa. Es posible que el ejercicio se tenga que hacer varias veces y situándote en distintas edades de la infancia. Casi siempre algo revelador ocurre y una parte del inconsciente aflora liberándose para siempre.
Joaquina: Me ha encantado.
Jon: A la profesora Cooper le llevó a comprobar que cuantas mas historias oía, se daba cuenta de que las personas, consciente o inconscientemente utiliza su entorno para expresar algo sobre sí mismas. El inconsciente desde cómo lo veía Jung: ese libro que nos va enseñando a conocernos y ser más felices.
Joaquina: Además, a diferencia del inconsciente de Freud, tiene un componente colectivo y uno personal.
Jon: Sí, por ejemplo, la idea de construir una casa está inculcada en el inconsciente colectivo de tal manera que es muy difícil no haber construido alguna de niños: una cabaña, un escondite remoto en las ramas de algún árbol, o una simple alfombra sujeta entre dos sillas han servido de refugio, guarida y casa dentro de la casa.
Joaquina: Estamos haciendo algo mucho más importante que manipular una alfombra o juntar un montón de ramas, estamos iniciando un proceso creativo que nos va a revelar algo de nuestra persona. Estamos aprendiendo de nosotros mismos a través de la manipulación física de nuestro entorno. Dándole una vuelta mas de tuerca, esas primeras construcciones representan el descubrimiento de nuestro propio ego, separado del de nuestros padres, hermanos y familia. Son nuestras primeras tentativas en nuestra experiencia de habitar, apropiarnos de un sitio especial para ser nosotros mismos y reflejarlo en él.
Jon: Es bastante obvio pensar que las personas pasan por nuestra vida. Prestamos mucha atención a algunas, nos involucramos emocional o profesionalmente con otras y selectivamente prestamos muy poca o ninguna atención a otras muchas. Con los objetos y con las casas pasa lo mismo, algunas nos marcan hasta los tuétanos y otras pasan sin pena ni gloria dejando apenas un vago recuerdo en nuestra mente.
Joaquina: A menudo las decisiones que tomamos para elegir una determinada vivienda parecen tomadas por decisiones económicas, o por la cercanía al trabajo. Pienso que la cosa no es tan sencilla, que se mueven en nosotros planos más sutiles que nos hacen buscar un apartamento en un barrio marginal cuando tenemos suficiente dinero para elegir un sitio más adecuado. O nos hace buscar una casa para “enseñar” a los demás y no para vivir nosotros. Lo queramos o no, las casas que habitamos hablan elocuentemente de quienes somos, son un símbolo de nuestro lugar en la sociedad, de nuestros logros económicos y sociales, de nuestra forma de enfocar la manera de estar en el mundo y compartirlo.
Jon: Esa “piel amplia” en la que nos protegemos, no deja de ser una extensión nuestra, nosotros mismos. Expresamos nuestros valores individuales en la forma que tenemos de habitar, y esto nos proporciona una valiosísima información sobre quienes somos, qué pensamos de la vida y cómo nos enfrentamos a nosotros mismos en la intimidad de lo secreto.
Joaquina: La casa es el primer lugar donde empezamos a desarrollar los principios de nuestra vida. Es el centro de aprendizaje y donde vemos por primera vez la función maestro/alumno, por lo tanto, conocer en profundidad nuestra actitud desde la forma y aceptar el contenido es muy importante.
Vamos a estar varios días aquí encerrados así que pienso que es un tiempo magnífico para profundizar, desde el interior del hogar, en nuestro interior.
Qué bonito artículo, y qué relajante entre tanto alboroto y tanto ruido.
Me ha hecho pensar sobre una sutil situación. Siempre he tenido casa, incluso casas grandes y acogedoras, sin embargo, nunca elegí yo.
Quizá por eso sigo huyendo dejando atrás un rastro de reproches.
Y quizá por eso no las las echo de menos en esos recuerdos que tantas veces olvido.
II día de confinamiento.
Cuidaros
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Gracias por tu comentario Cristina y buenísima reflexión sobre nunca haber elegido tu casa. Un abrazo¡¡
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Hola, me ha encantado el artículo.
Reconozco el valor de la casa y la importancia de crear hogar. Soy interiorista y no hace mucho he encontrado en mi profesión ese «plus» que me motiva a ayudar a mis clientes a dar forma a su hogar, a crear ese espacio donde relacionarse ayudado desde la forma, la luz y los objetos.
Este artículo me ayuda a integrar la palabra morada, su significado e importancia. Y sin duda, un reflejo de nosotros mismos que evoluciona también a nuestro lado.
Me gustará realizar el ejercicio que comentas, me ayudará a entender de donde vengo y reflexionar sobre lo que ahora tengo y he construido.
Muchas gracias.
Un abrazo! María.
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Hola María, gracias por tu comentario. Sí, creo que en una profesión como la tuya esta visión un poco más profunda de lo que es la casa te ayudará a dar ese plus que pienso es muy necesario. Un abrazo¡¡
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Pingback: 116 Yo soy mi casa (II) | Conversaciones con Joaquina
Creo que en esta entrega lo desarrollo más. Gracias por el comentario
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Querido Jon; querida Joaquina:
Jon mil gracias por compartir estas charlas. Está siendo muy revelador para mi. En la primera casa donde viví, creo que como hasta las 8 años, había un sótano muy grande, de techos bajos y con todos los baúles de mis abuelos. Mi abuelo materno fue sastre y había muchos trajes, telas y sorpresas!! Allí me sentía a gusto. En un sótano! El ejercicio me ha ayudado a entender muchas cosas. Luego nos mudamos a una casa enorme y espectacular pero allí pasaron muchas cosas poco gratas. Estoy saliendo de los estado de ánimo que me producen ambos lugares.-
Gracias Jon, recibe un fuerte abrazo y espero seguir profundizando con estas entregas.
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Gracias por el comentario Guillermo, me alegro mucho de que te guste y sea útil para pasar un trapito por las casas de la infancia. Un abrazo enorme¡¡¡
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