14 Romper la infelicidad (I)

Nos encontremos donde nos encontremos, o con quien sea que nos encontremos, la sempiterna pregunta de Joaquina aflora en sus labios con la naturalidad de la respiración: ¿Eres feliz?

Joaquina: No hay posibilidad de que seas infeliz… puede haber una ausencia de felicidad, pero no es lo mismo. Así que hagas lo que hagas, no puedes llegar a ser infeliz.

Jon: Pues a veces lo intento duramente.

Joaquina: Puedes estar infeliz, pero no ser infeliz. Tu percepción de la felicidad será más o menos amplia, pero no tendrás comportamientos felices, no estarás feliz, pero eres feliz sin darte cuenta.

Jon: Pero mi tendencia es a tener un grado de infelicidad

Joaquina: Ese es el punto donde no quieres hacer el esfuerzo para lo que has venido a hacer a esta vida. Y creo que ni tu ni nadie hemos venido a hacer grandes esfuerzos, solo un pequeño empuje. Es como cuando una mujer va a dar a luz. Le dicen “empuja, empuja, ya verás qué bueno lo que va a salir”, pero en el empujar está pensando “que dolor, no voy a empujar”, hasta que la realidad exige que se empuje. Nacer a la felicidad es como cuando el niño o cualquier cosa que vas a crear, ya está saliendo. Ya no puedes ir hacia atrás. Ya no hay posibilidad de no llegar a ser feliz.

Jon: Aunque sea 0.1, porque efectivamente, en algún instante todos hemos sentido felicidad.

Joaquina: Si, la felicidad como una transformación de un lugar a otro que te hace sentir pajaritos y mariposas que se mueven en tu interior ante un reconocimiento, un beso, una nueva pareja, un nuevo proyecto… Si en algún momento la has sentido quiere decir que la conoces. Si es así, sabes lo que te la provocó y por lo tanto la podrías repetir, si fuera tu intención. Por ejemplo, si la felicidad es que alguien te quiera, te olvidas de que alguien te quiera, y colocas a la felicidad la palabra del amor. El amor te da felicidad. El pequeño detalle es que pretendes que el amor venga de fuera y que te inunde, pero realmente, para que sientas la felicidad, es que el amor estaba dentro. Si no, es imposible sentir felicidad.

Jon: Entonces, no ser feliz es un problema de comodidad, indolencia, pereza… Eso que no me hace ir hacia el lugar donde quiero estar.

Joaquina: Es una elección. Alguna cosa que no quieres llegar a hacer. Algún miedo que no quieres acometer. La felicidad es un estado donde no cuestionas a nadie, simplemente fluyes, eres, estás en sintonía con quien eres. No hay dudas, la voluntad está a tu servicio, tienes conciencia de quién eres… Imagínate que entras a un trabajo por primera vez. Todo te resulta novedoso. El salario que te ofrecen te parece interesante, los jefes, como no los conoces todavía, son muy buenos… En cuanto pasan dos días, ya tienes asegurado el sueldo, y empiezas a sentir que igual no es la empresa, que igual no te está dando lo que te tiene que dar… El ser humano pierde la felicidad por no querer ejercer un estado de donación o entrega continua. Por no ser él el que está en continua acción hacia lo que quiere, sino que espera a que la acción venga de fuera. La comodidad solo surge porque te pones en espera, en lugar de en acción. Si estás en acción, sin cuestionarla y en tu luz más intensa, es inviable que no estés en estado de felicidad permanente.

Jon: ¿Y por qué las personas, en lugar de estar pulsando nuestros deseos, expectativas, proyectos, los estamos poniendo continuamente en el lugar del frío que representa: qué sienten los otros por mi, qué esperan los otros de mi?. ¿Qué nos hace estar en una expectativa permanente para intentar que los demás nos den aquello que es imposible que nos den?.

Joaquina: Nadie te puede dar amor si no lo sientes dentro, nadie te puede dar inteligencia si no estás dispuesto a ser inteligente, nadie te puede dar escucha si no estás dispuesto a escuchar, nadie te puede tocar con amor si tu piel no siente el amor. Nadie puede ser un hacedor de tu felicidad, solo tu mismo. La gran cuestión para la felicidad es trabajar lo que tú quieres para ser feliz, trabajar lo que tú buscas para ser feliz. Si quieres un mundo mejor, un mundo sin corrupción, si quieres personas sensibles, trascendentes… No puedes estar mirando a que alguien de fuera lo haga. Se trata de que hagas un plan personal y te digas: ¿cómo hoy puedo ser la persona que quiero ser?. No importa como sean los demás. En la corruptela, somos todos corruptos. En el desamor somos todos insensibles. Pero en la medida en la que cada uno nos responsabilizamos de lo nuestro, es imposible que seamos infelices.

Jon: Es muy difícil que se siente alguien frente a ti y te diga: “Joaquina, hoy me encuentro muy mal porque teniendo mucho amor, no lo he dado”. “Hoy estoy fatal porque no me he entregado y dado todo lo que yo puedo en mi trabajo ya que no me pagan lo que merezco”.

Joaquina: Todavía no me he encontrado con nadie que se plantee el reto: “Hoy yo tengo esto, y no lo estoy haciendo operativo”. Tú eres el que tiene el plan de acción para la felicidad. “Yo soy feliz si gano 5.000 euros al mes”, “Yo soy feliz si mi pareja me dice 10 veces al día que me quiere”… Cuando pones la felicidad en algo que tiene que suceder fuera de ti, no llegará porque nunca nada externo es exactamente como tu lo querías. Siempre que haya una expectativa hacia fuera, hay un grado de insatisfacción dentro.

Jon: ¿Es esa la comodidad?

Joaquina: La comodidad no es que tú no quieres hacer cosas; comodidad es que pones fuera de ti la expectativa del logro, la expectativa de la solución, la expectativa de lo que tiene que venir. De tal manera que no es tu responsabilidad, no puedes hacer nada… Pero mientras la expectativa esté fuera, la felicidad no llega. Mientras no te plantees cuál es tu verdadero potencial y lo pongas al servicio de tu intención, la felicidad no llega.

Te voy a plantear cinco retos de felicidad. En tus momentos sublimes de felicidad siempre han estado cinco piezas que engranan a la vez: La primera es la confianza. Si confías en ti o en otros, tienes la primera parte de la felicidad cubierta. Y dentro de la palabra grande “confianza”, la que te da la felicidad es la voluntad, que es la que te permite confiar.

Jon: ¿Me estás diciendo que sin voluntad nunca confiaré en mi mismo?

Joaquina: En el momento que la voluntad no está a tu servicio, que dices que vas a hacer algo y no lo haces, inmediatamente aparece la desconfianza en ti mismo.

Jon: Eso quiere decir que la confianza es un resultado de la voluntad, no al revés

Joaquina: Tu autoestima está cuando te haces un plan y lo cumples. Entonces es cuando confías en ti. Nos pasa con los demás: cuando la voluntad del otro no está en lo que te dice, desconfías. La voluntad afianza en un terreno, casi sin darse cuenta, quién eres tú. Así que, el primer paso para la felicidad, es la voluntad.

El segundo paso es la tolerancia. Pero como pasaba con la confianza, lo que en realidad nos da la felicidad es lo que está escondido detrás de la tolerancia: la aceptación. La aceptación del otro y de ti mismo. Es decir, pongo mi voluntad al servicio de mi felicidad, pero acepto que no siempre mi voluntad es perfecta. Acepto que en un momento dado las cosas no sean como yo quiero. Acepto que en un momento dado haya claudicado. Acepto mi humanidad. Y acepto que los demás me digan algo y de pronto no lo puedan cumplir. La aceptación exige tener claro cuál es tu voluntad. No se trata de que cambies la voluntad, sino que aceptes sus procesos vitales.

Jon: ¿Y esas teorías donde eso parece que es debilidad y que la voluntad tiene que ser de hierro y la exigencia sobre ella extrema, para no hacerme débil o laxo?

Joaquina: Todo lo contrario, cuando no eres crítico contigo, cuando eres respetuoso con tus fracasos, cuando eres capaz de entender que tu voluntad está dentro de ti y por lo tanto puede no ser tan fiable en un momento dado. Pero estás en disposición, estás caminando hacia tu felicidad. No hay duda de que esa aceptación te hace fuerte, te hace único, te da una gran paz interior que es lo más próximo a la felicidad. Desde la autocrítica es inviable construir la felicidad.

Jon: Primer paso: Tengo la voluntad, marco objetivos. Segundo paso: Tolero mi camino por estos objetivos. Me estoy conformando como una persona feliz.

Joaquina: Pero no es autocomplacencia. Es saber quién eres, no dejarte llevar por la frustración, ser resiliente a tu propia naturaleza. Es la aceptación la que te permite ser tolerante. Acepto el camino hacia la felicidad. Imagínate si cada día que nos levantásemos, pusiéramos todos nuestra voluntad en cambiar nuestra naturaleza: nuestra naturaleza cobarde, indolente, sometedora de los débiles… Porque en realidad esos no somos nosotros. Esa es la parte menos nuestra, la parte menos bella de nosotros mismos. Y yo sé que cuando tenemos la voluntad a nuestro servicio, nuestra capacidad para ser buenos con los demás es infinita. Es difícil que alguien maltrate a otra persona cuando la voluntad está a su servicio, cuando es capaz de mirar al otro y decir: “Si yo respeto mi voluntad, voy a respetar la tuya. Si yo respeto mi autoridad, voy a respetar la tuya. Si yo respeto mi vida voy a respetar tu vida”. Ese respeto de voluntades es lo más importante para mi. El hacer felices a los demás solo se produce porque tú eres feliz. Nunca me he creído que se pueda ayudar a nadie. Solo te puedes ayudar a ti mismo y compartir esa ayuda que te das a ti mismo, con los demás.

Jon: ¿El tercer paso?

Joaquina: El tercer paso otro día, Jon, tenemos que empezar el curso.

Entramos en la abarrotada sala y el amor de las personas nos inunda. Joaquina se escala hasta alcanzar un tamaño extraordinario, y desde el escenario, nos mira y sonríe: ¿Sois felices?

2 comentarios en “14 Romper la infelicidad (I)

  1. hay algo magico que pasa con este blog, y es que parece tener una sincronicidad sorprendente con los lectores. Cada vez que me llega el correo con el ultimo post, es justo lo que me estaba pasando esa semana! Gracias por compartir estas ideas

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