28 Potencial y aprendizaje en pareja

Estamos en la estufa de Las Palmas, un invernadero del XIX en la Jardín Botánico. Un espacio mágico, húmedo y acristalado repleto de plantas tropicales, helechos, musgos y flores acuáticas. El ambiente exuberante de este vetusto edificio nos acoge a nosotros y a una pareja que, mirándose, parecen haber conseguido detener el tiempo.

Joaquina: ¿Has analizado alguna vez la descompensación tan profunda que existe hoy entre la mujer y el hombre?

Jon: ¿A qué te refieres?

Joaquina: La mujer va de libre: “No, a mi no me importa. Yo tengo la relación, no pasa nada…”. No acaba de levantarse de la cama y ya está: “No, ¿por qué tenemos que dejarlo hoy?”. Las mujeres, en general, somos seres muy afectivos y nos vinculamos y, sin embargo, vamos de libres: “No, yo no quiero nada. Solo quiero pasarlo bien hoy”. Y esto lo escucho con frecuencia: “Yo voy a hacerte cambiar”. No hacemos cambiar a nadie, y si queremos hacerlo, lo único que conseguimos es destruir a la otra persona.

Jon: ¿Y por eso el amor, la atención y la sensibilidad hacia el otro va decayendo en muchas parejas con el tiempo?

Joaquina: Todo va decayendo únicamente si se esperaba todo, y no se daba nada.

Jon: Explícate, por favor.

Joaquina: Los dos están esperando que haya un cambio en el otro. El otro día tuve un momento maravilloso en mi profesión. Se enamoran dos chicos, y hago coaching a uno de ellos. Se enamora de un chico locamente, ya sabes, de esos amores muy rápidos. Como se enamoraron muy rápido, tuvieron con la misma celeridad la primera discusión. Entonces, mensaje de uno: “Joaquina, ya no le voy a ver nunca más”. Mensaje del otro: “Joaquina, seguro que te llama pero yo no le voy a ver nunca más”. Conclusión, llamo a uno, llamo al oro, y los siento en mi despacho.

Jon: Muy en tu línea.

Joaquina: Me siento delante de ellos: “¿Qué es eso de que no vais a veros más?. ¿No erais la pareja eterna hace exactamente 24 horas?. ¿Qué es lo que ha pasado?”. Me contesta uno de ellos: “Es que estamos en diferentes ligas”. Yo pienso que esto debe ser algo futbolístico, y sigo la metáfora. “Ah, genial, ¿dónde está él y dónde estás tú?. ¿Estás bajando?. Bien, pues piensa qué tienes que aprender tú para ponerte en situación. ¿Tienes que jugar cuatro partidos, y aprender cuatro cosas?. ¿Cuál es el problema?”. Inmediatamente les dije que no iban a hablar de nada. Que lo pasaran muy bien, que se tocaran todo lo que les apeteciera, pero que íbamos a trabajar lo que les había separado. “Tenéis un montón de cosas maravillosas juntos, que son en las que os habéis fijado nada más veros, y ahora estáis viendo vuestra miseria. Trabajar vuestra miseria. Decidir qué tenéis que aprender de vuestra miseria vosotros. Trabajarlo por separado, no rompáis una pareja que hace 24 horas era para toda la vida”.

Jon: Y, ¿qué pasó?

Joaquina: Claro que encontraron lo que uno necesitaba del otro. Seguro. Pero también tienen los dos cosas maravillosas y alucinantes. ¿Para qué tienen que romper una pareja, porque de pronto se han visto el grano?. Sanar el grano, esa es la cuestión.

Jon: Si todo en lo que nos fijamos de la pareja tiene que ver son las deficiencias, la decrepitud el envejecimiento y el paso del tiempo va a estar ahí nos guste o no.

Joaquina: Por eso debe haber algo más profundo. Si no, las relaciones llegan a la pérdida de alegría, felicidad, y de todo lo que tiene que ser…

Jon: ¿Qué se puede hacer?

Joaquina: Plantéate, de una manera suave, qué tienes extraordinario, que realmente es con lo que tienes que salir. Y qué debilidad tienes, y ponte a aprenderla sin necesidad de compartirla. Lo que tienes que aprender no necesitas compartirlo, no necesitas sacar las miserias todo el día. No necesitas enfrentarte a la relación sacando el grano.

Jon: Es decir, curo el grano aparte y trabajo todo el día con el potencial.

Joaquina: Así es, y si sabes lo que has venido a aprender, no te vas a relacionar con la persona desde lo negativo. Sabes que lo tienes que aprender. Si sales a la calle pensando lo que es positivo, y lo que veas débil en ti, ponte e aprenderlo, la relación que vas a hacer con la otra persona va a ser positiva. Conocí una pareja en la que uno era de extrema izquierda y otro de extrema derecha. Pues el de derechas tendrá que ir a los mítines de izquierdas y viceversa, porque algo de lo que no son lo tiene su pareja así que lo tienen que aprender.

Jon: Pero acabarán discutiendo al tener esos puntos de vista tan radicalmente opuestos.

Joaquina: Si, pero acaban discutiendo y llenándose de conocimiento. Ya pueden argumentar lo uno y lo otro desde un código de respeto: no pueden criticar a la persona o al político con el que no están de acuerdo. Lo que tienen que hacer es sentarse a hablar de las cosas. Sentarse a ver qué hay en común, porque siempre hay algo en común. Y si no, ¿por qué se han encontrado?. El de derechas sabe que tiene que ir un poco a la izquierda, y el otro lo mismo. Deben ser Aristotélicos, buscar el punto medio, un equilibrio en sus ideologías opuestas.

Jon: ¿Por qué?

Joaquina: Porque debes plantearte que si estás con una persona que cree totalmente en Dios y tú no crees en Dios, ¿para qué has elegido a esa persona cuyas conversaciones van a ser espirituales, su forma de estar va a ser de una manera…?. O te planteas para qué has elegido eso, qué hay dentro de ti que lo necesita, o estás perdido. En el ejemplo de los radicales de izquierda y derecha, no se han encontrado para hablar de política, sino para compartir la tolerancia. Son dos intolerantes que tienen que aprender juntos la tolerancia. “¿Funcionáis bien en la cama?”, les pregunto. “Si, si, en la cama no hay problema”. ¿Ves?, siempre hay algún sitio donde la derecha y la izquierda no tienen problemas.

Jon: Genial, acostemos a la derecha y a la izquierda en la cama. Hagamos lo que tenemos que hacer.

Joaquina: Si conseguimos llevar a que la derecha escuche a la izquierda y no la critique, sino que vea lo aprovechable y después construya el diálogo; y la izquierda hiciera lo mismo, estaríamos en otra forma de estar.

Jon: Pasas con facilidad de la política a la pareja, pero es cierto, elegimos siempre los extremos.

Joaquina: El extremo de lo que necesitamos aprender puesto enfrente de nosotros. Esa es la cuestión.

Jon: Así ha sido mi vida en pareja. En realidad se pueden clasificar en dos categorías radicales y radicalmente opuestas: Parejas serias, inteligentes, responsables, trabajadoras, honestas… O parejas alegres, divertidas, muy activas socialmente, emocionales y un poco viva la vida. No he aprendido mucho ni de unas ni de otras y por ello he ido alternando los dos modelos: El primer grupo refleja la personalidad de mi padre y el segundo las características de mi madre. Solo ahora creo que he aprendido el equilibrio al encontrar una pareja que es responsable y divertida, trabajadora y socialmente activa, inteligente y alegre…

Joaquina: Tendemos a pensar que tenemos que ser de alguna manera, en lugar de pensar que tenemos que vivir las cosas. Vivir las cosas no nos separa de nadie. Vivirlas, disfrutarlas, «esto es lo que me gusta, pero lo que te gusta a ti también me gusta, porque se sacarle partido…» Esa es la realidad que tenemos que construir: Todo suma, y lo que no suma no hay que tocarlo. Porque, cuando tocamos lo que no suma, nos acabamos convirtiendo en personas negativas y dolientes.

Jon: ¿Qué conclusiones puedo sacar de todo esto?

Joaquina: Primero: no te plantees tener relaciones eternas si no estás focalizado en tu potencial. Eso es así porque estarás viendo lo negativo tuyo y lo negativo de la otra persona. Y si no estás enfocado a tu aprendizaje sin que nadie te lo demuestre, no habrá relación.

Jon: Así que lo primero es saber cuál es mi potencial y cuál es el aprendizaje que tengo que hacer.

Joaquina: Sobre esto, mira a tu pareja y descubre su potencial, y respeta lo que la persona decida que tiene que aprender. En ningún momento eres tú quien lo decide. Casi todos cuando empezamos una relación no la iniciamos desde nuestro potencial, sino que tenemos los ojos abiertos desde el aprendizaje. Y lo que hacemos es mirar el potencial del otro. En general somos ignorantes de nuestro aprendizaje, y muchas veces incluso del potencial. Tenemos claras las debilidades pero no lo que hemos venido a aprender. Son cosas diferentes. Hablamos de debilidades con mucha ligereza: “Es que a mi me falta no se qué, o no sé cuantos…“. Miramos a la persona desde nuestro aprendizaje, que está en el inconsciente, y vemos su potencial. Cuando llevamos un tiempo, empieza a emerger nuestro potencial, y, sin respetar lo que tiene que aprender el otro, decidimos decírselo nosotros. Ahí empieza el deterioro de la relación. Nos convertimos en directores de orquesta de otra persona.

Jon: ¿Cómo se puede cambiar esta tendencia?

Joaquina: Lo primero es entender que aprender no quiere decir que tengamos una debilidad, sino que tenemos un área de mejora, y eso es diferente. Tienes un poco de algo y para tu mejora necesitas potenciarlo y ampliarlo. Es decir, que no partes en negativo, sino que partes para ir a más. Todas las cosas que digas que no puedes cambiar, esas no son las cosas que tienes que aprender. El proceso de aprendizaje es uno, es claro, y es determinante. Solo vas a ser capaz de verlo con claridad si pones la mirada en tu potencial. Si la mirada no está en el potencial, en vez de aprendizaje, encontraremos debilidades. El aprendizaje es un área de mejora, algo que te haría mucho más feliz si lo consiguieras. Si no, cuando pase un tiempo, te sentirás tan acomplejado que empezarás a ver lo que el otro hace mal. Pero no ves lo que el otro hace mal que quiera aprender, sino lo que el otro hace mal y que a ti no te gusta que lo haga. Lo que ves no es su aprendizaje, que le vendría genial, sino sus debilidades.

Jon: Soy un ser completo que estoy disfrutando de aprender cosas para incorporar a mi vida. No me falta nada, pero necesito incorporar cosas porque me apetece. He venido a aprender. No es que quiera cambiar mi intolerancia a tolerancia, es que soy tolerante y quiero serlo más. Tengo paciencia pero quiero más. Dibujo bien pero quiero dibujar mucho mejor.

Paseando hacia la salida, pasamos cerca de un naranjo chino y Joaquina se acerca para coger una. Un cartel avisa de que está prohibido hacerlo y me interpongo para impedírselo. Con sonrisa de niña pequeña me intenta esquivar para alcanzar el fruto prohibido. Nos reímos, coge la fruta pero no la arranca.

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