Jon: En “El banquete”, de Platón, Aristófanes apuntaba que los hombres no valoramos adecuadamente el «poder» del amor. Este filósofo pensaba que, si fuéramos conscientes de ello, lo reconoceríamos y le daríamos el boato y festejo que se merece. (San Valentín se queda bastante corto). Aristófanes cuenta que al principio había tres géneros: el masculino, el femenino y el andrógino que participaba de los dos sexos. «La forma de cada individuo era en su totalidad redonda, su espalda y sus costados formaban un círculo; tenía cuatro brazos, piernas en número igual al de los brazos, dos rostros sobre un cuello circular, semejantes en todo, y sobre estos dos rostros, que estaban colocados en sentidos opuestos, una sola cabeza; además cuatro orejas, dos órganos sexuales y todo el resto era tal como se puede uno figurar por esta descripción.»
Según dice este filósofo, lo masculino procedía del sol, lo femenino de la tierra, y lo andrógino de la luna, porque este astro contiene a los otros dos. Era tal la fuerza y prepotencia que tenía el hombre en este tiempo, que atentó contra el Olimpo. Cuando Zeus, junto con los otros dioses, analizó la cuestión, decidió que el mayor castigo que podía conferir a este hombre circular y poderoso era cortarle en dos. Una vez sesgados, Apolo fue el encargado de darles la vuelta para que vieran su sección, formando el ombligo como recuerdo de este suceso. Este hecho generó la añoranza de un sexo por el otro, y a partir de ese instante trataron de ser uno solo. Para Aristófanes, el llamado amor es el anhelo de fundirse nuevamente una parte en la otra.
Joaquina: Muchos opináis que el amor nos hace sentirnos plenos. Como si algo que nos faltara nos fuera dado al sentir la aquiescencia del ser amado. Parece haber una carencia inherente en la soledad o el desamor.
Jon: Por otro lado, fue Platón quien habló de varios tipos de amor que recogen cada uno de los entramados del alma. Platón decía que el cielo se mueve por amor. La tierra también se agita por su falta. Amamos a la justicia, a los valores mas éticos y a las personas que nos rodean. Sentimos un deseo sexual y también una conmoción por la naturaleza que nos rodea. Acariciamos a un animal y vinculamos el afecto en esta relación.
Joaquina: Este tejido de amores y rupturas puede detallarnos qué parte de nosotros separó Zeus. Ganar a los dioses del Olimpo puede ser tan fácil como hallar las unidades del yo que andan perdidas para que podamos aprenderlas para siempre. De este modo, todos estaremos completos y será posible desligarnos de la carencia. Porque podemos sentimos deficientes en las relaciones de pareja donde el sexo y la dependencia física sean más notables. Pero también podemos estar sumidos de rencor y distancia de algún amigo o de nuestros padres y familiares. Y cómo olvidar el amor a los valores y la ética que nos conduce al respeto social tan desprovisto en la actualidad.
Jon: Sea como fuere, el amor fue un dios muy discutido y analizado por los grandes sabios en el año 400 a.C. Ahora, debido a las prisas y al poco tiempo, tan sólo en raras ocasiones nos sentamos a debatir sobre lo que es el amor, y cuán necesario es en nuestra sociedad.
Joaquina: Tú, como siempre, entre lo teórico y lo romántico. Lo más importante es que como no hemos conseguido superar lo físico y lo afectivo, destruimos el único atractivo que podemos tener para entablar una relación efectiva. Porque nosotros nunca vamos a ser diferentes ni por nuestro cuerpo ni por nuestra emoción. Por lo que vamos a ser totalmente diferentes es por nuestra forma de conocer y nuestra forma de aprender. Lo que va a propiciar que nuestra relación se haga absolutamente eterna es porque la conexión que tenemos con la otra persona sea una conexión que no es ni corporal, ni afectiva, ni mental. Sino que es integral. Tengo un cuerpo que es con el que te veo, tengo una emoción que es con la que te siento y tengo un cerebro que es con el que te escucho, con el que te aprendo, con el que estoy contigo, con el que crezco, que hace que cada día diferente y nos sintamos diferentes. Cuando el cerebro vive fuera de la obsesión, todos los días la relación con la otra persona es una relación distinta. Porque el cerebro está aprendiendo, porque el cerebro está incorporando cosas nuevas, porque el cerebro se ha hecho tan grande y tan maravilloso que es imposible que no esté continuamente en un proceso de crecimiento.
Jon: Y como me contabas el otro día, para llegar a ese cerebro es imprescindible que haya un amor a nuestros valores y que haya un valor muy grande a nuestra propia afectividad. Si existe un fallo en esas dos partes llegaremos a nuestro pensamiento continuamente con obsesión, y si estamos obsesionados la relación se hace insoportable.
Joaquina: Nosotros tenemos que tener el amor dentro, los sentimientos y la empatía hacia nosotros dentro, para que en ningún momento tengamos problemas con lo que está pasando fuera. Si tú dentro no sientes amor no hay nadie que pueda llegar a darte amor. Si tú sigues sintiendo que el abrazo que estás esperando es un abrazo concreto de tu padre, un abrazo concreto de algo que te falta en tu memoria, es imposible que lo encuentres en la persona que está frente a ti. Pero si tú te has abrazado por dentro, cualquier abrazo que te den está lleno. El problema es que cualquier necesidad de reconocimiento corporal o cualquier necesidad que tengas de afectividad te va a llevar inmediatamente a perder el contacto con el cerebro y ya no vas a poder aprender, conocer, estar motivado y, por lo tanto, continuar en la relación.
Jon: ¿Y cómo conseguir que la motivación permanezca en el tiempo?
Joaquina: El cerebro neocortical es el que permite que la motivación permanezca en el tiempo, mas allá del momento. Permite que la relación tenga una consistencia y sea consustancial a variables continuas y diferentes. Si el cerebro está obsesionado con la repetición de palabras, con la repetición de hechos, esto provocará que la forma de hacer las cosas sea todos los días igual. Y eso no hay nadie que lo pueda soportar. En esta obsesión repetitiva la relación ya está rota, independientemente de que siga adelante. Ya no se nutre, ya nos quejamos, nos enfadamos… Pero si estamos aprendiendo constantemente, entonces la relación siempre es diferente. Aunque la otra persona no esté aprendiendo y aunque no aprendas de ella, como tú estás en tu aprendizaje tu relación te parece todos los días diferente. Toda persona que no encuentra los afectos es porque no quiere llegar en ningún momento a una motivación propositiva, porque sabe que perdería algo que no quiere perder: o comodidad, o queja…
Jon: Es decir, egoísmo.
Joaquina: Lo más triste es que el 90% de las personas enamoradas no están utilizando lo único que hace que la relación sea eterna, que es la profundidad del cerebro motivacional, que es el que mantiene la relación. Y el otro cerebro, el cerebro que integra a todos, del que no he querido hablar, es el que mantiene la movilización. Y la movilización es el que te lleva a construir, a liderar y a caminar. De esta manera es como se construyen las relaciones donde lo más importante es el disfrute de la parte humana.
Jon: La pregunta obligada es: ¿Cómo se soluciona esto para encontrar una pareja que se mantenga?
Joaquina: Que una pareja se mantenga en el tiempo solamente se puede conseguir a través de que vivamos nuestros valores con liderazgo, tengamos una empatía que compartamos con todos y colaboremos en un aprendizaje permanente. Si no, es imposible. Desde ahí surge la movilización de la otra persona hacia nosotros. Cuando tengo esos tres valores, la otra persona está movilizada hacia mí permanentemente porque yo estoy movilizado hacia mi propia persona. Y no necesito que nadie me complete en nada. La solución siempre es ser la naranja completa. No ser media naranja.
Jon: ¿Y si careces de alguno de los tres elementos?
Joaquina: Hay otra solución. Si no tienes confianza, por ejemplo, y viene alguien que tiene esa confianza, en lugar de esperar que te la dé, te debes poner en situación de aprender. Te posicionas como alumno, y entiendes que esa confianza tu pareja nunca te la va a poder dar. La vas a aprender de ella. En una relación que no es simétrica, sino que es complementaria, la única solución para que permanezca es plantearnos qué podemos aprender de la otra persona, que sé que nunca me lo va a poder dar. Ante esta asimetría sólo podemos aprender desde nosotros lo que nos ha llamado la atención de la pareja. Si nos planteamos que la otra persona nos tiene que dar ese algo que necesitamos, la relación se convierte en asimétrica y va a desaparecer. Siempre debemos sumar desde nuestro ser. Sumando desde lo que somos. Si a la otra persona le ha llamado la atención algo de mí, debe trabajarlo también por su cuenta. La solución es mi responsabilidad: voy a liderar mi vida, voy a ser empático conmigo, voy a colaborar conmigo y voy a liderar conmigo. Y lo más importante: cuando vaya a un grupo me daré cuenta de que lo que he ganado en mi relación conmigo lo he pasado al grupo.
Jon: Entonces hay dos soluciones, si te he entendido bien: o sentirme completo, y lo único que tengo que hacer es vivirme completo al lado de mi pareja sabiendo que no me falta nada y que lo que tiene la otra persona va a sumar a lo que yo tengo. O aprender, y para ello debería hacer un plan de aprendizaje.
Joaquina: Lo primero que yo haría es trabajarme el yo para pasar a trabajarme las relaciones interpersonales. Si no tienes pareja, empieza de esta manera. Si tienes pareja comienza por sentarte y preguntarte qué te llama la atención de tu pareja: que yo puedo aprender para, acto seguido, hacer un plan de aprendizaje. Porque si ya tienes la pareja tienes una oportunidad maravillosa de que esa relación se convierta en algo totalmente diferente. Si tienes un problema con la obsesión por gustar en el cuerpo, empieza a trabajar un proceso de reafirmación corporal, porque el tener deseo sexual y el cumplir con el deseo sexual nunca está en el cuerpo. Lo que estamos buscando con el cuerpo y la pasión corporal es satisfacer un complejo de inferioridad corporal. La fuerza sexual no está nunca en el cuerpo, está en la imaginación. Está en el poder de la trascendencia del pensamiento. Las que se llevan a cabo con la iniciativa del pensamiento son las relaciones sexuales que son de un calado extraordinario. Tener una relación como un animal no va a ningún sitio. Tener una relación como un animal un poco más superior donde hay mucho afecto tampoco va a ningún sitio. En las relaciones del cuerpo están los animales y en el cuerpo con afecto están los delfines. Y buena parte de nosotros nos hemos quedado ahí. Hay otra parte de la relación que es unir todo esto y convertir las relaciones en algo increíble, que es la posibilidad de tener una mirada global sobre la persona e ir al detalle de lo positivo, que eso es lo más grande que existe. Cuando tú vas al detalle de lo positivo de esa persona, construyes para siempre. Si no, lo que haces es destruir.
Lo importante es que tengas una relación donde la fantasía, la imaginación, el afecto y la corporalidad esté todo unido. Y eso es lo que dura eternamente. Donde más allá del deseo sexual está la integración absoluta de nuestra persona con nuestro cuerpo, nuestra emoción y todo lo que nosotros somos. Y eso es lo que hace que la relación sea eterna. Y que la relación no se pueda separar. Y que después de 30 años sigamos sintiendo las mariposas en el estómago cuando vemos a nuestra pareja, que sigamos queriendo estar con esa persona, y nos siga pareciendo alucinante verla, que todos los días necesitemos conectar con dónde está, cómo está, qué hace y qué no hace. Eso es lo importante, poder conseguir esa relación que dure para siempre.
Deberíamos contestarnos a cuestiones como: ¿cuántas horas dedicamos a nuestra relación? ¿Cuándo ha sido la última vez que hemos paseado de la mano sintiendo la piel del uno al lado del otro? ¿Cuántos días han pasado desde la última vez que hemos compartido un frenesí amoroso? ¿Qué han sido de aquellos días locos en los que los dos reíamos y soñábamos con nuestra vida en común? Seguramente ya no viajas por puro ocio. Posiblemente ya no hablas de cosas informarles, ni indagas en cómo se siente tu pareja más allá de lo que es obvio. Quizá la sexualidad ha quedado relegada a un intercambio fisiológico, apetente, pero sin chispa.